En la visita al Instituto de Investigaciones para la Industria Alimentaria (IIIA), una de las primeras cosas que atrajo la atención de Díaz-Canel fue la presencia mayoritaria de mujeres en el Consejo de Dirección. Autor: Estudios Revolución Publicado: 01/08/2018 | 09:07 pm
Al país hay que pensarlo todos los días; y en ese ejercicio salvador y de creación el norte de la brújula debe apuntar al bienestar del pueblo. En ese espíritu tuvo lugar un intercambio entre el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y los directivos del Instituto de Investigaciones para la Industria Alimentaria (IIIA), ubicado en el municipio capitalino de La Lisa.
Hasta ese laboratorio nacido en 1977 como institución científica del Ministerio de la Industria Alimentaria de la República de Cuba llegó en la mañana de este miércoles el Jefe de Estado, animado en la voluntad de conversar sobre las potencialidades de un centro concebido para dar al país proyectos viables de alimentación sana y compatible con los gustos de los nacidos en la Isla.
Allí, lo primero que atrajo la atención del mandatario fue la presencia mayoritaria de mujeres en el Consejo de Dirección, colectivo desde el cual afloraron diversas reflexiones en un encuentro que también contó con el vicepresidente del Consejo de Ministros Ulises Rosales del Toro, la ministra de la Industria Alimentaria, Iris Quiñones Rojas, y otros dirigentes.
Seguidamente una interrogante marcó el tono del encuentro: ¿Cómo hacer para que la investigación dé frutos de innovación y se convierta en bienestar concreto? Ese punto de partida dio lugar a otros análisis del Presidente, quien dijo a sus interlocutores que estaba dando ideas que entre todos podrían mejorarse.
Hizo alusión a la importancia de atender las tendencias alimentarias del mundo; de automatizar procesos de investigación y de producción; de conocer a fondo quiénes son nuestros investigadores para no buscar en otras latitudes propuestas ya existentes entre nosotros; de defender como principio un laboratorio de observación tecnológica; así como cuidar las líneas productivas una vez que nazcan, y pensar siempre en realizaciones con sello propio, no renunciar a productos que una vez tuvimos y que hoy podrían rescatarse.
«Nada de lo que a ustedes les dé resultado debe dejar de tener salida práctica», enfatizó Díaz-Canel ante los anfitriones del IIIA, a quienes propuso el seguimiento al detalle de cómo avanza cada investigación.
Las buenas prácticas y la calidad en la elaboración de alimentos desde los proyectos de desarrollo local, el esmero y la disciplina tecnológica en la elaboración de algo tan buscado por el cubano como el pan, pensar nuevos modos de hacer los envases, y en definitiva meditar sin cansancio sobre cuánto más puede hacerse por dar al cubano producciones de su gusto, formaron parte de los temas abordados en el encuentro.
No son pocos, como se dijo en el intercambio, los desafíos que pasan, por citar ejemplos, por la obsolescencia tecnológica o por inversiones hoy imprescindibles. Pero las buenas ideas no tienen por qué conocer de límites; y la meta es hacerlas cuerpo y parte de la vida cotidiana. En todo eso podía pensarse mientras, como parte de la visita, abría sus puertas la Planta Piloto de Carne, desde donde se han soñado, en décadas, disímiles proyectos destinados a concretarse y amplificarse para mejorar la vida de muchos.
En el corazón obrero de Antillana
Al sofocante calor de la tarde se sumó la altísima temperatura de los hornos de la acería. Por ese lugar que es el corazón de la Empresa Siderúrgica José Martí —conocida popularmente como Antillana de Acero y ubicada en el municipio capitalino del Cotorro— inició su visita al centro obrero Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Justo a la salida de la nave y acompañado del Ministro de Industrias, Alfredo López Valdés, así como de directivos y obreros de la instalación, el mandatario conversó con una trabajadora que ha entregado gran parte de su vida a la fábrica y que desde su experiencia, sentido de pertenencia y compromiso, transmitió al Presidente muchas de sus inquietudes como obrera y activista sindical.
Ese intercambio en el cual afloraron los típicos desafíos de una fábrica como Antillana —que ha resistido todos los embates que ha sufrido la economía en estos años—, sirvió de pórtico a un encuentro que después tuvo lugar entre el Jefe de Estado y los integrantes del Consejo de Dirección.
Allí se habló de indicadores económicos, de averías resueltas y de otras por resolver; de la fuerza laboral que falta, y de la que fluctúa; de la posibilidad de utilizar fuentes de energía renovable; de obras en ejecución como el cercado de protección, las naves laminadoras, o el techo de la acería; y de una inversión de envergadura, en curso, cuyo resultado final será el de una fábrica robustecida.
Sobre este último tema Díaz-Canel comentó la necesidad de que la inversión salga bien, se utilice eficientemente y tenga un impacto que toque lo más profundo de la fábrica y se extienda incluso al entorno del lugar. «Tenemos que aspirar a una fundición moderna y a que el entorno sea agradable», dijo.
Añadió, por eso, que resulta prioritario el chequeo sistemático de dicha inversión; y que debe tenerse una mirada global, la cual incluya calcular con luz larga la disponibilidad de materias primas, la chatarra con que se cuenta, para que, una vez en toda su capacidad, Antillana no se quede sin materia que procesar.
El centro está desafiado por múltiples propósitos. Entre ellos, que la notable inversión tenga lugar mientras los trabajadores siguen laborando, pues es el único modo de que la fuerza laboral no pierda conexión con la dinámica de la fábrica.
Lo otro es que la atención a los trabajadores —sus necesidades nutricionales, de transporte o de recreación— resultan tareas de primer orden, desvelos del día a día a pesar de toda adversidad. Esa atención (a los activos, y especialmente a los jubilados) debe ser una preocupación del presente, la cual no puede esperar por una remodelación capital del centro. Ese es un gran reto porque, como reflexionaba el Presidente, los obreros están en el corazón mismo del socialismo cubano.
Hay que trabajar duro, reflexionaba Díaz-Canel. Es esa una idea que ha salido a relucir más de una vez en este tipo de visitas que buscan conocer de primera mano cada escenario, diagnosticar problemas y definir potencialidades para luego proceder con el chequeo permanente, en pelea constante contra la falta de sistematicidad que tanto nos golpea en el rumbo a lo que siempre buscamos: el crecimiento material y espiritual.
«Tenemos que aspirar a una fundición moderna y a que el entorno sea agradable», dijo el Presidente cubano al Consejo de Dirección y trabajadores de la Antillana de Acero.