Cuando un dirigente del Partido Autonomista, de visita en Nueva York, le dijo a José Martí que en Cuba no veía atmósfera para la lucha por la independencia, él le respondió que no hablaba de atmósfera sino que se trataba del subsuelo. Así, hay quienes identifican la utopía como algo fantasioso e irrealizable, cuando en realidad la utopía hay que asumirla como un atisbo de futuro, como una aspiración ideal, quizá inalcanzable en el corto plazo, pero realizable hacia el futuro. La vida demostró que había más realidad en el subsuelo del que hablaba Martí que en los que basaban su práctica política en mantenerse atados a España.
Cuando los ideólogos del imperio pretenden liquidar los paradigmas y la memoria histórica de los pueblos resulta más necesario que nunca exaltar las utopías y al mismo tiempo buscar su fundamento en la ciencia, en el conocimiento, que incluya tanto lo racional como la aspiración a un mundo más elevado.
Martí exaltó el papel de la educación, la cultura y la práctica de la justicia y confió en ello para el mejoramiento de la especie a través de la evolución biológica. En los versos de su poema Yugo y estrella, no solo postulaba la elevación cualitativa de la humanidad de su tiempo, sino la de todos los tiempos. Con gran belleza están expuestos allí los fundamentos filosóficos de esta aspiración. Recordemos que el poema comienza con una alusión a la evolución de la vida en la tierra:
Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
«Flor de mi seno, Homagno generoso,
De mí y de la Creación suma y reflejo,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna...».
Y más adelante apunta que existen dos opciones: el yugo y la estrella. Quien acepta el yugo y al buey imita:
«Buey vuelve a ser, y en apagado bruto
la escala universal de nuevo empieza».
Por el contrario, el que la estrella sin temor se ciñe, se llena de luz y asciende en la escala natural:
«Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
Se oye que un paso más sube en la sombra!...».
Aquí y en otros trabajos suyos puede verse cómo Martí aspiraba a que con la cultura, la educación, la inteligencia y la bondad el hombre fuera más feliz y pudiera alcanzar los planos más altos de la condición humana. ¿Se trata de una utopía? Utopía es también la larga evolución de la historia natural que nos condujo a ser hombres, y el hombre lleva en sí la aspiración utópica a ceñirse la estrella que ilumina y mata.
La idea de alcanzar a ser un hombre superior —el Che lo formula como el hombre nuevo— tiene fundamentos científicos. Hay que basarse en lo que existe y en lo que se aspira a que exista para confirmar la certeza de lo que podemos alcanzar. Hay que situarla como germen esencial de las ansias de mejoramiento universal del hombre; ha de fundamentarse tanto en su carácter ideal como en el análisis de sus posibilidades. Ciencia y utopía, he ahí la dialéctica que no suele entenderse por los metafísicos ni tampoco por los pragmatistas anclados en los aspectos más superficiales de la práctica humana.
En América Latina y el Caribe existe una tradición intelectual que exalta la utopía. Ello está presente en nuestros próceres y pensadores, desde Simón Bolívar hasta Fidel Castro y Hugo Chávez. Aquí las consignas de Libertad, Igualdad y Fraternidad de la Revolución francesa fueron interpretadas como derecho de todos y no solo para una clase social, es decir, adquirieron un carácter universal.
Ante los colosales desafíos que se le plantean a la humanidad en los inicios del siglo XXI, levantemos las banderas de los paradigmas éticos y de la utopía contenida en esa aspiración de hacer mejor nuestro mundo y de salvar la humanidad de una catástrofe con alcance planetario. (Tomado del Portal José Martí)