Entrada de Fidel a La Habana Autor: Burt Glinn Publicado: 21/09/2017 | 06:43 pm
¡Primero de Enero!/ Luminosamente surge la mañana./
¡Las sombras se han ido! Fulgura el lucero/
de la redimida bandera cubana.
El aire se llena de alegres clamores./ Se cruzan las almas, saludos y besos,/ y en todas las tumbas de nobles caídos/
revientan las flores y cantan los huesos.
Pasa un jubiloso ciclón de banderas/ y de brazaletes de azabache y grana./ Mueve el entusiasmo balcones y aceras,/
grita desde el marco de cada ventana.
A la luz del día se abren las prisiones/ y se abren los brazos; se abre la alegría/ como rosa roja en los corazones/
de madres enfermas de melancolía.
Jóvenes barbudos, rebeldes diamantes/ con trajes de olivo bajan de las lomas,/ y por su dulzura los héroes triunfantes/
parecen armadas y bravas palomas.
Vienen vencedores del hambre, la bala y el frío/ por el ojo alerta del campesinado/ y el amparo abierto de cada bohío./ Vienen con un triunfo de fusil y arado./ Vienen con sonrisa de hermano y amigo./ Vienen con fragancia de vida rural./ Vienen con las armas que al ciego enemigo/ quitó el ideal.
Vienen con el ansia del pueblo encendido./ Vienen con el aire y el amanecer/ y, sencillamente,
como el que ha cumplido/ un simple deber.
No importa el insecto, no importa la espina,/ la sed consolada con parra del monte,/ el viento, la lluvia, la mano asesina/ siempre amenazando en el horizonte.
¡Sólo importa Cuba! Sólo importa el sueño/ de cambiar la suerte./ ¡Oh, nuevo soldado que no arruga el ceño/ ni viene asombrado de tutear la muerte!/ Los niños lo miran pasar aguerrido/ y piensan, crecidos por la admiración,/ que ven a un Rey Mago rejuvenecido,/ y con cinco días de anticipación.
Pasa fulgurante Camilo Cienfuegos./ alumbran su rostro cien fuegos de gloria./ Pasan capitanes, curtidos labriegos/
que vienen de arar en la Historia.
Pasan las Marianas, sin otras coronas/ que sus sacrificios: cubanas marciales,/ gardenias que un día se hicieron leonas/ al beso de doña Mariana Grajales.
Con los invasores, pasa el Che Guevara,/ alma de los Andes que trepó el Turquino,/ San Martín quemante sobre Santa Clara,/ Maceo del Plata, Gómez argentino.
Ya entre los mambises del bravío Oriente,/ sobre un mar de pueblo, resplandece un astro:/ ya vemos… ya vemos la cálida frente,/ el brazo pujante, la dulce sonrisa de Castro.
Lo siguen radiantes Almeida y Raúl,/ y aplauden el paso del Héroe ciudades quemadas,/ ciudades heridas, que ya están curadas,/ y tienen un cielo sereno y azul.
¡Fidel, fidelísimo retoño martiano,/ asombro de América, titán de la hazaña,/ que desde las cumbres quemó las espinas del llano,/ y ahora riega orquídeas, flores de montaña!
Y esto que las hieles se volvieran miel,
se llama… ¡Fidel!
Y esto que la ortiga se hiciera clavel,
se llama… ¡Fidel!
Y esto que mi Patria no sea un sombrío cuartel,
se llama… ¡Fidel!
Y esto que la bestia fuera derrotada por el bien del hombre,/ y esto, esto que la sombra se volviera luz,/ esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre…
¡Fidel Castro Ruz!
Por Jesús Orta Ruiz, "El Indio Naborí"
(Un poema escrito entre el 1ro. y 8 de enero de 1959)