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Seguir la marcha, como pidió el Héroe

En el contexto de los preparativos para la celebración del 26 de Julio, los espirituanos recordarán este sábado el natalicio, hace 170 años, de su prócer insigne, Serafín Sánchez Valdivia

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— Al tenerlo en brazos por primera vez, cuentan que sus padres, Isabel María de Valdivia y José Joaquín Sánchez, lo arroparon con un recelo impresionable, pues la pareja de jóvenes había perdido a su primera hija.

En la casona de ventanas de madera torneada, ubicada en la otrora calle San Rafael #84, de la ciudad espirituana, llegó al mundo el 2 de julio de 1846 un varón saludable, de nombre Serafín, que llegaría a protagonizar páginas gloriosas por la libertad de Cuba.

El pequeño creció al calor de una familia heredera de antepasados pudientes en la urbe. Pero nada impidió que sus progenitores estuvieran en contra del despotismo español. Por ello, el resto de los  21 hijos de Isabel María y José Joaquín —aunque solo llegaron a la adultez una decena—, se forjaron en un ambiente donde no se compartían las ideas del sistema político de la colonia.

Serafín, por ser el primer varón, mereció los mimos excesivos de su padre. Por su parte, la madre siempre prefirió que el muchacho se refugiara más en los libros que en la vida del campo que a él tanto le gustaba. Bajo el insistente empuje materno asistió a escuelas de barrio en Arroyo Blanco, comunidad actual de Jatibonico, y en la ciudad de Sancti Spíritus.

Luego se cobijó en la sabia didáctica del maestro y poeta yayabero don Calixto Echemendía y Moles. Junto a él avivó su espíritu liberal, y posteriormente cursó estudios en el convento del Corazón de María.

Pero al adolescente Serafín siempre le fascinó, más que las letras y los números, atravesar de una punta a otra los potreros de la finca familiar de San Marcos, bañarse en el río, tomar las frutas frescas de los árboles y enlazar algún toro forzudo. Ese amor desmedido por la naturaleza le hizo acercarse a la Agrimensura. En el descubrimiento de sus secretos se relacionó con don Mariano Uribe y visitó a Matanzas.

Pero por azares de la vida Serafín se encaminó finalmente hacia la educación. De la mano de su cuñado Sabás Raimundo Zabalía, aprendió cómo enseñar en una escuela en el entonces partido espirituano de Morón. Allí transmitió sus conocimientos a varios niños y niñas.

Tras su inserción en las guerras independentistas, jamás abandonó su vocación. En no pocas ocasiones se le vio en plena manigua redentora alfabetizando a soldados, campesinos y a esclavos liberados. Entre estos últimos se recuerda siempre a Quirino Amézaga, quien le acompaña en el conjunto escultórico erigido en la plaza de la Revolución de la ciudad de Sancti Spíritus.

El monumento espirituano que honra la memoria de Serafín Sánchez Valdivia será testigo del acto nacional por la gesta moncadista el próximo 26 de Julio. Foto: Lisandra Gómez Guerra

Amigo fiel

Serafín Sánchez fue reconocido por su generación como un hombre de maneras generosas y amables. Aunque no se destacó como un gran orador, sus ideas ganaron fuerza tanto en su puesta en práctica como en el papel. De mirada limpia, voz un tanto nasal y porte de mando, se ganó a más de un verdadero amigo.

Entre las personas que le admiraron fue José Martí quien captó la esencia de su personalidad, tras su primer encuentro en junio de 1891, en la ciudad de Nueva York. Mediante misivas y contactos en vivo se fueron conociendo, como parte de la preparación de la tan anhelada Guerra Necesaria.

Poco a poco se fortaleció la amistad, que se fundió en valores humanos y en visiones y deseos por un país despojado de discriminaciones y diferencias.

Y tanto fue su aprecio al Apóstol, que Serafín Sánchez, a pesar de encontrarse en plena manigua insurrecta, visitó el 19 de mayo de 1986, pasado un año del fatídico día que sesgó la vida del Héroe Nacional, el lugar de su muerte. El silencio, la aureola de tristeza que recubría el monte de Dos Ríos y los recuerdos que se amontonaron le impulsaron a escribir un texto titulado Martí y publicado en el periódico El Cubano Libre, el 30 de junio de 1896, en el que decía:

«El alma heroica de esta Revolución tomó forma y aliento en el alma de aquel hombre. Sin él ella habría surgido, a pesar de todo; pero angustiaba pensar cuándo y de qué manera surgiría, que era mucha la postración y el desconcierto de los cubanos entre sí para estimar debidamente el verdadero concepto de la Patria».

Escritor de altos quilates

Serafín Sánchez se distingue entre varios de su generación por participar en las tres primeras etapas de la lucha armada. Se incorporó a la manigua en febrero de 1869, junto al resto de los villareños que no vacilaron en entregar sus vidas, si fuera necesario, a la patria.

Inconforme con el cese obligado de la lucha regresó a los campos de batalla durante los meses de la Guerra Chiquita y luego partió hacia el exilio, donde puso a disposición de la causa su experiencia para la preparación de las venideras etapas.

Luego de intensas jornadas de acondicionamiento para el reinicio de la gesta, en julio de 1895 dirigió el desembarco por Punta Caney, localidad de la costa sureña de Sancti Spíritus, de otros hombres significativos como Carlos Roloff y José María Rodríguez. Se incorporó de inmediato a la manigua redentora y evidenció su destreza militar en la Invasión que llevó la lucha por toda la Isla. Cientos de acciones combativas, entre las que se distinguen Mal tiempo y Calimete, confirmaron su hábil manejo táctico.

Tantas experiencias acumuladas desde la propia génesis de la guerra le inspiraron hacer arte. Bajo su firma se recoge uno de los textos más completos de nuestras guerras, sobre todo por cronicar con exquisita elocuencia episodios bélicos y rasgos personales de campesinos, jornaleros y esclavos. Héroes humildes, título sugerido por el Apóstol, apareció en su primera edición en 1894 en Nueva York, con prólogo de Gonzalo de Quesada.

Las páginas de este texto constituyen una expresión diferente de contar la historia patria, a través de las vivencias de seres poco conocidos como Huerta, Legón, Crespo, Río-Entero, Ángel Castillo.

En una ocasión, durante su estancia en Nueva York, Serafín, en presencia de Martí y de un grupo de cubanos, recitó varios versos escritos durante la guerra de independencia. Entonces, el Héroe Nacional lo instó a llevarlos al papel. Y así nació otro de sus textos más reconocidos: Los poetas de la guerra, prologado por el mismo Maestro: «Lágrimas cuajadas son algunas estrofas de aquellas, o bofetones, o mortal despedida, y puede hallarse más de una vez, entre el follaje y relleno de la jerga poética española, el rasgo franco y preciso del verdadero genio».

Después de ambos volúmenes, solo trabajos suyos dedicados a Martí y a Juan Bruno Zayas vieron la luz bajo la firma de Sánchez Valdivia.

Me han matado, no es nada

El 18 de noviembre de 1896, el paso de La larga, perteneciente al actual municipio de Taguasco, se vistió de luto. Después de alrededor de 1 080 acciones combativas,  Serafín cayó frente a su tropa. Sin pegar el cuerpo al piso ya que los brazos de su hermano Tello Sánchez y José Ignacio, otro mambí, le socorrieron, expresó instantes antes de morir: «Me han matado, no es nada, sigan la marcha».

Con el dolor de perderlo, la tropa, en cuadro apretado, trasladó el cuerpo rodeado con una bandera cubana por varios potreros hasta llegar a la finca Las Olivas, cerca del río Jatibonico del Sur. Lo sepultaron junto a una cañada, un túmulo de piedras, una cruz, un cercado rústico, lágrimas y como ofrendas los grados militares de los oficiales que le acompañaron.

Allí quedó el cuerpo del Paladín de las Tres Guerras, bajo secreto absoluto. En 1900, su cuerpo fue exhumado y trasladado a Sancti Spíritus e inhumado con honores en la necrópolis de la villa.

De pie, con una estatura de un poco más de cinco metros y siete toneladas, con su traje de guerra y junto a su alumno Amézaga, se yergue una estatua del prócer insigne espirituano, que ha sido testigo de los principales hechos ocurridos en la ciudad que le vio nacer. Llegó hasta ese pedestal que la historia le reservó en la década de los 80 del siglo XX, como una de las obras insignes de la recién fallecida artista de la plástica espirituana Thelvia Marín. El conjunto lo complementan nueve relieves en bronce que reflejan pasajes de la vida y obra del prócer.

Frente a esa obra se concentrará el pueblo espirituano el próximo 26 de Julio para conmemorar los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes en el aniversario 63 de esos hechos y confirmar la continuidad victoriosa de la marcha que proclamara el Héroe en el último minuto de su existencia.

Bibliografía:

Serafín Sánchez, un carácter al servicio de Cuba, de Luis F. del Moral Nogueras.

Héroes humildes y Poetas de la guerra, de Serafín Sánchez Valdivia.

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