El Papa departió animadamente con familias de toda Cuba. Autor: Gilberto Rabassa/Bohemia Publicado: 21/09/2017 | 06:18 pm
SANTIAGO DE CUBA.— Se le vio más de una vez emocionado, intenso, casi siempre sonriente, trocando por momentos la estricta discreción del protocolo en gestos espontáneos. Humilde en sus múltiples poses y maneras, elocuente y seductor por la fuerza ilustradísima de su palabra, todo el tiempo abriendo cauces al buen pensar de creyentes o no.
Y ya casi en su despedida, desde la ciudad de Santiago de Cuba, a pocos kilómetros de la Virgen que lo convocó cual un peregrino más, como el visitante conmovido al que lo abraza el deber de proferir las impresiones sobre un periplo intenso, pero emotivo, el Papa Francisco reverenció el cariño que habita en esta Isla: «Gracias, cubanos, por hacerme sentir todos estos días en familia, por hacerme sentir en casa».
Raúl acompañó al Papa Francisco en los minutos finales de su visita a Cuba. Foto: Estudios Revolución.
El Sumo Pontífice nos reveló su carisma y su autenticidad hasta el último minuto de su visita, en que el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro, lo despidiera al mediodía de este martes con afecto y con los honores oficiales correspondientes, en la losa de la terminal aérea Antonio Maceo, para la continuación de su gira en Estados Unidos.
Después de los honores militares, como cualquier hijo de vecino, tomó su maletín de viaje y abordó la nave, para cumplir la segunda etapa de este, su décimo viaje pastoral.
Y así se hizo patente también durante el encuentro con las familias, amoroso epílogo para su inolvidable paso por Cuba, que desbordó de calor y esperanza la Catedral santiaguera.
Un pueblo que cuida de sus niños y sus abuelos tiene el futuro asegurado, les había dicho, alegre, animoso, instantes antes de bendecir a la urbe desde el atrio de la Catedral, ocasión en que, como parece ya su costumbre, había pedido a los congregados que rezaran por él.
Foto: Vladimir Molina/PL.
Su última jornada en tierra cubana había comenzado temprano en la mañana, en la Basílica Menor del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, donde su Santidad ofició la tercera y última de las misas en la Isla.
Foto: Gilberto Rabassa/Bohemia.
Ante representantes de pequeñas comunidades sin templos de todo el país, y misioneros, sacerdotes, religiosos y laicos que las han evangelizado —congregados en el interior de la iglesia y la plaza contigua—, el Papa Francisco insistió en la pertinencia de una iglesia que sepa acompañar todas las situaciones de su gente, comprometida con la vida, la cultura y la sociedad.
Foto: Yaciel Peña de la Peña/AIN.
«Como María, queremos ser una Iglesia que sale de sus templos, de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad», dijo.
Foto: Jorge Luis González/Granma.
«Este es nuestro cobre más precioso, esta es nuestra mayor riqueza y el mejor legado que podamos dejar», insistió el Obispo de Roma durante la celebración eucarística que, por vez primera, oficiaba un Papa en el Santuario Nacional, y a la que asistió Raúl Castro, acompañado del Primer Vicepresidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, entre otros dirigentes.
El Presidente cubano, Raúl Castro, asistió a la Santa Misa en el Santuario de El Cobre. Foto: Estudios Revolución.
Con la misa, en la que destacó que la Patria cubana nació y creció al calor de la devoción a la Virgen de la Caridad del Cobre, el máximo representante de la Iglesia Católica dejó inaugurado el Año Jubilar Mariano por el centenario de su proclamación como Patrona de Cuba.
Foto: Roberto Suárez.
En un momento de especial simbolismo, el arzobispo de Santiago de Cuba y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, Monseñor Dionisio García Ibáñez, acompañado por niños santiagueros, entregó al Sumo Pontífice una copia del manuscrito de la petición hecha al Papa Benedicto XV con tal propósito, por un grupo de 2 000 veteranos, encabezados por los generales Jesús Rabí y Agustín Cebreco.
Al concluir la celebración, cuya música derrochó otra vez cubanía desde los sones, guajiras y danzones interpretados por los coros Diocesano y del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, su Santidad salió al atrio de la iglesia, desde donde bendijo al pueblo del bucólico poblado que, congregado a la entrada de la misma y a ambos lados de la calle que conduce al Santuario, le tributó un cálido y respetuoso saludo de despedida.
A bordo del auto panorámico, y acompañado de su séquito, el Papa Francisco partió al filo de las nueve de la mañana hacia la ciudad santiaguera, en cuyas arterias centrales lo esperaba un mar de pueblo dispuesto a tributarle, en nombre de toda la nación, las más disímiles muestras de cariño, respeto y hospitalidad, como saben hacer los hijos de este lado cubano, gesto que su Santidad reciprocó con saludos y alguna que otra parada de la caravana.
La Santa Misa en el Santuario Nacional de El Cobre se distinguió por la alegría. Foto: Calixto N. Llanes.
A lo largo de la Avenida de los Libertadores, Garzón, la emblemática Plaza de Marte, Aguilera, Santo Tomás, San Pedro... lo esperaban el paso lozano de la juventud desenfadada y el andar intenso de los hombres y mujeres que forjaron la historia santiaguera; los devotos de Santiago y lugares cercanos y el mulato de collares de mil colores... todos juntos, deseosos de expresar su admiración al Papa que los conmovió con sus ideas y posturas.
Poco después de las diez de la mañana llegó el líder de la Iglesia Católica al parque Céspedes. Tuvo ante sí todo el esplendor de la recién remozada Santa Basílica Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba, la primada de Cuba, de aportes imprescindibles a la identidad nacional, y el calor de una multitud que vitoreaba y coreaba su nombre mientras el auto bordeaba la Plaza y su Santidad Francisco besaba a una niña.
Luego penetró en la iglesia, donde lo esperaban familias de todo el país, con los que se mezcló, se tomó fotos, departió, y el tema Reina en el corazón del pueblo, interpretado por el Coro Diocesano y el Orfeón Santiago, conminaba a sembrar siempre amor para que nunca se apaguen la ternura y la verdad.
El Arzobispo de Santiago de Cuba le dio la bienvenida a una ciudad que, dijo, tiene identidad propia y se distingue por su amor a la Virgen, su acendrada cubanía y su hospitalidad y alegría.
En representación de los reunidos, una familia agradeció al Papa Francisco su preocupación por esta institución en todo el mundo, en especial por sus miembros más vulnerables, los niños y los ancianos, y saludó su defensa de la vida, del derecho de los padres a la educación de los hijos, y la necesidad del trabajo honesto para sostener dignamente un hogar.
«Terminar mi visita con este encuentro en familia es agradecer a Dios por el calor de gente que sabe hacer sentir en casa», recalcó.
La familia es escuela de humanidad que enseña a poner el corazón en las necesidades del otro. Las familias no son un problema, son una oportunidad que tenemos que cuidar, proteger, acompañar. Mucho se discute sobre qué mundo queremos dejarle a nuestros hijos: dejemos un mundo con familias, expresó su Santidad.
Como expresión de su sensibilidad y de la emoción que le provocó este encuentro, que lo reafirmó como Mensajero de la Misericordia, el Sumo Pontífice compartió entonces con las familias presentes y vivió momentos que conmovieron, como aquel en que dos niños lo detuvieron para fotografiarlo y fotografiarse con él, o cuando bendijo el vientre de las embarazadas, gesto que fue acogido con el prolongado aplauso de los congregados.
Bajo los acordes del Himno a Santiago Apóstol, desde el mismo corazón de la Ciudad Heroica, entorno de comienzos e iniciaciones, sonriente, bendijo a la urbe en sus 500 años de vida.
Pasaban entonces de las 11 de la mañana y la ciudad, agradecida, mostraba el intenso sol y calor sofocante que les son característicos y la Catedral, todos sus atributos de sitio fundacional de la nación cubana.
Acto seguido el Papa Francisco abordó nuevamente su auto y avanzó por las calles Santo Tomás, Trocha y Carretera del Morro, siempre acompañado por demostraciones de afecto y admiración popular, hasta la terminal aérea Antonio Maceo. Las mismas que bien darían para calificar esta gira como el viaje de la ternura.