En la tarde del 16 de abril de 1961 Fidel proclamó el carácter socialista de la Revolución. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 06:07 pm
Se cuenta que fue un domingo triste, de sol a intervalos. Muchas personas en la calle comentaban con ira lo sucedido. Las noticias daban cuenta de un hecho aciago. Con desconcierto se supo que el sorpresivo ataque del día anterior había causado muertos y no pocos heridos, por lo que no fue casual entonces que una multitud, en poco tiempo, se reuniera para el último adiós a las víctimas.
Por la habanera calle 23 transitó el cortejo fúnebre. Desde los balcones las banderas cubanas y las flores lanzadas al paso de los siete coches confirieron solemnidad y conmoción. Al llegar a la esquina de 12 se detuvo la silenciosa marcha. Y desde una improvisada tribuna un orador, convencido de lo crucial de aquel período, se dispuso a expresar mucho más que dolor por los caídos en los bombardeos del aeropuerto Antonio Maceo, de Santiago de Cuba, y los de Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños. Junto a las palabras de tributo, Cuba se declaraba ante el mundo.
Cuando en la tarde de aquel 16 de abril de 1961 Fidel proclamó el carácter socialista de la Revolución, el Gobierno que había triunfado dos años antes ya había dictado importantes leyes como la de Reforma Agraria, y un grupo bastante numeroso de jóvenes y adolescentes de todo el país enseñaban a leer y a escribir a los iletrados, incluso en los lugares más intrincados del archipiélago.
Se había iniciado una historia de caminos emancipatorios, que vendría a nutrirse de nuevas esencias con aquella declaración de principios de hace 54 años. A juicio de historiadores y estudiosos del tema, el discurso de Fidel en aquella hora de pesar constituyó un adelanto del camino futuro de la Revolución, con la anuencia de miles de hombres que, enardecidos, alzaron sus fusiles como confirmación del apoyo del pueblo al rumbo escogido.
Por la inédita ruta de la construcción del socialismo ha andado Cuba por más de cinco décadas. Y en ese bregar de constantes experimentaciones, sirviéndonos la mayoría de las veces como terreno de prueba y error, se ha preservado, como razón de cabecera, la soberanía popular.
El proyecto de país socialista hacia el que esta Isla sigue enrumbándose en las complejas coordenadas del siglo XXI no deja de afincarse sobre aquellas palabras de Fidel en las que concretaba que el nuevo proceso era de los humildes, para contar y hacer por ellos.
En medio de una actualización económica que implica grandes transformaciones estructurales, funcionales y jurídicas al socialismo cubano, orientado hoy hacia lo próspero y lo sostenible, le cabe el mayúsculo desafío de apostar con fuerza por una institucionalidad cada vez más fortalecida y coherente, capaz de dar respuesta a las necesidades y los condicionamientos que van de la mano de los nuevos tiempos.
Cuba se abre a una economía y a una sociedad más horizontal, menos vertilicalizada, con un mejor balance entre las atribuciones nacionales, locales y territoriales. Impulsa formas más socializadas de gestión de la propiedad, amplía el trabajo por cuenta propia o la pequeña propiedad personal o familiar, la apertura de cooperativas en el sector no agropecuario, la entrega de tierras ociosas en usufructo, el arrendamiento de locales estatales de servicios, y no ceja en dinámicas mejores para la empresa estatal socialista.
Con estas nuevas reconfiguraciones se alivian sobrecargas que por años pesaron sobre el Estado, que —vale decirlo con énfasis— sigue conduciendo, en nombre de la nación y del pueblo, los principales medios de producción.
Decía Fidel en el aniversario 40 de la proclamación del carácter socialista de la Revolución, al referirse a la Declaración de aquel día de abril de hace 54 años: «Era necesario y era posible. Lo hicimos en el momento histórico exacto y preciso, ni un minuto antes ni un minuto después, y fuimos lo suficientemente audaces para intentarlo».
Y es esta otra hora precisa para darle cuerpo y vida a cuanto toca hacer o cambiar. La actualización económica de hoy es garantía de la irreversibilidad y continuidad de nuestro socialismo y de la búsqueda de un mayor nivel de vida de la población, se expuso con fuerza en el VI Congreso del Partido.
En la céntrica esquina de 23 y 12, testigo de aquel domingo de abril, triste pero histórico, hace 54 años, y hoy de una ciudad en pleno ajetreo, que se mueve con pulso rápido por los entresijos de esta cotidianidad compleja, se aseveró lo que sería, y sigue siendo, camino y meta del hombre nuevo del que habló el Che. Y es esta fecha una invitación para volver a encontrarnos, como afirmara Fidel en abril de 1981: Hoy no venimos a conmemorar el 40 aniversario de la proclamación del carácter socialista de la Revolución; hemos venido a ratificarlo, hemos venido a volver a jurar». Ese ha de ser entonces el mejor acto de fe por nosotros mismos.