La educación cubana no tiene espacio para ingenuidades. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 06:06 pm
«Hacer trabajo político-ideológico en los escenarios actuales es concebirlo todo bien, planificar, ordenar y escuchar los planteamientos, identificar prioridades; no se puede improvisar», expresó Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el Seminario Nacional de Preparación del próximo curso escolar.
Al dirigirse a los directivos de Educación de todo el país, el también miembro del Buró Político del Partido llamó a erradicar ingenuidades y llevar a nuestros niños y jóvenes a vincularse a la historia y la cultura, a las raíces de nuestro país, ricas en valores y ética.
«Los avances que hemos obtenido en los últimos años en educación tienen que ver con que hemos escuchado a los maestros, sus insatisfacciones y las propuestas que nos han hecho», destacó.
«Se han desmontado las insatisfacciones en acciones para resolverlas. Los maestros dijeron que necesitaban más tiempo para superarse y eso hicimos; ahora hay que medir los resultados, porque no puede haber más problemas metodológicos; hay que ver en qué se está empleando ese tiempo», puntualizó.
Igualmente, se refirió a ciertos gustos de moda por productos seudoculturales, alejados de nuestras tradiciones, y argumentó que no se deben dejar espacios vacíos que puedan ser ocupados por paradigmas neoliberales.
Recalcó que en el nuevo escenario ideológico hay que desarrollar una plataforma política y pedagógica. «Los maestros tienen que asumir el papel de comunicadores, poner a los estudiantes frente a disyuntivas para que piensen. Y después persuadir, concluir la clase con argumentos.
«No permitamos vulgaridades en nuestras escuelas —dijo—; hay que educar en el buen gusto y preparar a las personas para que encuentren satisfacción en lo que hacen, se entreguen a causas dignas y nobles y rechacen el egoísmo».
Por su parte Abel Prieto Jiménez, asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, insistió en que a todo lo moderno no se le puede concebir como culto, pues algunos jóvenes asumen como fetiches argumentos de la industria hegemónica yanqui, y se interpretan como diversión y entretenimiento.
«Hay que formar en nuestros maestros y profesores una visión crítica del hecho cultural. No es prohibir, sino argumentar. Sería interesante explicar, quizá en la televisión, cómo se hace un reality show, y desmontar películas, series, porque detrás de algunas hay un colonialismo cultural. El entretenimiento, enfatizó, no es inocente».