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El pinar rejuvenece en San Felipe

Dos incendios consecutivos en la Meseta, durante marzo del pasado año, dejaron no solo miles de hectáreas arrasadas, sino también el reto de proteger el macizo con la aplicación de medidas preventivas

Autor:

Yahily Hernández Porto

CAMAGÜEY.— Yorbis Palacios Mifjan esperó, como de costumbre, pasar la Nochebuena de 2014 en familia, con una buena cena con olor a puerco asado.

Pero una noticia trastocó sus planes. «Desde el pasado 24 de diciembre estoy haciendo trochas cortafuego con mi buldócer en la Meseta de San Felipe», dice el joven de 34 años de edad, para quien la experiencia resulta bien dura.

«Es mi primera vez en la Meseta, y lo que he hecho aquí nunca lo había vivido, pues he abierto caminos que estaban desaparecidos, desde bien oscuro en la mañana, hasta el anochecer», recordó el obrero de la Empresa Constructora de Obras de Ingeniería No. 5 (ECOI-5).

«Es doloroso ver cómo aún se ven huellas negruzcas en los pinos y una vegetación dañada hasta en sus raíces por el fuego», expresó Palacios Mifjan, junto a sus compañeros de contingencia Gustavo Osorio Vasón y Jardenis Moreno González, quienes trabajan sin descanso en los 20 kilómetros que unen a Camagüey con San Felipe.

El joven Moreno González también tiene 34 años de edad; es natural del Batey de San Felipe y trabaja en la Empresa Forestal. Sus palabras describen un sitial en transformación. «Hacía mucho, como unos 30 años, que no se realizaba algo tan grande en la Meseta. Los buldóceres han penetrado en lugares donde muy pocas veces la técnica pesada había llegado, y hombres de toda la provincia están sudando la gota gorda día, tarde y noche», afirmó Moreno González.

Desde el corazón de una meseta

La Meseta de San Felipe se extiende a través del valle con unas 30 000 hectáreas de patrimonio forestal, cubiertas de plantaciones de coníferos (pinos) en casi su totalidad.

Los efectos de la situación económica durante el período especial, una buena dosis de abandono y el ensañamiento de un clima que redujo bruscamente las precipitaciones, año tras año, impactaron en la preservación del gigante silvícola, que solo cuenta con unas 7 000 hectáreas de bosque; 5 000 de plantación y 2 000 de regeneración natural.

Nelson Figueroa Morell, jefe del Servicio Estatal Forestal en Camagüey, explicó a JR que los incendios registrados desde 2002 hasta el presente han dañado aproximadamente unas 55 000 hectáreas, con reincidencia de siniestros en áreas ya afectadas, y fueron originados por la intensa sequía, la irresponsabilidad del hombre y otros factores como la tala indiscriminada de los árboles y el poco tratamiento silvicultural.

Argumentó el especialista que actualmente se trabaja en un Programa Especial de Desarrollo en la Meseta de San Felipe. «Este consiste principalmente en sembrar alrededor de 16 000 hectáreas de plantaciones intensivas y trabajar en el manejo de reanimación natural, hasta completar las 25 000 hectáreas previstas».

Desde esa perspectiva integral se implican en las labores de recuperación el Cuerpo de Guardabosque de Camagüey, los ministerios del Interior y la Agricultura, la Empresa Forestal Integral del territorio, el Servicio Estatal Forestal, 16 instituciones colindantes con el Valle y un centenar de tenentes responsables de sus áreas.

El rojo intenso de un verde pinar

Quien se adentra en las entrañas del macizo agramontino —uno de los más importantes del país— reconoce que los trabajos de protección van en serio. Sin embargo, la acelerada labor que reduce vulnerabilidades para la ocurrencia de siniestros no elimina totalmente el peligro que persiste en la Meseta.

Gerardo Alfonso Rabi, delegado de la circunscripción 107, en la comunidad de Cabeza de Vaca, en San Felipe, significó el esfuerzo de hombres y mujeres que hacen realidad el viejo reclamo de los vecinos de todo el valle.

Gerardo Alfonso Rabi.

«La comunidad está contenta y se suma a todas las labores de recuperación. San Felipe requiere de mucho por hacer, pues hay que mantener la labor silvicultural ante la maleza acumulada por décadas en los bosques, que son el material combustible de incendios», señaló preocupado Alfonso Rabi, quien además es presidente de la Zona de Defensa de esta localidad, integrada por los poblados de San Felipe, El Pinto, Cabeza de Vaca y Fundición. «Esto es una alarma bien roja para todos en el valle», acentuó.

Similares criterios de desvelo formularon Edelso Casa Saucedo y Yuneisy Martí Planché, quien es maestra de la escuela Cristina Girol, ubicada en esta comunidad.

«Estamos muy agradecidos —comentó la maestra Yuneisy Martí— porque nunca se había visto un cambio tan radical en San Felipe; hasta los niños se preparan para proteger el bosque, pero para mantener lo que se está haciendo es necesario controlar los accesos que existen en la Meseta».

Y es que en este pinar todo se complejiza, porque en su extensión colinda con cuatro municipios: Camagüey, Sierra de Cubitas, Florida y Esmeralda.

Para el vecino Saucedo, quien vive desde 1975 en Cabeza de Vaca, los incendios en la región pueden ocurrir no solo por el poco tratamiento silvicultural que han tenido por años los bosques, sino por los cientos de caminos, veredas, trochas y trillos que existen en sus colindancias, por donde penetra el hombre, incluso en vehículos sin matachispas.

Sin embargo, aclaró, «de lo que sí estoy seguro es de que el combate para sofocar posibles fuegos se realizará en mejores condiciones y en un menor tiempo».

Al respecto, Pedro Calero Díaz, director de la Empresa Forestal Integral de Camagüey, aseguró que su entidad no está ajena a estas situaciones de descontrol.

«Se rescatan los puntos de control forestal ubicados en las zonas de Cabeza de Vaca y Los Quemaditos, además de albergues para alojar a los movilizados que realizarán las labores silviculturales en el macizo, y puntos de observación establecidos en la Loma de los Tanques y en La Torre de los Joberos».

Agregó que se activan unos 20 puntos con comunicación para la vigilancia, protección y alerta temprana de incidencias en los accesos y colindancias del patrimonio forestal.

Puntualizó que se fiscalizan las entradas ilegales al valle y se realiza la compra de caballos para incorporar el patrullaje en las áreas del macizo.

Mientras se corta la maleza

En medio de los pinares, los cuales surgieron por la voluntad forestal del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la década de los 60 del pasado siglo, unos 150 hombres laboran en las fajas de trochas y caminos, quienes podan la maleza que sirve de combustible al siniestro.

Luis Alberto Silva, de 30 años de edad, perteneciente a la brigada silvicultural de la Empresa Forestal Integral Camagüey, tiene sus manos ampolladas por la ruda chapea que realiza, al igual que sus compañeros, durante más de 20 días.

«He cortado todo tipo de maleza —reconoció Silva—, pero con la intensidad con la que he trabajado aquí nunca lo había hecho, porque es muy tupida, gruesa e impenetrable», reflexionó ante el rudo marabú, que va cediendo al paso invariable de los macheteros.

Después de recorrer JR el extenso Valle de San Felipe, el pasado 20 de enero, casi cayendo la noche, desde la punta de la loma que da la bienvenida a la Brigada Contra Incendios Forestales divisamos un conjunto de hombres vestidos de verde olivo, quienes mantenían el mismo ritmo de trabajo.

«Estamos construyendo la caballeriza que protegerá los caballos para los patrullajes en las áreas de vigilancia y protección», destacó el guardabosque Iván Leyva Esquivel, con más de 25 años de servicio.

El coronel Benito Santos Tena Macías, jefe del Cuerpo de Guardabosques de Camagüey, corroboró a JR que para esta campaña contra incendios forestales, agropecuarios y rurales, se ha laborado intensamente en la etapa preparatoria, como en el tiempo transcurrido desde el inicio del período crítico, a principios de enero.

Reiteró Tena Macías que el peligro para la aparición de incendios está latente; no desaparece, porque se experimenta en esta etapa del año un déficit en las precipitaciones y se ha acumulado durante décadas material combustible en el suelo de San Felipe.

Agregó que al cierre de este reportaje se habían reparado nueve kilómetros del camino forestal que une al poblado de Cabeza de Vaca con San Felipe, y se abrieron otros 250 kilómetros de trochas cortafuego perimetrales e interiores; fueron transportados 4 500 metros cúbicos de rocoso, y se realizaron 563 viajes de camiones de volteo, que respaldan las labores de mantenimiento y reparación.

La aptitud de los combatientes se revela en un alegrón que muy pocas veces se les ha visto a los hombres del «fuego». «Para evitar siniestros como los de 2014 hay que proteger, para no tener que lamentar. Y esto es lo que nos tiene inspirados», afirmó Rafael Vega, junto a su compañero Raúl Rosales, guardabosques que permanecieron por casi un mes «tuteando» a las lengüetas de llamas, durante el fuego del pasado año.

San Felipe se recupera, pero aún falta mucho por hacer. «El tratamiento integral a las áreas demanda conocimiento, tiempo, recursos y mucha responsabilidad. Y si queremos que nuestros hijos conozcan este bosque, no queda otra alternativa que ponerle mucho sacrificio a esta tarea y exigirles a todos por su cuidado», reiteró el combatiente Juan Carlos Sayas, quien enfrentó bien de cerca los siniestros del año 2014.

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