Uno de los primeros pasos dados por Camilo Cienfuegos al llegar a la región central de Cuba fue unificar las fuerzas revolucionarias. Autor: Perfecto Romero Publicado: 21/09/2017 | 05:56 pm
YAGUAJAY, Sancti Spíritus.— «No pude negarme. En mi casa se respiraban los aires del Partido Socialista Popular. La única alternativa para despojar la pobreza e injusticias del campo cubano era la lucha armada».
A pesar de que han trascurrido 56 años del contexto histórico que inspiró esa frase, se dice con el corazón apretujado por lo que aún significa. Antonio Roig Santos no olvida aquellos años vividos en la casita de tabla, guano y piso de tierra en el poblado de Venegas, ubicado en el actual municipio de Yaguajay. El desalojo, la ausencia de escuelas y hospitales y una pobreza que corroía los huesos marcaron su infancia. Apenas aprendió a escribir su nombre, mas sí aprehendió los valores derrochados en aquel paraje por hombres como Félix Torres, Armando Acosta y Blas Roca.
Su integración a los desvelos revolucionarios no precisó, entonces, de fuertes convencimientos. Su madre adoptiva inspiró con su ferviente militancia al grupo de «chiquillos» que arropó con la más transparente humildad. Con poco más de 16 años Antonio se unió, junto a un hermano, a uno de los núcleos de la clandestinidad que operó en gran parte de la zona rural del referido municipio norteño de Sancti Spíritus. El grupo de 20 jóvenes acataban las órdenes que a través de Juan Cubilla orientaba Félix Torres.
«Comenzamos a colaborar recopilando donativos de ropa y zapatos para los guerrilleros que estaban alzados. Hicimos sabotajes y otras acciones. La dirección del Partido Socialista Popular no nos permitió integrarnos a la lucha armada hasta la batalla de Yaguajay porque éramos útiles en esas misiones», rememora con los ojos «empañados» de nostalgia y orgullo el abuelo de 82 años de edad.
El comienzo de un fin
La vida de Antonio Roig Santos encontró su verdadero sentido al ser protagonista de muchas de las acciones del Frente Norte de Las Villas. Foto: Lisandra Gómez Guerra.
Quizá el espirituano Antonio Roig Santos no imaginó que su accionar trascendería en el tiempo. Yaguajay, como toda la isla, vivía jornadas de efervescencia. La única vía de solución a los problemas de Cuba que se palpaba era la lucha armada.
Fue por ello que el 13 de marzo de 1958 se efectuó el levantamiento en la zona de El Río, en Mayajigua, bajo el mando de Raúl Cortiza. El pequeño grupo guerrillero, formado por más de una decena de hombres, se trasladó hasta Las Llanadas de Alunao y después hasta los montes de Vergara, donde estableció su campamento.
A partir de ese momento, rememora Roig Santos, los miembros de la guerrilla protagonizaron algunas acciones, aunque no todas cumplieron el objetivo previsto. La divergencia de criterios de los principales dirigentes provocó una disminución en el accionar militar en el territorio norte de Las Villas.
«La llanura yaguajayense fue tomada, en un período no muy largo, por dos grandes grupos. Una de las guerrillas estaba bajo la dirección de quienes pertenecían al Movimiento 26 de Julio y la otra bajo la de Félix Torres, atendida por el Partido Socialista Popular», añade el espirituano, reconocido con más de 30 medallas por su labor en diferentes sectores.
Los militantes del PSP y otros compañeros instalaron el campamento en la zona de Jobo Rosado. Allí se creó la columna guerrillera Máximo Gómez, la cual logró grandes avances como la impresión del periódico Unidad Rebelde. Se ampliaron, además, las redes de información de colaboración y de abastecimiento y se estrecharon los contactos con los obreros y campesinos de la localidad, así como se tomaron las vías de comunicación de Yaguajay con Meneses y Mayajigua.
Explica Antonio Roig que la columna Marcelo Salado, nombre con que se conocía el grupo del Movimiento 26 de Julio, también mantuvo una posición combativa contra el régimen de Fulgencio Batista y sus acólitos. Ellos protagonizaron la toma del poblado de General Carrillo y la quema de la glorieta del motel San José del Lago.
Pero la división se acabó en el mes de octubre. «Llegó Camilo y mandó a parar», dice mientras sonríe con mirada pícara, acaso porque desde aquellas jornadas de 1958 conoció al Señor de la Vanguardia y lo acompañó hasta su último viaje a Camagüey.
El legendario y más querido de los hijos yaguajayenses
El 7 de octubre de 1958 amaneció más temprano para la tropa del Partido Socialista Popular, acampada en Jobo Rosado. Hasta Yaguajay habían llegado los barbudos, muchos de ellos, salidos desde el mismo corazón de la Sierra Maestra. Más de mil anécdotas traían consigo, forjadas en su legendaria campaña de las montañas al llano, por cerca de 600 kilómetros de peligro, valentía y coraje. No eran intrusos: todos esperaban con los brazos abiertos al grupo guerrillero dirigido por el hombre de la sonrisa amplia.
«Camilo era insuperable. Hablaba con un poder de convencimiento increíble. Sentía tanto cariño y respeto por los campesinos que no necesitó muchas cartas de presentación. Se hizo enseguida uno más del pueblo de Yaguajay», describe Roig Santos.
Camilo Cienfuegos tomó medidas —expresa con gran énfasis en la voz, marcada por los años— para limar las asperezas existentes entre las dos fuerzas. Les explicó que era lo necesario y de esa forma organizó grupos operativos mixtos con hombres de las tres columnas para la realización de distintas acciones.
«Él y Félix Torres estrecharon una entrañable amistad. Reorganizó las tropas. Demostró su capacidad como estratega militar. Era muy fresco; siempre estaba en la avanzada en los combates. Una vez cayó en una emboscada por aventurarse entre los primeros. Era ejemplo de coraje y audacia», recuerda con un hilo de voz.
Tanto cariño no fue obra de la casualidad. Los miembros del Frente Norte de Las Villas y los pobladores de la zona idolatraron la figura legendaria hasta nombrarlo el Héroe de Yaguajay, tras la liberación definitiva de ese poblado.
Pero Camilo no solo enamoró, con su entrega a la patria, a quienes conoció en su paso por esa región central de Cuba. Más de una historia sobre él aún vive en el imaginario popular.
A él se le ocurrían tantas travesuras —rememora Roig Santos— que nos hacían olvidar los difíciles momentos de la lucha… La espontaneidad selló su paso por la tierra de los mortales.
«Una vez le solicitó un práctico a Félix Torres y este le dijo: “No te preocupes. De aquí a un rato te envío a una persona”. Resulta que le presentó para que lo acompañara a su propio hermano, quien era un hombre bajito de estatura. Camilo al verlo le dijo: “¿Persona? Será personita…”. A partir de ese momento y hasta su muerte perdió su verdadero nombre y todos le decían Personita».
La eternidad de un héroe
Yaguajay recobró los colores a partir de enero de 1959. Poco queda de aquellos años en que se gestó el Frente Norte de Las Villas. Atrás quedaron las jornadas de abusos al campesinado que tanto laceraron la niñez del espirituano Antonio Roig Santos.
Solo coincide en ese terruño la veneración hacia aquellos hombres que propiciaron el desalojo de la tiranía, bajo la guía del eterno Comandante del sombrero alón.
«Confío plenamente en un futuro mejor y eso significa que creo en la juventud, en una generación apegada a nuestras raíces, en hombres y mujeres que, como yo, fuimos testigos de un momento histórico definitorio».