Desde un cartel en la fachada de la Biblioteca Nacional José Martí, el Capitán de la clase obrera siente el estruendo de cientos de miles que se le acercan. Autor: Roberto Morejón Guerra Publicado: 21/09/2017 | 05:48 pm
Cuba amanece sacudida. La familia entera mira el reloj que marca la madrugada, abandona rápido la casa y se encuentra con los vecinos. Un murmullo invade las avenidas mientras las sirenas de los carros y los anuncios a través del megáfono indican una situación anómala, diferente.
Dicen los especialistas que nadie sabe a ciencia cierta dónde puede ocurrir un sismo, y mucho menos predecirlo. Sin embargo, desde el pasado febrero Raúl lo anunció en la clausura del Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y, como él mismo vaticinó, este Primero de Mayo está «temblando la tierra» en todo el territorio nacional.
La marcha de millones de trabajadores, campesinos, estudiantes, amas de casa, jubilados y amigos de diversas naciones confirma que vivimos un día atípico, no por un fenómeno adverso de la Naturaleza, sino por la voluntad de un pueblo dispuesto a hacer que vibre lo mejor de su fibra humana.
Esta vez no habrá zanjas oscuras en el camino, que quedaron en un pasado al cual no estamos dispuestos a regresar. Del interior de los cubanos brotan los mejores sentimientos y el apoyo firme a la causa de una Patria que se yergue como paradigma en el mundo, por ser defensora de los derechos de los humildes.
Fue un día como hoy, hace exactamente 14 años, cuando en una demostración similar de júbilo, Fidel esbozó el concepto de Revolución. Y entonces también palpitó la Plaza y se estremeció el planeta. Sus ideas constituyen referente indispensable para comprender el camino y continuar siendo una isla independiente y soberana, solidaria con el resto de los pueblos y dispuesta a cambiar lo que deba ser cambiado, pero «por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos».
La CTC, como vanguardia organizada de los trabajadores, impulsa su labor con los principios defendidos durante más de 75 años de existencia. Cada cubano que marcha hoy lleva la guía permanente de Lázaro Peña, quien fogueó su espíritu en la fábrica, el taller y la lucha revolucionaria.
Desde un cartel en la fachada de la Biblioteca Nacional José Martí, el Capitán de la clase obrera siente el estruendo de cientos de miles que se le acercan, y sabe que este estremecimiento humano se multiplica en el trabajo, cuando hemos decidido hacer más próspero y sostenible el socialismo que él ayudó a edificar.
Hace unos días, mientras observaba su magnánima figura, pensé en lo que él y otros líderes que ya físicamente no nos acompañan, hubieran podido apreciar este Primero de Mayo. De seguro estarían satisfechos de ver su obra agigantada porque existen nuevas generaciones que transitan los senderos que ellos trazaron.
Lo que vivimos en estas horas de recuento y marcha unida rebasará la fecha. Quedará perenne en el espíritu individual y colectivo como una experiencia de aporte y compromiso con el momento histórico.
Cuba toda está impactada. El anuncio fue certero. La tierra tiembla y provoca un tsunami de pueblo por calles y avenidas. Nada hay que lamentar, porque el golpe retumba de entusiasmo, las olas salpican calor humano y el temblor, contra cualquier asomo de miedo, estalla por todo el mundo como una muestra más del heroísmo rebelde de esta Isla.