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Chispa de un tren que descarrila

Son muchos y probados los efectos nocivos del alcohol en la salud humana. Sin embargo, un sondeo entre jóvenes realizado por este diario arrojó que casi la totalidad consume bebidas alcohólicas; y lo más preocupante, que en algún momento de su vida las han ingerido de cualquier tipo, sin medir las consecuencias

Autores:

Nelson García Santos
Ana María Domínguez Cruz
Mayte María Jiménez
Eduardo Pinto Sánchez

Durante mucho tiempo había escuchado hablar del «lugar» de Pancho. Todos los días personas entraban y salían, siempre guardando o intentando disimular un bulto entre las ropas. «Hoy me entró tarde el material», aseguraba un poco molesto el hombre cuando los compradores llegaban para «degustar» un trago de ron.

Allí su dueño tenía tarifas para todos los precios. Nadie sabía cómo ni cuando llegaba el producto, solo que el punto siempre estaba abastecido. Durante años, en uno de los barrios más populosos de La Habana, Pancho vendió ron a granel en su «casa-almacén», donde se producía una bebida particular, y «clandestina».

«A veces estaba un poco aguado, o tenía un sabor un poco raro, pero la gente lo compraba igual. En lugares como este no todo el mundo puede comprarse una botella sellada, y hay que acudir a lo más barato si quieres darte un traguito», asegura un viejo consumidor.

Carlos, como ha pedido que lo identificaran para este diario, cuenta que durante más de diez años su vecino expendía ron a granel, que le traían, o que preparaba en su casa. No recuerda que haya sucedido algún problema con el producto, pero sí que en ocasiones los compradores se quejaban porque estaba muy «bautizada», o tenía un sabor raro.

Según confiesa, algunas veces el propio Pancho preparaba la bebida en su casa, con una dosificación que él conocía, porque cuando joven había trabajado en una fábrica de bebidas. «Durante el período especial la gente se puso a inventar muchas formas de obtener productos que escaseaban. Así se hacían ron, jabones, detergentes, y con el tiempo algunos lo dejaron como negocio».

Esta es una historia que se repite en otros barrios de la capital y el país, donde se produce bebida de manera artesanal.

¿Qué motiva a los consumidores frecuentes de bebidas alcohólicas a acudir a estas fuentes de suministro ilegal? ¿Cómo se «elaboran» estos productos y qué nivel de aceptación tienen? ¿Qué efectos nocivos puede provocar su ingestión? Estas son algunas de las interrogantes que condicionaron la presente investigación de JR, a raíz de la la intoxicación masiva por alcohol metílico, metano o «alcohol de madera» ocurrida en el Consejo Popular Balcón-Arimao, de La Lisa, que cobró once vidas.

Cómo, dónde y con quién

Como Pancho, otras personas en el país se dedican a ese tipo de actividad, ya sea para vender lo que otros sustraen de entidades estatales o para «producir» con sus propios medios la bebida, usando las más diversas formas y artilugios.

Uno de estos «productores», a quien podemos nombrar William, explica que para hacer ron en la casa se necesita el conocido alcohol de 90, «la madre», y la llamada vainilla alcohólica, productos que en su mayoría se obtienen «por la izquierda» de las fábricas de ron y las destilerías.

Otros como Olga (así podríamos identificarla) «aprovechan» los productos que se venden en las farmacias de medicina verde, como los champús antipiojos, y los «rebaja» hasta con agua de lluvia, o los «cuela». Hasta las lavadoras, o el movimiento continuo de un jarro a otro,  puede servir para «suavizar», hasta obtener el sabor y el olor específico.

Para Guillermo, un ingeniero químico profesional, la composición de sustancias como el ron debe ser debidamente asesorada, pues no solo la alteración de las dosificaciones puede ser peligrosa, sino los propios ingredientes.

«Pero muchas personas acuden a los vendedores clandestinos de bebidas, sobre todo, por un factor económico», apuntó.

Teresa, peluquera y contadora de profesión, sostiene igual tesis, aunque —advierte— «ello no es justificación, pues uno sabe a lo que se expone cuando compra en la calle productos que no tienen seguridad».

Antonia, de quien tampoco reflejamos su nombre real, asegura que la fuente de abastecimiento del alcohol de 90 en muchos barrios es de laboratorios y farmacias de medicina verde. «Llega el camión del alcohol y enseguida aparecen algunos del barrio que “ayudan” a cargarlo y compran galones. Algunos almaceneros y farmacéuticas  realizan en muchas ocasiones este tipo de desvío para aumentar sus pesitos, pero sin meditar en otras consecuencias.

«Hasta para el vendedor de bebidas ilegales es más barata su “producción”, pues de una botella de alcohol, en dependencia del por ciento, pueden salir tres o cuatro botellas de ron. Nunca va a tener el mismo sabor que el que se vende de manera legal, pero quien ya está alcoholizado, muchas veces no se satisface ya con este y busca aquel».

Datos que hablan

Sin embargo, no solo las bebidas «profanas» son perjudiciales, aunque ciertamente dañen más.

Con ánimos de conocer criterios y tendencias en relación con el consumo de bebidas alcohólicas entre los más nuevos, incluyendo las ilícitas, desde qué edades y bajo qué argumentos, este diario hizo una pesquisa en tres provincias del país, que agrupó a 105 jóvenes de disímiles profesiones, de los cuales 71 eran hombres.

El sondeo arrojó que casi la totalidad de la población entrevistada consume bebidas alcohólicas, la mayoría hombres. Sobre el tipo de bebidas que ingieren, todos los encuestados manifestaron que en algún momento de su vida han consumido bebidas alcohólicas de cualquier tipo, casero o industrial.

En menor medida, los entrevistados refieren que solo consumen este tipo en ocasiones, y solo cinco mujeres respondieron que nunca lo hacen.

Una gran parte de los encuestados plantea que ingieren bebidas alcohólicas preferiblemente los fines de semana. Más de la mitad expresó que lo hace porque le gusta; no pocos señalaron que al hacerlo se sienten parte del grupo social al que pertenecen, pues «no desentonan», y la minoría comentó que beben para experimentar sensaciones diferentes.

Solo 12 de las personas encuestadas plantearon que en su hogar existen alcohólicos que consumen diariamente cualquier tipo de bebida, lo cual ha provocado rechazo en la familia, porque ellos se resisten a acudir a centros de salud donde les pueden brindar ayuda especializada.

Carmen, licenciada en Ciencias Sociales y residente en la capital, señala que consume bebidas alcohólicas con muy poca frecuencia, habitualmente en fiestas, siempre y cuando sean bebidas suaves, como vinos y licores.

«Cuando quiero comprar una de estas bebidas voy a las tiendas, porque les tengo más confianza a estos establecimientos, aunque algunos amigos me han comentado que los vinos caseros son muy buenos también. Sé que hasta la cerveza puede ser re-envasada, pero me siento más segura si compro una botella que esté sellada por la industria», afirma.

Este peligro lo alerta también Sonia, una joven técnica en Informática. Sostiene que ingerir bebidas alcohólicas nunca es seguro. «Solo las pruebo en alguna fiesta para departir con los demás, pero con cordura, pues me gusta tener control, y el alcohol puede hacer que lo pierda. Además, para divertirse lo mejor es estar consciente de todo», señala.

Un veinteañero de Santiago de Cuba, trabajador de Servicios Comunales, asegura que «casi todos los días tomo uno o dos tragos que algún socio del trabajo trae y compartimos cuando terminamos de chapear. A mí me gusta tomar, no lo niego, pero la mayoría de las veces lo hago porque me invitan, y prefiero el ron que casi siempre aparece a granel. Pero no escojo mucho, tomo lo que venga y me guste; claro que sé lo malo que es el ron, pero si piensas en eso, entonces no tomas».

Sin embargo, la mayoría de los encuestados, sin distinción de sexo y edad, prefiere la cerveza; luego siguen en número quienes consumen ron y vino industrial, y en menor medida se encuentran los que ingieren ron a granel, vinos caseros y otras bebidas como menta, whisky y licores.

La opción considerada más segura para adquirir la bebida que van a consumir, sea cerveza, «Planchao», vino, ron o vodka, entre otras, es la tienda en divisas, aunque un gran número asegura que lo hace en aquellas que ofertan estos productos en moneda nacional.

Para Omar, técnico en Gestión Económica, la bebida es algo que le gusta en su casa los fines de semana. «Nos reunimos un grupo de amigos para jugar dominó y pasar el rato. No confío en las bebidas caseras, por eso compramos cerveza en moneda nacional, que es lo más asequible de acuerdo con los salarios», afirmó.

Armando señala que toma de todo, «pero lo que más me gusta es el ron, incluido el “chispa de tren”, y lo he comprado en diversos lugares. Sé que si se trata de consumir bebidas alcohólicas con seguridad es importante conocer su procedencia, contrario a todo lo que yo hago. Es mejor adquirirlas en las tiendas, pero resulta más barato si son artesanales».

Es común encontrarse con quien ha consumido bebidas alcohólicas hechas en casa, sobre todo si se trata de las mentas, las «lechitas», vinos caseros y licores, pero en el caso del ron son menos las respuestas positivas.

Tomo porque...

Para un estudiante de Ingeniería en la Universidad de Oriente, tomar alguna bebida sirve para espabilarse un poco después de tanto estudio. «Cuando entré a la carrera yo no tomaba tanto, pero me fui acostumbrando con los demás. Nunca he tomado «walfarina», alcohol colado o cualquier invento. Siempre compramos una botellita en una casa de gente seria y nunca hemos tenido problema».

El grupo de amigos, las fiestas familiares o con compañeros de trabajo, los juegos de dominó y las salidas a discotecas, entre otros, son los ambientes más propicios para consumir bebidas alcohólicas, según el consenso de los encuestados, de los que no pocos reconocen que comenzaron a «probar» para sentirse parte de un grupo.

Un adolescente de 15 años, estudiante de una escuela de oficios en Santiago de Cuba, afirma que «tomo con mis amigos cuando salimos por la noche; el ron lo lleva uno que tiene plata para eso y todos nos “enganchamos” de esa botella; eso le gusta a las muchachitas».

Yamilé, estudiante universitaria de La Habana, asegura que empezó a tomar con sus amistades del Preuniversitario cuando salían de pase los fines de semana, para estar acorde con el grupo. «Me di cuenta que no me gustaba y me hacía sentir mal, mareada, vomitaba y no disfrutaba del momento. Ahora tomo en las discotecas, en las fiestas o cuando voy con mis amigos a la piscina son traguitos preparados, como la sangría y la crema de vie, que no me provocan tanta reacción».

Su coterráneo Jorge, de 38 años, refiere que aprendió a beber con quienes sí sabían discernir una buena bebida de una de mala calidad. «Por ello puedo decirte que en los bares puedes tomar cualquier cosa y no te das cuenta si no conoces el olor y el sabor característico de cada bebida. Lo que se expende en centros estatales también puede estar adulterado».

Todos los encuestados, bebedores frecuentes de este tipo de bebidas o no, sin embargo reconocen los efectos negativos del alcohol. Manifiestan que se afecta la calidad de vida, la salud y que, además, los seres queridos sufren mucho.

«En mi casa acostumbramos tomar vino en las comidas por una tradición de la familia de mi papá; ellos aseguran que tiene beneficios digestivos», comenta una estudiante de Medicina de Santiago de Cuba. «Se lo compramos a unos vecinos que se dedican desde hace años a elaborarlo a partir de diferentes frutas. A mi familia no le gusta el ron ni la cerveza, y sabemos que al final siempre le provoca algún daño a la salud».

¿Camino sin salida?

Estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en relación con el consumo nocivo de bebidas alcohólicas reflejan que este causa 2,5 millones de muertes cada año.  Se registra además que son alrededor de 320 000 jóvenes de entre 15 y 29 años de edad los que mueren por causas relacionadas con el consumo de alcohol, lo que representa un nueve ciento de las defunciones en ese grupo poblacional.

Las consecuencias de un consumo irresponsable de alcohol no solo se reflejan en la salud de quien bebe, sino en la ocurrencia de accidentes de tráfico, suicidios, actos de vandalismo, violencia, divorcios y separaciones, con su trágica incidencia en la educación de los hijos y su rendimiento escolar.

En su libro Clínica y terapéutica de las adicciones para el médico general, el psiquiatra Ricardo González Menéndez, jefe del Servicio de Adicciones del Hospital Psiquiátrico de La Habana, refiere que la categoría alcoholismo, con la consiguiente inclusión de dicha toxicomanía en el ámbito médico, se utilizó por vez primera en 1849, cuando el doctor Magnus Huss acuñó el término en un contexto en el que Suecia era el país de mayor consumo de bebidas alcohólicas en todo el mundo.

Muchos son los mitos que se le atribuyen al alcohol, agrega el galeno. «Los hay relacionados con la mejora del rendimiento sexual, una mejor adaptación al frío, valores alimenticios o la certeza de que solo se dejan abatir por él quienes son débiles de carácter.

«Todos son falsos, y es triste que las investigaciones arrojen que la edad promedio de iniciación de su consumo sea de 12 años, cuando sabemos que un adolescente tiene mucho todavía que transitar para conformar su personalidad».

De una etapa de consumo de riesgo se pasa a otra en la que el consumo ya es perjudicial, explica. Luego, en el peor de los casos, se transita hacia la dependencia.

«Podemos evitar convertirnos en víctimas del consumo de bebidas alcohólicas, sobre todo si nos percatamos que deja de ser una actividad puramente social o de fines de semana, y cuando percibimos los cambios que genera sobre nuestro comportamiento; sobre todo cuando comprobamos que además de provocar daños a nuestro organismo está también afectando a quienes nos rodean y nos quieren».

Insomnio, dolores de cabeza, temblores, convulsiones, depresión, celos enfermizos, alucinaciones, y en casos más graves falta de fuerza muscular, calambres y dolores en las piernas y los brazos, conforman el cuadro típico de la polineuritis alcohólica.

Lesiones sobre el hígado, provocadas tanto por el efecto tóxico directo del alcohol como por los trastornos de nutrición; úlceras gástricas y duodenales, cáncer gástrico, de boca y esófago, y daños en el páncreas son también resultado de la dependencia al alcohol, al igual que la arteriosclerosis temprana, la hipertensión arterial y el infarto del miocardio y trastornos vesicales, entre otros.

Son muchos y probados los efectos nocivos del alcohol en la salud humana, y pueden duplicarse o triplicarse si se trata de bebidas cuyos componentes están adulterados, expresa González Menéndez.

Mejor no empezar

El consumo irresponsable de alcohol por vía legal o ilegal provoca tanto daño económico como el que determinan todas las drogas ilegales juntas, afirma González Menéndez. «Lo peor en nuestra sociedad es que se es muy tolerante al consumo de esta sustancia que, superando ciertos límites, modifica la conducta del individuo», agregó.

Para la psiquiatra infanto-juvenil Idelys Clavero Ariz, especialista de Salud Mental y Adicciones en el Centro Nacional de Promoción y Educación para la Salud, es en el ámbito familiar, escolar y comunitario donde se debe «sembrar» la idea de que es mejor no empezar.

Desde disímiles estrategias educativas debemos romper con ese comportamiento que asocia al alcohol con la diversión, sobre todo en la adolescencia, subrayó. «El alcoholismo es uno de los problemas de salud más importantes a nivel mundial, y por ello es tan necesario el trabajo de formación y capacitación de nuestros educadores y promotores de salud en cada territorio, para lograr el intercambio directo, más personal».

La doctora destacó la existencia del servicio confidencial de consejería que se brinda a través del 103, ya sea para orientar a quien solo desee acceder a una información o a aquel que busca ayuda a partir de su consumo de riesgo.

«Realizamos festivales recreativos en las comunidades de riesgo y diversos proyectos comunitarios que desde el arte y la cultura física, por ejemplo, fomenten una toma de conciencia en torno al fenómeno. Además, médicos, sociólogos, psicólogos y otros especialistas desarrollan capacitaciones intersectoriales e investigaciones cualitativas que complementan el diagnóstico de consumo en los territorios de riesgo, como en La Lisa, donde ocurrió el fatídico hecho.

«Se necesita del empeño colectivo para tener una sociedad cuyo consumo de alcohol sea responsable y que, sobre todo, no la ponga en peligro», añadió.

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