En el edificio ocupado por los revolucionarios tenían su sede varias estaciones de radio y televisión, y el control de sus emisiones significaba un revés para la tiranía batistiana. Autor: Archivo de JR Publicado: 21/09/2017 | 05:29 pm
Cinco y 45 de la madrugada del 1ro. de enero de 1959. El sonar constante del teléfono en casa de mis padres, con los que vivía, interrumpió el sombrío silencio del amanecer.
Tomé el auricular de inmediato. Era la combatiente de la lucha insurreccional del M-26-7 Esperanza Sanjurjo. Me anunciaba la precipitada estampida del asesino y ladrón Fulgencio Batista y Zaldívar y sus cómplices.
La hoy doctora Esperanza Sanjurjo me informó además de la intentona golpista en el campamento de Columbia, fraguada por la Embajada de Estados Unidos y el depuesto Batista, en contubernio con el traidor general Eulogio Cantillo Porra, y me comunicaba la orden del M-26-7 en las provincias occidentales, de encabezar un comando armado para arrebatarle al enemigo y ocupar inmediatamente la CMQ, Radio Reloj, los canales de televisión 12 y 2, Telemundo y controlar sus emisiones.
Las órdenes eran muy precisas: tomar por asalto esas emisoras y alertar y movilizar al pueblo sobre los sucesos ocurridos en el campamento de Columbia, y convocar a la huelga general revolucionaria por todos los medios de difusión, evitando los errores cometidos el 9 de abril de 1958.
También radiar de inmediato todos los partes, comunicados y órdenes del Comandante en Jefe Fidel Castro, recibidos por Radio Rebelde, y en especial ocupar incondicionalmente todas las instalaciones militares y civiles y sostenernos combatiendo en la CMQ hasta el último hombre si fuera necesario, hasta recibir los refuerzos en hombres y armas que la dirección del M-26-7 nos enviaría.
Cerca de las 6:30 a.m. tomamos la emisora, prácticamente sin necesidad de combatir, desarmando a la posta principal en la entrada de la calle M.
Tan pronto me puse el brazalete de mi organización, se presentaron los compañeros de la célula del 26 de Julio en la CMQ. Habían sido avisados anteriormente por mis superiores. Les ordené mantener Radio Reloj en el aire y cumplieron las orientaciones con rapidez y ayudaron en la defensa de la emisora.
Escribí y leí el primer comunicado, que fue difundido por Radio Reloj, con las instrucciones y en ese momento recordé al líder José Antonio Echeverría.
Nos encontrábamos minutos después custodiando la entrada principal con el Garand que le ocupamos a la posta, cuando irrumpió un auto negro que frenó violentamente a pocos metros de CMQ. Al creer que eran esbirros que iban a retomar la emisora monté el arma dispuesto a combatir. Los ocupantes del auto, cuatro o cinco, bien armados, al percatarse de mi brazalete rojinegro avanzaron gritando ¡Viva el Directorio 13 de Marzo! ¡Abajo Batista! El grupo, dirigido por Alberto Mora, subió eufórico la escalera y nos abrazamos fuertemente, ratificando así la unión entre ambas organizaciones.
El comandante Mora señaló que irían a tomar el Palacio Presidencial. Sin embargo, al comentar el hecho 40 años después con el comandante Faure Chomón, me explicó que ya conocía de este encuentro, porque Mora se lo había informado, pero en lugar de ir al Palacio habían tomado Radio Progreso.
Misión: apoyar al Che
Fui ascendido a capitán de milicias, ahora con una ametralladora Thompson 45, varios peines de balas y cuatro granadas. Me comunicaron que el Che se dirigía a La Cabaña, cumpliendo orientaciones de Fidel. Apoyarlo en todo era nuestra misión.
La ayuda en hombres y armas llegó a principios de la tarde: me sentí muy tranquilo, con la defensa del circuito ya bien organizada y la incorporación constante de gente del pueblo y de Resistencia Cívica. Establecimos barreras de contención en todas las entradas de la planta.
Cerca de las 12 meridiano, amotinados en el Castillo del Príncipe, nuestros compañeros del M-26-7 y otras organizaciones revolucionarias tomaron el penal. La presión del pueblo y sus familiares complementaron su liberación, y fueron tomadas las estaciones de policía y otras unidades represivas del régimen; pero aún estaban intactas y armadas las grandes unidades militares.
Mientras tanto, en la CMQ recibimos una llamada conminatoria del golpista general Cantillo desde Columbia. Nos pedía que les entregáramos pacíficamente la CMQ al comandante Boix Comas y sus oficiales, que ya estaban de acuerdo con Fidel en todo. Le dije que era un traidor y un miserable, que no tenía palabra de honor, que incumplió lo pactado con Fidel de evitar un golpe de Estado, entrar en componendas con la Embajada de Estados Unidos y permitir la huida de Batista y el resto de los asesinos. En nombre del M-26-7 le ordenamos que se rindiera incondicionalmente.
Después de anunciar que enviaría tropas del ejército para desalojarnos, colgó el teléfono. En espera del anunciado ataque, con el pueblo que se incorporaba, cubrimos con cocteles Molotov los techos de los edificios que rodeaban la emisora. Reforzamos las postas con las armas que anteriormente nos habían entregado, en especial con una ametralladora de trípode calibre 30, que situamos en el primer saliente del entonces hotel Habana Hilton, con lo que cubría toda la calle 23 y la calle M.
El traidor Cantillo liberó a Ramón Barquín, jefe de la conspiración militar conocida como «los puros» y al resto de los militares que cumplían condenas en el Presidio Modelo de Isla de Pinos. Envió un avión a buscarlos y a su llegada a La Habana le entregó el mando a Barquín, pues Fidel se había negado a establecer cualquier contacto con él. Barquín aceptó, cometiendo su primer error; nombró a sus subalternos y los mandos de las distintas unidades militares y policiales y realizó esto desconociendo al jefe máximo de la insurrección, quien tampoco quiso atenderlo.
De Verde Olivo
Al atardecer un grupo de la dirección provincial del M-26-7 nos entregó los primeros 25 uniformes verde olivo. Hice una selección entre los combatientes más veteranos y nos vestimos orgullosos y listos para entrar en combate.
Cerca de las 10:00 p.m., armados y uniformados, organizamos el batallón José Ramón Rodríguez en homenaje a este bravo compañero caído en la lucha clandestina. Con este batallón tomamos el castillo de La Punta, el Distrito Naval del Norte, La Chorrera, el Gobierno Provincial, algunos ministerios y la importante planta eléctrica de Naranjito, entre otros objetivos, hasta que se agotó el número de combatientes bajo mi mando. Ya para el amanecer del 2 de enero, la capital estaba en manos de la Revolución.
Solo le faltaba al Movimiento 26 de Julio tomar La Cabaña, y en horas de la noche del día 2 de enero nos presentamos con nuestros combatientes ante su jefe, el teniente coronel Varela Castro, que había sido designado pocas horas antes por Ramón Barquín. Le exigimos que entregara el mando de esta fortaleza a las fuerzas del M-26-7, pero se negó. En una violenta discusión le dije que si insistía en su posición intransigente la tomaríamos a la fuerza y que la sangre derramada sería de su entera responsabilidad. Por fin accedió a la entrega de la fortaleza al M-26-7 e inmediatamente izamos la bandera del movimiento en La Cabaña.
Escribí un informe para que se entregara al Comandante Guevara en cuanto llegara. En este le señalaba sobre la tranquilidad existente en la capital y que nos poníamos bajo sus órdenes. A las 4:00 a.m. del 3 de enero llegó el Che a La Cabaña.
Recibí una llamada de uno de los combatientes dejados en dicha fortaleza, quien informó que el Comandante Guevara partía hacia la CMQ. Organizamos el recibimiento. Lydia Doce, mi inolvidable compañera en la guerra, me había transmitido su enorme amor y respeto por el Che.
«Aprendiste lo más difícil»
Un auto gris frenó en seco frente a la emisora, el primero en bajar fue el Che. A ambos lados Harry Villegas (Pombo) y Hermes Peña, oficiales de su escolta. Se quedaron en el carro Aleida March, combatiente y futura esposa del Che, y el combatiente Alberto Castellanos.
Nos presentamos y comencé a rendirle el parte. Interrumpió: «Necesito hablar urgentemente con Camilo. ¿Llegó bien? Supongo que estás en contacto con él»… «Sí, Comandante», respondí. «Bien, llévame a tu puesto de mando».
Al pasar le presenté a los oficiales bajo mi mando, y a muchos artistas de la televisión y miembros del M-26-7. «Tan pronto hable con Camilo, quiero hablar con Fidel por Radio Rebelde»… «Desde luego, estamos en contacto con la Comandancia», le respondí.
Lo dejé solo en mi despacho, y cumplí su orden de llamadas. Sé que habló con Camilo y por último con Fidel. Al rato lo vi. Relajado. Sonrió por primera vez.
«Bien, ahora. Capitán vamos a ver si te has ganado los grados… ¿Cuántas armas y hombres tienes contigo?», preguntó, y siguió interrogándome sobre el armamento y el parque mientras recorríamos la emisora y realizábamos las presentaciones al paso y él respondía a los saludos del personal. Cuando quedó satisfecho, señaló: «Vamos a ver las postas». Se detuvo en la calibre 30 emplazada en la esquina de 23 y M. «Sí, está bien instalada entre la calle 23 en ambas direcciones y toda la calle M. ¿Fuiste militar?»… «No; yo no; mi padre sí. Combatió en España del lado de la República», respondí.
Después mi jefe me comunicó que por orden del Che me presentara a sus órdenes en La Cabaña, lo cual efectué a finales de esa misma mañana. El Guerrillero Heroico señaló como tarea principal ponerme al frente de un departamento por él creado, de Investigaciones, Búsqueda y Captura (de los asesinos personeros del régimen y chivatos). Trabajaría directamente bajo su mando. Y que seleccionara a un grupo no mayor de 25 compañeros, priorizando la incorporación de integrantes de miembros del 26 de Julio en la clandestinidad.
«Para que no te me acomodes, te nombro Gobernador Provincial de La Habana». Le repliqué que yo no sabía nada para ejercer cargo como ese. «¿No tomaste el Gobierno Provincial el 1ro. de enero?»... «Sí —le respondí—, pero no sé si…». Me interrumpió. «Ya aprenderás sobre la marcha; aprendiste lo más difícil: ser revolucionario».
El 4 de enero me señaló: «Asistirás en mi representación a la conferencia de prensa con el Bloque cubano de prensa en el Gobierno Provincial, a la cual no puedo asistir». Continuó: «Te acompañará el capitán Armando Acosta. Eso sí, nada de alardes bélicos ni exageraciones. Habla de la obra de la Revolución que tú conoces bien».
Así comenzaron mis encuentros con el Guerrillero Heroico.
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Integrante del Movimiento 26 de Julio en la clandestinidad y miembro de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana.