Yosdel Soto, investigador del área de Inmunobiología y presidente de las BTJ en el Centro de Inmunología Molecular desde 2008. Autor: Raúl Pupo Publicado: 21/09/2017 | 05:28 pm
«Toda nación que ansíe su desarrollo sabe que tiene en el quehacer científico uno de sus pilares fundamentales. Cuba está consciente de ello, sabe que necesita hombres —¡y mujeres!— de ciencia, capaces de llevar adelante investigaciones que le permitan satisfacer sus necesidades internas y crecerse en el mercado internacional».
Dicho así, parece que la joven Karina García, de 29 años, está en un podio, desde el cual intenta explicar la necesidad de llevar adelante iniciativas científicas.
Pero no es así. Está entre algunos de sus compañeros que, como ella, trabajan en el Centro de Inmunología Molecular (CIM) —institución que arribó a sus 18 años de creada el pasado 4 de diciembre—, y que además, son miembros de las Brigadas Técnicas Juveniles (BTJ), movimiento científico técnico de la Unión de Jóvenes Comunistas que hoy cumple 48 años.
Los jóvenes somos los que tenemos el futuro en las manos, afirma Karina, licenciada en Física. «Es en el trabajo científico, donde encontramos las soluciones para nosotros mismos, donde estudiamos e innovamos productos que serán empleados en el tratamiento de nuestros pacientes»,
Ella se siente orgullosa de trabajar en el área de investigaciones del CIM y de predecir, desde la modelación matemática, la respuesta del sistema inmune ante la combinación de distintos tratamientos y los efectos de nuevas terapias para tumores sólidos.
Es mi aporte diario desde la ciencia a un mejor país, dice Karina.
Convencidos de ello están los más de 300 000 jóvenes que forman parte de las BTJ en todos los sectores de la sociedad, y que son consecuentes con los preceptos trazados por el movimiento desde 1964.
Para Liset González García, presidenta de las BTJ, son ellos, los jóvenes, la esencia del movimiento; ese que sentó pautas 48 años atrás y que hoy mantiene vigentes sus propósitos de obtener resultados científico-técnicos que, como dijera Fidel, contribuyan a la construcción de la base técnico-material de nuestro socialismo.
«Hoy debemos atemperarnos al momento histórico que vive el país y, además, tenemos el gran reto de ganar más presencia en los diferentes espacios, sumar más jóvenes a las brigadas y lograr que, con su talento y creatividad, el país también gane.
«El uso racional de los recursos, la reducción de importaciones y el cuidado del medioambiente son prioridades que, para desarrollarlas, se necesita cada vez más de los jóvenes, a quienes las BTJ deberán llegarles más hondo para que se sientan parte de un futuro en el que ellos son los cimientos», añadió Liset.
El futuro en manos jóvenes
Un paciente aquejado de cáncer de pulmón, una señora que presenta una enfermedad cardiovascular, un niño que padezca anemia… todos ellos, en Cuba, se saben beneficiados. Viven en un país en el que el sistema de salud es de todos, y en el que además se desarrollan proyectos de investigación que permiten crear y producir biofármacos necesarios para el tratamiento de sus enfermedades.
«Esa es la misión principal del CIM, donde dirigimos nuestras investigaciones al enfrentamiento del cáncer y enfermedades crónicas no transmisibles, y en el que la mayoría de los más de mil trabajadores son jóvenes que intervienen en cada una de las fases del proceso productivo», explicó Yosdel Soto, investigador del área de Inmunobiología y presidente de las BTJ en el centro desde 2008.
Quienes trabajamos aquí, agrega, conocemos la importancia de nuestro trabajo y de buscar, constantemente, nuevas alternativas de terapia para los pacientes, como las ya obtenidas con los anticuerpos monoclonales para el tratamiento del cáncer, el Nimotuzumab y la Cimavax-EGF; la Eritropoyetina humana recombinante, para el tratamiento de anemias asociadas a insuficiencias renales y otros productos que aún están en fase de ensayo clínico.
«Somos más de 460 brigadistas en las 12 brigadas de las BTJ que existen en el centro, y muchos de nuestros jóvenes, graduados universitarios y de técnico medio, han sido galardonados en más de una ocasión con el Sello Forjadores del Futuro, distinción que entrega la organización a quienes se destacan, durante un año, en la creación científica», acotó.
El licenciado en Farmacia Arlhee Díaz, de 35 años —trabajador en el área de Comercialización—, es uno de los que en el centro ha recibido la distinción dos veces. Sabe que la industria biotecnológica cubana debe crecerse con innovaciones autóctonas, que le permitan al país resolver sus propios problemas, sobre todo cuando el impacto de la crisis mundial se hace sentir en cada esfera de la sociedad.
«El mercado internacional es complejo, pues otros países, cuya motivación principal es la ganancia monetaria, disponen de gran cantidad de recursos de probada calidad para elaborar sus productos. El reto de nuestra industria, y con los jóvenes científicos al frente, es llegar a los países desarrollados con nuestras producciones de alta generación, vacunas, anticuerpos, entre otros, que sean únicos en el mundo», afirmó Díaz.
«El sentido de responsabilidad que compartimos todos aquí como trabajadores y miembros de las BTJ es lo que permite que nuestros resultados científicos sean tan loables. Llegan muchachos que estudian sus carreras en el técnico medio y en la Universidad, realizan sus prácticas laborales en nuestros departamentos, aprenden del trabajo sensible que hacemos, con el que contribuimos a salvar vidas, y luego se sienten motivados a investigar, a innovar lo que saben que el país necesita», añadió la ingeniera química Yaismel Megret, de 29 años, del área de producciones.
«En un mundo tan desigual —añade Darien Toledo, de 29 años, trabajador del Grupo de Desarrollo del CIM—, y considerando además los efectos del bloqueo en nuestro país, es imprescindible estudiar, pensar, crear, se necesita “echarle mano a todo”, desde las BTJ y desde nuestros puestos de trabajo para ser esos hombres de ciencia y de pensamiento que el país necesita».