«Las regiones extremas del planeta son testigos de los éxitos de la revolución Mundial», dice Núñez Jiménez en su discurso pronunciado el 7 de noviembre de 1982, después de izar la bandera nacional. Autor: Granma Publicado: 21/09/2017 | 05:26 pm
Hace 3 000 años, los filósofos de la Grecia clásica concibieron teóricamente la existencia de un gran continente en la región meridional de nuestro planeta.
Ya en el Renacimiento, el hombre volvió a tener una imagen esférica de la Tierra y uno de ellos, el cartógrafo Oroncio, dibujó el Círculo Antártico y lo que es más sorprendente, el mismo continente de hielo.
A través de los mares del Sur, cientos fueron los científicos y pescadores que se acercaron a estas latitudes, y no pocos se disputaron el privilegio de ser los primeros en tocarlas. Los datos sobre el hecho son diversos, aunque la mayoría de los estudios otorgan el mérito al explorador noruego Roal Amundsen, quien llegara hasta allí en 1911.
Lo cierto es que el también llamado sexto continente sigue siendo una gran interrogante para el hombre, que apenas ha logrado desandar los más de 14 000 000 de kilómetros cuadrados que lo componen.
En busca de esos misterios, salieron dos cubanos el 25 de octubre de 1982. La ansiedad por lo desconocido y la pasión por la aventura acompañaron a Antonio Núñez Jiménez y Ángel Graña González, en cada uno de los 25 000 kilómetros recorridos de La Habana a la Antártida.
Tres décadas después, Graña, actual vicepresidente de la Fundación Antonio Núñez Jiménez, regresa al instante en que al descender del IL-18 de Aeroflot, quedó enterrado hasta las rodillas en aquella gigantesca alfombra blanca que se extendía ante sus ojos. Tocaba la nieve por primera vez. Era verano y el termómetro marcaba -15 ºC en la Estación Soviética Maladiovsnaia.
Retrospectiva de una noticia
Como todos los lunes, el 18 de octubre de 1982 llegó temprano a casa de Núñez Jiménez, pero no era uno de esos días que se pierde en la cotidianidad, sino de los que habitan para siempre en el lado bueno de la memoria. Lo supo unos minutos más tarde.
«Núñez me hace seña para que entre y me pregunta la talla de gorra, camisa, pantalón, calzado… Al mismo tiempo, conversa por teléfono y a cada una de mis respuestas, le dice a quien está del otro lado de la línea: «Igual que la mía». Se despide en ruso y cuelga.
—Busca tu pasaporte que nos vamos para la Antártida, voy a terminar de desayunar y después te cuento —me dijo.
Graña no atinaba a nada. La frase se repetía en su mente.
¡Nos vamos para la Antártida!
Cuando logró reaccionar, ya tenía en las manos unos libros sobre el Polo Sur, instrucciones para los preparativos y una cámara de filmación que debía aprender a operar para registrar la hazaña.
En la tarde del 25 de octubre salieron desde La Habana para unirse a la XXVII Expedición Soviética a la Antártida.
A bordo del IL-62, Graña repasa una y otra vez los sucesos de la última semana, para asegurarse de que en verdad los ha vivido. No quiere olvidar ni un detalle.
«Después de hablar con Núñez me puse a buscar información sobre el lugar más frío de la Tierra. El miércoles fuimos al Instituto Cardiovascular para que el Director de ese centro asistencial nos hiciera un chequeo médico y nos enseñara las técnicas básicas de primeros auxilios. El 23 nos reunimos con el Comandante».
La bandera cubana que firmó Fidel
Cerca de las 11 de la noche, en el hogar de Graña suena el teléfono:
—Ven un momento a mi casa que mi amigo está aquí —le pidió Núñez.
«Al decir “mi amigo”, sabía que se refería al Comandante en Jefe Fidel Castro. Rápido me cambié de ropa y caminé las pocas cuadras que me separaban de su casa».
Fidel nos confesó: «Es una experiencia inolvidable lo que van a hacer ustedes, de verdad siento mucho no poder acompañarlos».
«Núñez le muestra la bandera cubana que desea izar en la Antártida y le pide que la firme. Sobre la mesa del comedor escribe en la estrella solitaria: “Fidel Castro Ruz, Cuba, 23 de octubre de 1982”. Logré tomar algunas fotos de ese momento histórico. Ya en la madrugada, el Comandante se retira dándole un fuerte abrazo a Núñez y me dice: “Tienes la responsabilidad de cuidarlo”».
Esa es la bandera cubana que ondea por primera vez en el continente helado, el 7 de noviembre, durante los festejos por el aniversario 65 de la Gran Revolución de Octubre.
Diez días en Maladiovsnaia (ver Video)
El primero de noviembre, a las 17:35 horas (de Moscú), el IL-18 de Aeroflot aterriza en la Antártida. Los dos exploradores cubanos han viajado 25 000 kilómetros hasta aquí, pasando por Shannon, Moscú, Sinferopol, El Cairo, Dijibuti, Dar es Salam y Maputo.
El avión es de color rojo; así será más fácil de localizar en caso de accidente. No utiliza los frenos (es peligroso) y sencillamente lo dejan correr por la pista de hielo hasta que se detenga por sí mismo, una vez que lo hace, regresa despacio hasta el aeropuerto.
«A pesar de la ropa siento frío; debo decir que no me puse el traje de piel, pues pensé que no haría falta, pero me doy cuenta que la ropa que nos dieron es para ponérsela toda y no una parte», recuerda Ángel Graña.
En las estaciones soviéticas de la Antártida los científicos se regían por la hora de Moscú. Quizá era un mecanismo para conectarse con los suyos y evitar la desorientación que provoca vivir seis meses de día y seis de noche.
«En esos inhóspitos parajes el frío cala los huesos pese a tanto ropaje. Los largos tragos de vodka y el exceso de comida que nos ofrece el camarada Volodia, a modo de “Medicin Medicin”, aunque nos parezcan exagerados, son necesarios.
«El paisaje es bellísimo; nuestras cámaras fotográficas y de vídeo no se quedan quietas. Pero duelen los oídos de tanta tranquilidad, tanto silencio».
Para animar las largas jornadas de los científicos, en la Estación Maladiovsnaia se escuchaban por el altoparlante música clásica, canciones de moda y hasta la voz grave de Nicolás Guillén.
«En la Antártida tienes que estar todo el tiempo con los ojos cerrados, o con espejuelos negros. Es tan blanco que no te deja ver.
«Los próximos días son de mucha actividad. Visitamos las instalaciones de la estación, vimos lanzar los cohetes meteorológicos e hicimos recorridos a la isla de Maioll, donde convivimos con los pingüinos adelias.
«Me emocionaba sentir el cariño y el interés de los soviéticos hacia la Revolución Cubana y Fidel. Adonde quiera que llegábamos, la gente pedía a Núñez que hablara de nuestro país y después venía una lluvia de preguntas.
«El 10 de noviembre, último día en la Antártida, fue también muy agitado. Preparábamos los bultos, aumentados por una buena cantidad de rocas que traíamos de muestra.
Salimos cerca de las cuatro de la mañana y el Sol estaba afuera desde hacía dos horas. Durante nuestra estancia siempre era de día. Sólo podíamos dormir gracias a las cortinas negras que colgaban en las ventanas de la cabaña número 13, donde vivimos con el famoso explorador Rurik Maximovich Galkin, jefe de la expedición. Una fuerte ventisca se sumó a la despedida de los camaradas en Maladiovsnaia.
«Ya de regreso en Maputo, con una temperatura mucho más agradable, me doy un buen baño con agua caliente que dura casi una hora. Les confieso que durante los diez días de nuestra estancia en la Antártida, no nos fue posible bañarnos».
Desde las páginas del periódico Granma, Cuba entera vivió cada detalle del viaje en seis reportajes publicados bajo la firma de Antonio Núñez Jiménez, entre el 19 y el 25 de noviembre de 1982. Aquella hazaña abrió las puertas a otros científicos cubanos que participaron en varias expediciones durante los años que siguieron.
Curiosidades sobre la Antártida
Con una superficie de 14 165 000 kilómetros cuadrados, la Antártida es el territorio menos conocido de nuestro planeta y se ubica dentro del Círculo Polar Antártico, correspondiente al paralelo 66º 33´.
La palabra Antártida viene de las voces griegas anti y arktikos, que respectivamente significan contra y septentrional, es decir, lo opuesto al Norte.
La temperatura media de esta región es de -17 °C, y la más baja, registrada en la Estación de Vostok el 21 de julio de 1983, es de -89,3 °C.
Los rayos solares no inciden en estos parajes como en el resto de la Tierra. Allí el año solo tiene un día y una noche, cada uno de seis meses de duración, lo que se debe a que el eje de rotación de la Tierra está inclinado, respecto al plano de su órbita alrededor del Sol.
La mayor cantidad de agua dulce del mundo, cifra que sobrepasa el 60 por ciento, se halla depositada en esas vastedades, así como el 90 por ciento del total mundial de hielo.
El tratado de la Antártida, firmado en Washington el primero de diciembre de 1951, dice en su primer artículo: «La Antártida se utilizará solo para fines pacíficos. Se prohibirán, inter alia (entre otras cosas), cualesquiera medida de carácter militar, tales como el establecimiento de bases militares y fortificaciones, la realización de maniobras militares y el ensayo de cualquier tipo de armas».
Aunque no existe población humana nativa, la presencia del hombre es constante en las más de 60 bases científicas de 30 países que funcionan. Además, cada año se incrementa el número de turistas que arriban al exótico continente blanco.