Busto de Julio Antonio Mella en Escuela Nacional de Cuadros UJC. Autor: Ernesto Mastrascusa Publicado: 21/09/2017 | 05:18 pm
Tan cerca de cumplir 109 años y aún parece resonar su voz a cada paso de la Escalinata. Y aunque el número sobrepasa la centuria, la imagen inevitable es la de un perfil joven, imponente, con cierta mesura que escapa a la letanía del tiempo. La instantánea que se me repite cuando lo evoco, esa que Tina Modotti capturó, me da la prueba de juventud eterna que siempre es Julio Antonio.
Nicanor Mac Partland. Así fue inscrito en el Registro Civil hasta que por su propia decisión tomó el Julio y el Antonio, con que Mercedes Bermúdez, esposa de su padre, lo bautizó en honor a San Antonio de Padua. El apellido Mella ocupó el sitio patriarcal, y se convirtió en el santo y seña para todas las generaciones.
Ese muchacho de silueta griega, supo temprano comprender la época que caminaba, y vio en su Isla las podridas escaras de enmiendas y engaños —acaso redundancia—, contra los que no temió lanzarse con palabra, ideas y puño. Desde la Universidad ya gestaba su interminable contienda: junto a otros compañeros de clase firmó un manifiesto donde los estudiantes de Derecho se oponían al nombramiento del general norteamericano Enoch Herbert Crowder como Rector Honoris Causa del centro de altos estudios.
Bajo el seudónimo de Lord Mac Partland, Mella escribía en Alma Máter, revista de la que fue fundador y que significó para los jóvenes pupilos la alternativa de una nueva voz, que desde entonces estuvo, como dicta hoy la publicación, comprometida con los destinos de Cuba y de sus hijos.
Mas la lección que con mayor fuerza me impacta cuando repaso cual texto escolar la cronología de sus actos es la de unidad. Una alianza de pensamiento y espíritu que recogía desde el afán de una sola América —«Ver unidas a las repúblicas hispanoamericanas para verlas fuertes, dominadoras y servidoras de la libertad, diosa. He aquí mi ideal»—, hasta el febril empuje revolucionario de la masa estudiantil, la universitaria y la del país entero.
Nació entonces la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), de la que fungió primero como secretario y luego como presidente, para sumar a cada alumno sin distinción, pero con el objetivo de luchar juntos por un ideal común: la independencia. Y con las palabras de tantos ya ensambladas en una comenzaron las batallas por la reforma universitaria, por expresarse en el Congreso Nacional de Estudiantes, por crear la Universidad Popular José Martí, y por hacer cumplir los derechos y deberes del estudiante a través de la declaración redactada por el mismo Mella.
La FEU late también hoy, cumpliendo con el ansia de unidad que ella significa, a 109 años del natalicio de su fundador, enfrentando nuevos desafíos. Y la voz de Nicanor, de Julio Antonio, no ha dejado de vibrar en la Escalinata que tanto desandó, invocando la imagen siempre joven, imponentemente sencilla.