El 25 por ciento del tiempo se dedica a los conocimientos teóricos en el aula y el 75 restante a la vinculación con los talleres o en diferentes obras. Autor: Cortesía de la Institución Publicado: 21/09/2017 | 05:17 pm
Sonríe con cierto orgullo en su mirada. No es para menos, como ella ha dicho, porque con sus manos ha tocado un proyecto singular que desmiente ciertos patrones de la sociedad en cuanto a la proporción hombres/mujeres en el caso de los oficios, tipificados en su mayoría para varones.
«En esta escuela todo es extraordinario. Nunca imaginé que, desafiando las tradiciones, hembras y varones pudieran matricular aquí cualquier especialidad según sus aptitudes individuales», cuenta la aprendiz de Pintura de Obra, Dayana Molina García, de primer año.
«Cuando empecé no era la idea que traía del oficio. No es pintar cuadros como conocemos, sino locales, fachadas, techos, hacer labor de carpintería o albañilería. La gente no se acostumbra a ver mujeres en esto. Andar con pinturas, lijas, herramientas o subida en andamios no significa dejar de lucir.
«Las clases y las prácticas son magníficas. Disponemos de profesores capaces de transmitir lo que aprendieron aquí. He participado en varios talleres. Tengo la posibilidad de ampliar mis conocimientos, y a lo mejor puedo estudiar el nivel superior de restauración».
Muy cerca de la Plaza Vieja, en Teniente Rey No. 15, entre Oficios y Mercaderes, es frecuente encontrar criterios como estos. Allí se alza una antigua casona con fachada de piedra del siglo XVII, convertida con los años en la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos, una de las cinco del país y única en la capital donde numerosos jóvenes empiezan como aprendices.
«El centro, cuyos trabajos de conservación realizaron los mismos estudiantes, tiene la misión de formar a obreros calificados en restauración de edificaciones de alto valor patrimonial y brindar a la vez una opción de capacitación y empleo a jóvenes desvinculados del estudio y el trabajo», explica el ingeniero Eduardo González Delgado, director de la institución.
Según afirma, el deterioro constante del patrimonio histórico artístico construido y el déficit de mano de obra calificada para asumir las tareas de recuperación, demandaban la existencia de una escuela como esta, donde numerosos muchachos, por vocación, se interesan por la restauración y no hallan para ello inserción en el sistema nacional de enseñanza.
Formación integral
De concepción rigurosa, la Gaspar Melchor de Jovellanos ha graduado en sus aulas a más de 800 obreros calificados en Albañilería, Vidrio, Cantería, Forja, Carpintería, Pintura de Obra, Plomería, Pintura Mural, Electricidad, Jardinería y Yeso, y en otros cursos donde se han habilitado las especialidades de Talabartería, Hojalatería y Arqueología.
El tiempo de duración del curso es de dos años. El 25 por ciento del tiempo se dedica a los conocimientos teóricos en el aula y el 75 restante a la vinculación con los talleres o en diferentes obras para alcanzar así el título de Obrero Calificado en Restauración.
«Dentro de las acciones formativas se planifican visitas a museos, exposiciones, conferencias y eventos que tributen a la identificación de los educandos con el entorno donde se desarrollan. Asimismo el centro propicia que después del horario de trabajo continúen estudios de Enseñanza Media Superior, para que simultáneamente adquieran un buen nivel profesional», explicó el director.
Las especialidades de cada curso se abren indistintamente de acuerdo con la demanda laboral existente en la Oficina del Historiador, lo que garantiza a los estudiantes un empleo seguro en empresas constructoras, gabinetes de restauración u otros centros afines.
Una vez graduados e insertados en sus entidades, pueden optar por la Licenciatura en Restauración. «Una carrera que incluye todas las especialidades del centro. También en el Colegio Universitario San Gerónimo se imparte la carrera de Preservación y Gestión del Patrimonio Cultural».
Una función social
Además del propósito formativo de rescatar antiguos oficios, muchas veces desconocidos por la nueva generación y que actualmente son necesarios, la Escuela Taller cumple otras funciones.
«Es un proyecto humanitario con un gran sentido de pertenencia y muy en función de los desafíos que hoy tiene el país económicamente. Este es nuestro modo de integrarnos a esa política, pues cada dos años vuelven a la sociedad un grupo de jóvenes formados en una actividad importante», subraya González Delgado.
El centro luchó por encontrar viejos maestros y enrolarlos en el plan de estudios de la institución. «Vinieron ancianos retirados y maestros en sus oficios, quienes pusieron su sabiduría al servicio de una nueva legión de obreros y estuvieron en la educación mientras sus capacidades físicas lo permitieron. Luego dieron paso al relevo, precisamente jóvenes aventajados egresados de la misma escuela», resaltó.
Fue difícil también adquirir la bibliografía, reconoce Alberto Chia Collazo, del claustro de profesores y jefe del Departamento de Pintura Mural. «Hubo que realizar una búsqueda detallada para conformar la literatura básica. Hoy, gracias al avance tecnológico, la escuela ha ampliado los textos de cada asignatura, y el Ministerio de Educación nos asesora en planes de estudio, de trabajo y resoluciones, aunque no respondemos directamente a ellos».
Desde sus protagonistas
Para Néstor Ferrer Fernández, estudiante de Plomería, esta escuela es una de las mejores opciones para los muchachos que sienten atracción por los oficios y hoy están sin hacer nada. «No quedan desvinculados, hacen un bien a la sociedad y sobre todo a nuestro patrimonio».
Refiere que la calidad de las clases es excelente a pesar de la juventud de los profesores, quienes buscan la manera de incentivar la curiosidad. «Aquí también se hacen buenas amistades; te corrigen hasta los hábitos y la educación formal. Aprendes de todo».
«Estudiaba Medicina, pero siempre me gustó más el arte, las pinturas… En cualquier lugar es vital la práctica; por ello la iniciativa de unirnos en la producción de obras y restauradores es apropiada», relata Rosali Morales de la Rosa, de Pintura Mural.
«Aquí los jóvenes nos superamos y contribuimos con el país. Me siento satisfecha de ver cómo las personas visitan esta zona y sus ojos quedan asombrados por la luminosidad que prima en la parte más antigua de la urbe. También por saber que eso lo hicieron muchachos como yo».
Dayami Díaz Quintas, profesora del Departamento de Construcción, asegura que los docentes poseen un alto rigor científico y exigencia para con sus alumnos. «Los jóvenes les dan valor a las especialidades a pesar de no ser universitarias. Aquí, al igual que en otras escuelas, se orientan tareas, ejercicios para la casa y se hace un trabajo diferenciado con los de mayores problemas».
Como explica Alberto Chia Collazo, generalmente los estudiantes que entran no saben sobre el oficio. «Lo primero que hacemos es incentivarlos a continuar en la escuela y acercarlos a la especialidad. Porque muchos cuando ven cuál es el trabajo se desmotivan. Pero este es un mundo inmenso».
Nuevos amaneceres
Siempre será poco lo dicho sobre la fortuna de los jóvenes de la Escuela Taller, si se tiene en cuenta que desde el 6 de abril de 1992 —fecha de fundación de la institución— ellos han puesto su esfuerzo en más de un centenar de valiosas obras arquitectónicas del Centro Histórico, como en otras áreas de la capital.
La Basílica Menor y Convento de San Francisco de Asís, el Palacio de los Capitanes Generales, la Plaza de Armas, la Catedral, las iglesias Ortodoxa Griega y Ortodoxa Rusa, y la colocación de tarjas conmemorativas y bustos, por solo citar algunas, hablan de la grandeza y dedicación de estos muchachos.
Como explicara su director, estas intervenciones han sido de manera integral, en las que participan todos los talleres y trabajan de conjunto con las empresas especializadas. «La huella de la mano de nuestros aprendices quedará por siempre en los más disímiles lugares de la capital.
«Hoy estamos inmersos en la transformación de los planes de estudio, y por ende de los programas formativos, así como en la inserción de cursos de Técnico de nivel medio en Restauración de Pintura Mural, Arqueología y Construcción y Restauración de Obras de Arquitectura.
«Además de constituir un sistema de escuelas formado por cuatro unidades docentes, las cuales tendrán no menos de 600 alumnos al finalizar este año, hemos coordinado con las direcciones municipal y provincial de Educación para recibir a jóvenes desmovilizados del Servicio Militar».
Al caminar por La Habana Vieja, hermosos detalles ocultos por la antigüedad se hacen visibles. Los jóvenes rebosan los viejos recintos, pues su misión es restituir fachadas, rehabilitar añejas puertas, ventanas y paredes; decorar techos, rejas, vitrales y hacer labor de jardinería y pavimentación. Gracias a ellos, descubrimos una nueva Habana.
Para estudiar en esta escuela debes:
Residir en La Habana, tener edades comprendidas entre los 17 y 25 años y presentar el carné de identidad. Tener noveno grado como mínimo y 12 en los casos de Pintura Mural y Arqueología. Presentar los certificados de graduado correspondientes. Someterse a un proceso de selección que comprende una entrevista, una prueba de ingreso de Español, Matemática e Historia y, al comenzar el curso, estar un mes a prueba, para verificar las habilidades en el oficio elegido.