El recién creado Circo Nacional de Venezuela, cuenta con jóvenes que luchan para dar a conocer internacionalmete la calidad de su compañía. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 05:04 pm
Confiesa Jonathan Marchán, entre risas y asombros, que cuando vio por vez primera un video de un espectáculo circense recordó El Principito, que había tenido en sus manos años atrás.
Aunque todavía hoy no logra explicar esa relación en su pensamiento, está seguro de que el afán por desentrañar el misterio fue lo que lo motivó a seguir aquella carpa descolorida que se paseó por su barrio natal en Maracaibo.
«Pedí trabajo allí con la intención de aprender, pero el color de mi piel fue el primer impedimento. No obstante persistí, y mientras vendía chocolates en las funciones, mis ávidos ojos captaban cuanto hacían los artistas. Así aprendí a hacer acrobacia en tela, a pesar de los obstáculos, y por eso pude unirme más tarde a los que entrenaban en Caracas y a lo que iban haciendo los artistas cubanos allá en Venezuela.
Para él la realidad ahora es otra. Luego de años de esfuerzo y dedicación, dejó de ser ese muchacho soñador de lo inalcanzable y puede enorgullecerse de sus resultados.
«Mi sueño es perfeccionarme cada vez más, sobre todo ahora que pertenezco a la compañía venezolana, luego de haber salido airoso en las audiciones. Hacerlo en tierra cubana ya para mí es una carta de triunfo», afirmó.
Coincide con Jonathan la dulce Daisy Carolina Moreno, quien con solo 18 años tiene la certeza de que su vida debe ser bajo una carpa, retándose cada vez más en sus acrobacias. Se siente volar cuando trabaja y a pesar de que no tiene alas, toca el cielo con cada movimiento.
Siendo tan joven y con tantos desafíos por delante en el mundo de las artes y del circo en particular, reconoce que debe trabajar muy fuerte.
«Cuando niña disfruté de las presentaciones de grupos de circo sociales como el de Fe y Alegría, y me vinculé a las clases como si fuera un pasatiempo, pero con mucha entrega. Luego me lo tomé más en serio y mi actual novio y yo comenzamos a trabajar juntos en los números de acrobacia mano a mano, guiados por la misma pasión por el circo y el deseo de ser cada vez mejores, ahora materializado en el apoyo que en esta Isla nos están brindando».
Y persiguiendo esa misma pasión está Jesús Piña, quien asistió en su tierra a muchos talleres de formación artística en diferentes centros de estudio con el objetivo de ser «uno de esos que hacen maravillas en el circo».
Sin embargo, sus metas crecieron. En nuestro país perfeccionará su técnica en gimnástica aérea, que es lo que más le gusta, pero además aprenderá las herramientas metodológicas y pedagógicas necesarias para ser profesor de futuros cirqueros.
«Debo ser un buen profesional por partida doble. Dar todo de mí en escena, como artista, y en el aula, frente a los que comparten el mismo sueño. Por eso aprovecharé mi estancia aquí, donde el prestigio alcanzado refleja la calidad de lo que se hace y se enseña, para estar a la altura de mis expectativas personales», comentó.
Jonathan, Daisy y Jesús integran el grupo de 15 jóvenes venezolanos que cursan estudios de superación en nuestro país desde agosto de este año y por un período de seis meses, como parte del intercambio cultural entre ambas naciones; y forman parte de los 35 que resultaron seleccionados en las audiciones para conformar el elenco estable de la recién creada Compañía Nacional de Circo de Venezuela.
Son los primeros en nutrirse de la experiencia cubana en arte circense para perfeccionar su nivel profesional y hacerse de los instrumentos indispensables que también les permitan transmitir lo que saben.
Regalo para el pueblo
Detrás de los grandes proyectos siempre han existido grandes sueños. El que guía el desarrollo de la República Bolivariana de Venezuela es el de existir para, por y desde el pueblo. Esa ha sido la razón de ser de las iniciativas trazadas por el presidente Chávez, entre las que se incluye la fundación de la Compañía Nacional de Circo en 2009, que además de ser la primera en Venezuela y en América del Sur, es la segunda en Latinoamérica, solo precedida por Cuba.
Se levantó una de las carpas con capacidad para 2 500 personas en una antigua arena de toros, perteneciente a las instalaciones recuperadas del otrora Nuevo Circo de Caracas, y ese fue el primer paso en Venezuela de las actividades pro arte circense dirigidas a la alegría y diversión de la población.
«Es la liberación de los espacios, para abrirlos al pueblo, al arte, a la cultura y al espectáculo nacional popular, bonito y bueno», expresó entonces Chávez.
La segunda carpa será itinerante, según explicó en aquel momento quien fuera ministro del Poder Popular para la Cultura, Héctor Soto, para que también en el interior del país se disfrute del sano entretenimiento de esta antigua actividad.
En el seno de la compañía funcionará una escuela que aunará el caudal empírico que sobre arte circense existe en el país y brindará preparación profesional sustentada en metodologías, experiencias académicas y mayor profundidad. Por ello el director de la naciente compañía, Darwin «Niké» García, dijo que por fin Venezuela tendrá un circo verdaderamente nacional que se utilizará como una herramienta de transformación.
Y si de sueños se trata, uno de los más relevantes de la Revolución Cubana ha sido siempre el de ser solidaria, compartir lo que tiene y concebir su futuro teniendo en cuenta a las naciones hermanas.
Puede ilustrarlo el Convenio Integral de Colaboración Cuba-Venezuela, que recientemente cumplió su primera década —firmado el 30 de octubre de 2000 por los presidentes de ambas naciones—, e incluye acciones en diferentes sectores como la salud, la educación, el deporte y diversas ramas de la economía.
Quienes prestan sus servicios en la tierra de Bolívar han recogido los frutos de ese sueño en el seno del Convenio, entre estos los que aspiran a dejar huellas en los corazones foráneos desde el arte, en el intercambio artístico de músicos, pintores, escultores, bailarines y en el apoyo que desde el punto de vista pedagógico ha brindado Cuba para la elevación de la calidad profesional de los estudiantes de artes en territorio venezolano, como parte de la Misión Cultura Corazón Adentro.
Por ello, a partir de la iniciativa de Chávez de crear la Compañía Nacional de Circo en tierra bolivariana, numerosos profesionales de nuestro país han viajado a Venezuela para impartir clases, talleres, conferencias magistrales y contribuir a la elaboración de los planes de estudio de las distintas especialidades que complementan la formación de un artista circense.
José Felipe Rodríguez Salazar, profesor de la Escuela Nacional de Circo y metodólogo a nivel nacional de Arte circense, ratifica el intenso trabajo que en el ámbito de la cultura se ha desplegado en ambos países, y aunque reconoce la magnitud del reto, está convencido de que es perfectamente superable teniendo en cuenta el prestigio internacional de la Escuela Nacional de Circo de Cuba, sustentado en la calidad de sus profesores y egresados.
«Ellos han visto el trabajo de los artistas cubanos y conocen de nuestro sistema de enseñanza. El hecho de que se hayan presentado a las audiciones, motivados por su posible superación en Cuba, demuestra que confían en la preparación que recibirán en este medio año de intenso trabajo y que ansían ponerla en función de su país», añadió Salazar.
Hechizados
La joven Nairobi Mota, hechizada por el circo desde la adolescencia, cuenta cómo se ha convertido en esta especie de mujer-orquesta que tiene tiempo para ser artista en la especialidad de trapecio fijo, pintora y escultora.
Nos hace partícipes de su intensa vida cuando trabajaba en las calles haciendo danza con fuego, malabares y montando zancos; de cuando amplió su formación en talleres de actuación y gimnástica aérea, en los que recibió clases y debió impartirlas a niños; de cuando viajó a festivales en Argentina, Chile y España, como miembro del Circo del Sur… Y detiene su mirada un instante, porque sobre todas sus aspiraciones profesionales está la de ser una buena madre para su pequeño Dante, nacido bajo una carpa, como quien dice, a quien ella y su padre le han transmitido la magia del circo.
«A mi regreso a Venezuela, supe de la oportunidad de formar parte del sueño de una escuela de circo y de enriquecer mi formación en Cuba y no dudé en participar; porque si algo le enseñaré a mi hijo es que uno debe luchar por lo que quiere con todas sus fuerzas», agregó.
Escuchándola estaba la pelirroja Kerlly García, especialista en aro volante, quien ha encontrado en la Isla y en la Escuela Nacional de Circo de Cuba, además de la amabilidad de su gente y de la seguridad en las calles, un excelente ejemplo de formación académica, debido al ingreso de los estudiantes en edades tempranas y por el ímpetu y el rigor de su enseñanza.
«Esta posibilidad es genial, porque en Venezuela hay una carencia grande con respecto a la tradición y formación de los cirqueros y ahora que se está tomando más en serio, nosotros podremos no solo actuar, sino contribuir a fundar una realidad similar».