Margot Machado cumple un siglo de existencia, es la continuidad de la Revolución. Autor: Raúl Pupo Publicado: 21/09/2017 | 04:51 pm
Cuando encendimos la grabadora para iniciar el diálogo con Margot Machado —como es más conocida— nos dijo con una fascinante lucidez que ella no sabía lo importante que era llegar a los cien años.
Bajó las escaleras desde su cuarto hacia la sala de su casa, con una de sus hijas que la ayuda a desandar los escalones, sin bastón, y con una sonrisa de felicidad en su rostro.
Después inició su recuento, lúcido, sobre los cien años que cumple este jueves. Margot de las Mercedes Machado Padrón, es una de las luchadoras clandestinas cubanas de más edad, que se ha mantenido durante más de 50 años coherente con sus ideas.
Luego de saludar con alegría la visita de la General de Brigada Delsa Puebla (Teté) y de otros compañeros de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC), incluidos algunos compañeros de Villa Clara que llegaron casi al mismo tiempo que nosotros, empezó a recordar, y nos dijo que las piernas se le resienten ya, pero que conserva una «privilegiada memoria».
Nos presentó a sus tres hijas: Margarita, que nació en 1934; Verena Estela, en 1935, y a Berta de los Dolores, en 1939. Y nos recordó que sus dos primeros hijos, Quintín, nacido en 1932, y Julio Rafael, en 1933, murieron. Quintín de una isquemia cerebral, y Julio Rafael por la explosión de una bomba, el 26 de mayo de 1957, como parte de sus tareas clandestinas contra la dictadura.
«¿Que le hable de cuando fui Coordinadora del Movimiento 26 de Julio en Las Villas? ¡Ah, eso es una historia. Mis hijos Quintín y Julio me llevaron a eso. ¿Cómo? Quintín me dio un día la misión de ir a ver a Frank País a Santiago de Cuba. De la misión que cumplí pienso que no debo hablar, porque creo que no tengo derecho a hacerlo.
«Ya Quintín había estado preso y como la policía lo perseguía, no quiso arriesgarse así y me encargó la tarea. Yo, como era Inspectora Provincial de Educación, me movía, viajaba y la policía estaba habituada a verme a mí en los viajes.
«Hablé con Frank País muchas veces. Entonces la tarea encargada por mi hijo fue en casa de Cayita Araujo, cuya hija, con la que acabé de hablar por teléfono ayer, era la tesorera del Movimiento 26 de Julio desde que empezó.
«Te voy a decir una cosa con toda la honestidad que se puede tener: para mí la Revolución se reducía a Educación y a los hospitales, porque mi marido era médico y sabía los problemas que había. Allí, oyendo hablar a Max Figueroa, a Regino Botti, me interesó lo que estaban hablando y comprendí que la Revolución era algo mucho más grande.
«Por eso digo que comencé siendo la mandadera de mi hijo Quintín. Empecé impulsada por una necesidad. Julio tenía un gran desarrollo ideológico en aquella época. Y compartía acciones con amigos aquí en La Habana y con él hablaba yo de esas cosas. Y Quintín era de acción también, como mi hija Verena. Bueno, todos éramos revolucionarios y luchábamos contra la dictadura.
«Después, cuando Julio muere, y estando Quintín preso, tuve que asumir responsabilidades sin darme cuenta. Se los confieso ahora con sinceridad, llegué a ser coordinadora del Movimiento.
«Y aprovecho para aclarar una cosa importante de mi vida revolucionaria. En muchos libros, se dice que yo despedí el duelo de Julio, pero no fue así realmente.
«Cuando yo tomé la palabra aquel día, no fue para despedir el duelo, fue para darle instrucciones al 26 de Julio, en las narices del coronel Cornelio Rojas, que era el jefe de la Policía en el territorio.
«¿Por qué? Porque los jóvenes nuestros, heridos por la muerte de mi hijo, querían atacar a la Policía y yo no podía permitir eso, porque ellos sin armas, sin organización previa, irían a una masacre. Me enteré por un hermano mío. No esperé más. Yo no vi enterrar a Julio. Enseguida me subí en una bóveda, y les hablé a los jóvenes.
«Y es necesario, a mis cien años, decir otra cosa: Cornelio estaba allí, pero cuando él se dio cuenta de que mi intención no era el ataque a la Policía, sino evitar la masacre, se fue del cementerio y me dejó sola para que yo siguiera hablando.
«Expresé todo lo que vino a mi mente. Dije: “El 26 es un Movimiento civil, pero con disciplina militar. Ustedes no pueden hacer nada que no esté programado”. Porque de aquella forma se inmolarían. Hubo uno que con una cuchilla cortó una de las gomas de un carro de la policía. Claro que se vio como una despedida de duelo, pero no era ese mi objetivo, sino evitar un derramamiento de sangre inútil».
Su esposo fue el obstetra Adriano de Jesús Pino Pino. Ella nació en Báez, el 24 de septiembre de 1909, en un barrio rural que en aquella época era de Santa Clara, hoy, por la nueva división político administrativa, es de Placetas, Villa Clara.
«¿Chichí Padrón?, ahí hay también historia. No se le debe decir mártir, fue un héroe porque murió combatiendo contra todo el tercio táctico de Santa Clara. Era mi primo hermano. Me enorgullece llevar su sangre en mis venas. El arma que portaba cuando cayó muerto, era histórica. Yo la tenía. Me la dio Aniceto Páez. Era del esbirro Casillas Lumpuy. Por los días del triunfo se la quitamos a un policía. Como era un arma muy buena y todo el mundo la elogiaba, la escondí. Luego de 1959, la pusimos en un museo».
Los padres de Margot fueron Julio Rafael —de ahí el nombre de su hijo— Machado de Águila y Ángela Padrón López.
Ellos no nacieron en Báez, su papá era de Santa Clara y su mamá era de una finca que tenían sus abuelos, en la propia provincia. Eran ambos campesinos propietarios de tierra.
Ella fue siempre maestra de primaria, graduada a los 18 años, primero en la Escuela Normal de Santa Clara y después como Doctora en Pedagogía en la Universidad de La Habana.
Su papá era un político liberal, Alcalde por elección. Consiguió para ella, según nos cuenta, el nombramiento de maestra en la Escuela número 83 de la Finca La Manigua, cuyo dueño se llamaba Sebastián Herrera.
«Siendo maestra estudié Pedagogía, yendo a La Habana. Me gradué en el año 1937, porque había que superarse. Y les voy a decir una cosa, con gusto lo expreso: tanto en la Normal como en la Universidad, hubo magníficos profesores. Había maestros que nos formaron. Me acuerdo de Antolín García Álvarez, en la Normal, y de Piedad Maza, en la Universidad. No todo estaba podrido, esa es la verdad.
«Yo estaba muy en contacto con Faustino Pérez. Cuando le explota la bomba a mi hijo, preparándola, en unión de otro compañero, Gómez Lubián, yo no estaba en Santa Clara. Estaba en Cabaiguán, con Carlos, hermano de Faustino. Y puedo referir que después que Julio murió, esos jóvenes lucharon y estuvieron a la altura del Primero de Enero.
«Hay algo que quiero decirles, antes que todo: es distinta la lucha clandestina que la de las montañas. Yo pienso que no es de la dimensión de la lucha en la Sierra, pero tiene características distintas. Cada uno de los que ayudaron en la lucha del Llano tiene una historia que contar.
«Y además, también hay algo que no se dice mucho. En el exilio igualmente se ayudó a conseguir la libertad. Yo tuve que irme al exilio, fui Coordinadora del Movimiento en Caracas. Allí hay que distinguir que el Coordinador de toda Venezuela fue primero Luis Busch, después Gerardo Pérez Puelles. Yo asumí el cargo en la capital venezolana.
«En mi casa en Santa Clara pusieron un letrero que dice “Esta casa fue un baluarte contra Batista”, porque todo el que llegara allí era bien acogido.
«Yo vine en avión desde Venezuela, llegamos el 4 de enero a Santiago de Cuba. Y a partir de ahí me integré en cuerpo y alma a la construcción revolucionaria. No le fallé a mis hijos, quienes me iniciaron en la gesta fidelista.
«Fui la mayor de 14 hermanos. Tengo 9 nietos y 14 biznietos. Leo cada Reflexión del Comandante y amo la lectura, pues sigo leyendo a mi edad, ahora textos de Raúl Roa y de Armando Hart. Y tengo en la cabecera de mi cama la Biblia, así soy. Además, de todo en la vida lo que más quiero, después de la Revolución: los libros. El libro es el mejor amigo de la humanidad.
«¿Qué qué se siente al cumplir un siglo? Pienso que los cien años me importan un comino, lo que más importa es la continuidad de la Revolución, Fidel, Raúl y la rebeldía ante el imperialismo. A mi pueblo le digo que les deseo cien años de futuro y más».