Cecilia González y su hija Alioska abren casi al mismo tiempo sus monederos. Están frente a la cajera de una reluciente tintorería en la calle Ayestarán, ubicada en Ciudad de La Habana. «Por todo son 77 pesos», dice la empleada. Y es la joven quien primero extiende la mano.
Ya a la salida del establecimiento escuchamos este diálogo entre la muchacha y la señora:
—Está un poquito caro, ¿verdad «mi’ja»?
—No mami, para no haberlo hecho ninguna de nosotras me parece perfecto.
—Pero lo podremos hacer una o dos veces al mes, ¿eh?
—Claro... en ocasiones lo que no tenemos es tiempo o detergente...
Zelmira Ramírez, administradora de la lavandería, escucha también la conversación, y saca cuentas junto a las usuarias: si no tienen que traer el detergente, ni gastar corriente en la casa; si pueden entregar las ropas e irse a trabajar y recogerlas hoy mismo cuando terminen, y es en moneda nacional, ¡eso da la cuenta mi’jita!
Aparte, dice con singular simpatía la experimentada trabajadora de los servicios, ¿usted va a comparar esos «hierros» con aquellas batidoras de ropa llamadas Aurika?
«Pero como resolvieron», dice la señora, y se va complacida.
La administradora informa que laboran de lunes a sábado, de 7:00 a.m. a 7:00 p.m. y los domingos de 8:30 a.m. a 12:30 p.m. Los precios del lavado y secado son por kilogramo de peso, mientras el planchado se cobra por piezas, «y un poquito más caro, porque comparado con las otras, en esta prestación el consumo de electricidad es mayor. También tenemos una máquina de coser nueva y buenísima por si a la ropa se le va un dobladillo o algo que la gente quiera coser», comenta Zelmira.
Arnold Díaz, un muchacho de 20 años que ya está enamorado del «planchín» que opera, dice sin complejos que en su casa plancha él, que le gusta ese trabajo y no piensa dejarlo, pero que debía ser un poquito mayor el salario para evitar que la gente se vaya en busca de mejor remuneración.
Ese renacer se agradece ya en diferentes barriadas de la capital, donde fueron abiertas recientemente esas lavanderías de autoservicio, en locales ya existentes que fueron totalmente remozados tras más de 15 años de deterioro.
Eduardo Tomé Consuegra, director provincial de los servicios comerciales en la capital, precisa a JR que en Ciudad de La Habana se reabrieron 15 lavanderías, de las cuales nueve cuentan con tecnología completamente nueva y automatizada. El equipamiento incluye entre cinco y siete lavadoras, tres o cuatro secadoras y una plancha o «planchín», adquiridas por el país en España a un costo de 70 000 dólares cada módulo.
El funcionario sostiene que en la mayoría de estas instalaciones restauradas se aplican sistemas de pago que estimulan a los trabajadores y garantizan la calidad del servicio, y aclara que próximamente se concretará en todas las unidades de Ciudad de La Habana.
Tomé resalta que gracias a la cooperación de otras provincias, especialmente en las tareas del montaje de los equipos, y al empeño de los propios trabajadores de esas instalaciones en las labores constructivas, se ha podido avanzar en el propósito de ir sacando poco a poco de las ruinas a algunas que prestaban este tipo de servicio.
Mirurgia Ramírez Santana, directora nacional de Servicio en el Ministerio de Comercio Interior, explica que con la intención de recuperar estos servicios básicos, en 2008 se invirtieron 1 300 000 dólares en la compra de 20 módulos como los mencionados, a una prestigiosa cadena española de lavanderías, así como las piezas de repuesto y para el mantenimiento.
Informa que no obstante a las limitaciones económicas, y a pesar de que este servicio está subsidiado por el Estado en casi un 60 por ciento, en el último año y medio se han reanimado en todo el país 32 lavanderías. Para seguir avanzando se aprobó un financiamiento destinado a la compra de 11 módulos más, pues el propósito es que cada provincia cuente al menos con un autoservicio nuevo antes de finalizar este año.