Vicente, Ciego de Ávila.— Fuerte como un jiquí, Alexis López se acomoda en la silla de hierro. Es trabajador de la Empresa de Cultivos Varios El Mambí, tiene 28 años y los brazos se le notan musculosos. «¿Es muy difícil tumbar una mata de plátanos con un solo machetazo?», le preguntan y él niega con una sonrisa. Hace un movimiento con el brazo, y responde: «Es cosa de darle fuerte y sin miedo. Ella sola se va».
Alexis fue uno de los militantes de la UJC movilizados por Ciego de Ávila para ayudar en la recuperación de la Isla de la Juventud después del paso del huracán Gustav. Se encontraba en su casa, en la comunidad de Tercer Frente, en el Consejo Popular de Vicente, cuando un funcionario de la UJC provincial llegó con el encargo.
Cuenta: «Explicaron lo que había y recogí mis bultos. Yo no conocía la Isla. Veía como un sueño lejano hacer la visita. Cuando llegamos e hicimos el recorrido hasta el campamento, me quedé sin habla. Por la ventanilla de la guagua vimos los carros puestos boca arriba por el viento y lanzados contra los postes. El marabú se veía pelado y pocas casas estaban en pie. Era el destrozo por todos lados. Creo que en la guagua nadie habló».
La mira en el campoCon el paso de los huracanes, la Unión de Jóvenes Comunistas en Ciego de Ávila movilizó a su militancia en las tareas de la recuperación. Alexis constituyó el grupo de avanzada, formado por 130 jóvenes de todo el país. Junto con él iba otro avileño: Duniesky Torres Ricardo, trabajador del Poligráfico Evelio Rodríguez Curbelo.
«Luego vino el Ike y los jóvenes se movilizaron en la limpieza de las ciudades y poblados y después en la producción de alimentos, entre otras actividades. Hasta la fecha, más de 67 000 jóvenes han participado en distintas acciones en la recuperación», explica Michel Marrero Castillo, miembro del Buró Provincial de la UJC al frente de la esfera de Jóvenes Trabajadores y Combatientes.
La producción de alimentos recibió el mayor número de movilizaciones por parte de la UJC avileña. Además de la Isla, 44 jóvenes laboraron en el campamento del municipio de Batabanó, en la provincia de La Habana.
Hacia el interior de Ciego de Ávila, en los diez municipios se abanderaron contingentes para apoyar la producción de alimentos en la agricultura urbana y las principales entidades de cultivos varios de la provincia.
Para la zafra del tomate, 40 militantes del municipio de Majagua apoyaron las labores de la industria, mientras que en el de Venezuela se conformó un contingente de 50 jóvenes que apoyaron la cosecha de la papa. Hoy esa agrupación se mantiene en la resiembra de esos terrenos con cultivos de ciclo corto.
Estudiantes universitarios y de la FEEM apoyaron la siembra de caña y la recogida de papa en el pico de la cosecha, al acopiar 1 375 sacos. Hoy, en el campamento de las 3F —FEEM, FEU y FAR—, en la comunidad de Sanguily, se encuentran 80 estudiantes de la Universidad Mayor General Máximo Gómez Báez. Ellos cerrarán un ciclo en la recuperación.
Justo al anochecer«Lo primero que hicimos fue reparar el campismo —cuenta Alexis—. Allí se quedarían una parte de los que perdieron las casas». El contingente juvenil lo hizo en una semana. Luego vendrían los trabajos en las Unidades Básicas de Producción Cooperativa La Caoba y Capitán Lawton.
En la primera entidad, junto con sus compañeros, Alexis participó en la recuperación de los campos de plátano. «Todas las matas estaban caídas —dice—. Tuvimos que dar machete para cortar las antiguas y que los hijos pudieran nacer. Fueron unas cuantas caballerías».
Luego fue la recuperación de la guayaba en plantaciones que parecían quemadas, pero sin rastros de cenizas. Allí, trabajando a dúo con Pável, un joven habanero, obtuvo el segundo lugar en una competencia de chapea. También descargaron alimentos en el puerto de Nueva Gerona.
«Fueron seis meses —recuerda—. A las siete de la mañana estábamos en el trabajo y se terminaba solo al anochecer. La agricultura fue lo más fuerte. En ese tiempo tuvimos la oportunidad de ver el resultado del esfuerzo. Cuando llegamos, en medio de aquel desastre, sembramos papa y boniato. Cuando nos fuimos, la gente ya los tenía en la mesa».