La actual crisis económica mundial «ha evidenciado la bancarrota de un sistema que ha puesto en riesgo la estabilidad económica mundial, la paz social de los pueblos, y la gobernabilidad política de las naciones.
No habrá nunca forma de explicar cómo se pudo crear una riqueza fundamentada ficticia solo en papeles».
Así expresó el Presidente de la República Dominicana, Leonel Fernández Reyna, al presentar su ponencia en la noche de ayer ante el plenario del Palacio de las Convenciones de La Habana, en el XI Encuentro Internacional de Economistas.
Fernández, quien arribó acompañado por el miembro del Buró Político del Comité Central del Partido y vicepresidente del Consejo de Estado, Esteban Lazo, ilustró con cifras los intentos de los países ricos, con EE.UU. a la cabeza, así como de los emergentes, de contener la crisis mediante la inyección de recursos por valor de ocho trillones de dólares.
Cómo explicarse, reflexionó, que ocho trillones de dólares no hayan podido contener la crisis. Lo que se ha invertido es 20 veces mayor que toda la deuda externa de todos los países de América Latina, pero al mismo tiempo es mayor que el costo de la Segunda Guerra Mundial, superior al Plan Marshall de reconstrucción en la posguerra europea, al de la guerra de Vietnam, y al de las de Afganistán e Iraq.
Según el mandatario dominicano, uno solo de los oscuros instrumentos financieros culpables de la crisis, el denominado Permuta de Crédito No Pagado (CDS, por sus siglas en inglés), equivale a 60 trillones de dólares, equivalentes al PIB de todo el planeta. Pero la magnitud del desastre es más visible cuando se conoce que el conjunto del mercado de derivados, al que pertenece el CDS, contabiliza 480 trillones de dólares, ocho veces el PIB mundial, una cifra que raya en el absurdo.
Por ello, la regulación y la transparencia que hoy piden instancias tales como el G-20 son válidas, «pero no pueden por sí solas revertir la crisis y restituir la confianza». Se hace necesaria —aseguró— la elaboración de una nueva arquitectura financiera internacional, que no debe ser la obra exclusiva del G-7, G-8, o G-20: «Requerirá que sea de todas las naciones del mundo, que son las que en estos momentos se encuentran afectadas precisamente por las malas políticas de los integrantes de esos clubes de la élite mundial».
«Lo que se requiere es un G-192», añadió. «Es imprescindible hacerse un conjunto de preguntas: ¿Por qué razón el presidente del Banco Mundial tiene que ser siempre un ciudadano de Estados Unidos? ¿Por qué el director gerente del FMI tiene que ser siempre un ciudadano de un país europeo? ¿Es que un latinoamericano, un caribeño, un asiático, un africano, no puede dirigir esas instituciones?», inquirió.
«Aunque estamos viviendo momentos muy sombríos, de gran angustia e incertidumbre, no permitamos que muera la esperanza. Como ha ocurrido con anterioridad, la actual crisis también será superada. Como en cada amanecer, el día se impone a la noche».