No le quite años a su vida, póngale vida a los años, que es mejor. Ricardo Arjona
«Hace diez años cumplí 35, y ni uno más», confiesa de pronto la mujer al hombre que la corteja. «A esa edad me divorcié, y ni acumulo años ni acepto lazos que me dañen», insiste, desafiante. «Las cosas no son como antes: aprendí que tener sexo no es una obligación, sino un disfrute, y no tengo por qué fingir que solo me gusta lo que interesa a mi pareja. ¿Estarías dispuesto a aceptarme de esa manera? ».
Esa reacción, típica de muchas mujeres en edad madura, alarma a algunos hombres aferrados al estereotipo de que el sexo, con los años, dejará de importar a la mujer, cediendo su puesto a otras preocupaciones de la vida.
Pero tal criterio es solo eso: un mito. Cuando los hijos crecen, hay una sólida profesión y se ha vivido mucho para los demás, muchas mujeres se dan permiso para pensar en sí mismas, dedicar tiempo a su arreglo personal, su descanso, y a esa esfera a veces tan descuidada que es la sexualidad.
Ciertamente, cuando se pasa de 40 años la frecuencia del deseo sexual suele disminuir, pero entonces hay grandes posibilidades de que la práctica alcance mayor calidad, ya sea con parejas estables u ocasionales.
Depende mucho de la voluntad individual para enfrentar prejuicios y saltar sobre esos mitos que coartan el bienestar del cuerpo, y también de la capacidad para hacer entender a las parejas potenciales que el aspecto emocional de la relación tiene más peso ahora que el encuentro puramente carnal, y puesto que la vagina no lubrica con la rapidez y constancia de antes, el proceso de seducción cobra una importancia mucho mayor para llegar al éxito.
Claro que, a partir de cierta edad, el espejo no miente: la piel y el pelo ya no son tan lozanos, el peso corporal aumenta y el precio de la maternidad se hace visible; pero bien llevado, todo eso forma parte de la belleza madura, profusamente pintada o fotografiada en todos los tiempos.
Dietas sanas, gimnasios, ropa provocativa estarán bien... sin castigarse al punto de no tener luego fuerzas para acariciar al hombre que quieren seducir.
Tratar de retener a cualquier precio una apariencia juvenil puede comprometer la salud, y acelerar el desgaste. De hecho, no hay fealdad mayor que el rictus doloroso de quien no resiste más los zapatos o la faja apretadísima, ni peor afrodisiaco para un hombre que dormir junto a una mujer a la que apenas distingue bajo tantas cremas malolientes e infinitos rolos o papelillos, como las pintan en las caricaturas.
Más que luchar contra el inevitable paso del tiempo, lo importante en esa etapa de la vida es renovar el erotismo natural, y poner en práctica los tantos trucos aprendidos —no siempre por las buenas— para vivir a plenitud.
Experiencia y picardíaLos hombres —a cualquier edad— se excitan sobre todo por la vista. De ahí que la mujer madura aprende, intuitivamente, a potenciar su lenguaje corporal: miradas intensas y directas, gestos sensuales con los labios, los brazos o las piernas, tono de voz sugerente, cándidos roces en zonas supuestamente no erógenas (como la planta del pie, rodillas, región lumbar, clavícula) hasta llegar a otros más ardientes (nuca, muslos, glúteos, labios, lóbulo de la oreja...).
Sin necesidad de ser vulgares, ellas disponen de recursos para usar a conciencia, para ser intensamente femeninas, atractivas, y crear un clima de intimidad con la pareja hasta llevarla justo al punto en que ambos desean estar.
También el olor es un aliado en esta fase de la seducción: la experiencia enseña que perfumes, inciensos, velas y licores son parte activa del rito sexual, no un simple decorado romántico para la cita.
Otro estímulo muy efectivo es activar la memoria emocional: oír canciones especiales, hablar de aventuras vividas en la juventud, rememorar locuras cometidas al principio de la relación, cuando la cama no era aún el escenario de rutina, ni el encuentro se limitaba a un par de posiciones, casi siempre elegidas por él.
Las fantasías cumplidas reactivan el deseo por aquellas que quedaron pendientes, y cuando hay suficiente confianza puede llegar a hablarse de lo ocurrido —o no— con parejas anteriores: un reto que en la madurez se acepta mejor porque ayuda a explorar caminos nuevos.
Trabajo de equipoTodo esto es válido tanto para mujeres independientes como para las que permanecen por muchos años en convivencia. Una sexualidad vivida al máximo no está reñida con su desempeño como ama de casa, madre y hasta abuela amorosa, como profesional o dirigente a cualquier nivel.
El matrimonio no ha de ser sinónimo de rutina sexual, si logra mantenerse como una gran aventura. Sorprende oír de tanta renuncia al placer erótico por un pudor paralizante frente al compañero de toda la vida.
A cualquier edad, una conversación franca sobre lo que le gusta o no a cada miembro de la pareja es esencial, para dejar claras las mejores vías de llegar al orgasmo ambos, a veces descubiertas por pura casualidad. Y si aún no las encuentran, es tiempo de ocuparse de eso en equipo.
Las parejas que logran mantener vivo su amor mediante galanterías y gestos dulces de ambas partes disfrutan de sexo activo incluso después de los 70 años. Claro que sus prácticas no son las mismas que cuando empezaron a los 20 o 30 años, pero las sensaciones de felicidad compartida, el romanticismo, la satisfacción de darse el uno al otro en plenitud, no cambian.
Una excusa excelente para la experimentación es la llegada de la menopausia, fenómeno natural que solo en pocos casos implica trastornos reales en el organismo, y aceptada en toda su dimensión puede significar la oportunidad de vivir el sexo sin preocupaciones.
Se trata entonces, para las mujeres de 40, 50 o más años, de atreverse a cambiar escenarios en el campo de lo erótico y encontrarse a sí mismas, como se atreven hoy a cambiar de trabajo, a aprender otros oficios o profesiones, a ir solas a un cine o a la playa, o sacar adelante una familia.
Esta invitación también es válida para aquellas mujeres que viven humilladas porque sus maridos solo se interesan por otras, sobre todo si esas otras ni siquiera son más jóvenes que ellas.
«¿Qué tienen ellas que no tenga yo?», se preguntan, y en las consultas de terapia sexual casi siempre aparece la respuesta: tienen muchos deseos de seguir vivas, de gozar su sexualidad a plenitud, sin subterfugios, de ser amadas con toda la intensidad que una mujer merece... y además aprendieron a decirlo a tiempo y sin reservas a sus potenciales parejas.
Pregunte sin pena Y.A.: Tengo 19 años y nunca he tenido relaciones sexuales con un hombre, aunque he tenido varios novios. Creo que tengo miedo a ese momento de estar a solas con un hombre, aunque sé que ese día debe llegar. También he pensado que soy lesbiana, pero tampoco he tenido relaciones con una mujer. No quiero eso para mí. Mi madre me reprocharía, no lo soportaría. Detesta a esas personas. No tengo con quien conversar sobre esto, pues siempre ando sola y no tengo amigos.De modo que el problema radica en tu dificultad para establecer relaciones íntimas ya sea con amigos, con tu familia o la pareja; no en la decisión de inicio de las relaciones coitales con una pareja, ni en tu orientación sexual.Quizá es esta la dificultad que está en la base de tu postergación de ese momento. Es decir, no has logrado suficiente compenetración y confianza con estos novios. Como consecuencia, no te has sentido preparada para esa entrega mayor que es la relación íntima erótica con tu pareja.Me parece bien que no des ese paso a la ligera. Tampoco tienes que presionarte por la edad. El miedo va cediendo su lugar al placer cuando el vínculo amoroso funciona. Cada persona vive con un ritmo psicológico particular que debe respetar. Solo tu cuerpo, tu deseo, tu disposición, inspirados en el lazo con tu pareja, podrán indicarte cuándo estarás lista. Pero tampoco debes desa- tender este asunto. Si en verdad te cuesta trabajo intimar con todos, la dificultad está en ti. Por eso te sugiero que continúes hablando de esta situación con un psicólogo, cara a cara y de manera sistemática.Es usual que aparezcan las dudas homosexuales cuando aún no hemos establecido un vínculo de pareja satisfactorio. Sin embargo, no es este un indicador fiable para semejante sospecha. La homosexualidad implica deseo y disfrute del acto sexual con una persona del mismo sexo. Te sugiero que ahora te vuelques a analizar los determinantes de tu postergación del acto amoroso. Eso será fructífero para ti. Mariela Rodríguez Méndez, Máster en Psicología Clínica, consejera en ITS y VIH/sida, psicoanalista