El pintor Alexis Leyva Machado (Kcho) valora el alcance de la iniciativa de llevar la cultura a los damnificados por el paso de los huracanes en toda la Isla
HOLGUÍN.— La apacible atmósfera mañanera del parque Mayor General Calixto García, de la ciudad de Holguín, se vio iluminada de repente por cinco gigantescas estrellas de lienzo y la curiosidad de los lugareños no se hizo esperar.
Entre cada uno de sus cinco vértices se podían apreciar obras de destacados artistas de la plástica contemporánea del país, presentes en el lugar: Kcho, Rancaño, Juan Balceiro, Sándor González, Diana Almeida y Carlos Cabrera.
Sin embargo, más que una instalación o singular muestra de pintura con el sello de reconocidas firmas, el verdadero hecho cultural era protagonizado por el mismo pueblo que la apreciaba.
Se trata de la muestra itinerante llegada a varias ciudades cubanas con la guía del pintor Alexis Leyva Machado (Kcho), como saludo al aniversario 50 del triunfo de la Revolución, la cual ha propiciado visitar los once campamentos de la Brigada Artística Martha Machado, que funcionan en las zonas más devastadas por los últimos huracanes.
Kcho invita a los presentes a dialogar. Viste un pulóver negro en el cual se destaca la palabra Venceremos y una Isla de la Juventud hecha flor: «Esto es solamente la punta de una estrella», expresa.
—¿Cómo valoras la labor del contingente?
—Los holguineros deben estar orgullosos de sus jóvenes artistas. En la provincia existen dos destacamentos de esta brigada, uno en Banes y otro en Gibara. Llevan más de un mes junto a la gente haciendo de todo, realizando talleres, presentaciones... pero también poniendo ventanas y techos. Ya repararon nueve casas junto a las familias, sin ser albañiles ni carpinteros. Son sobre todo cubanos dispuestos a ayudar.
«El fin de año se les pidió regresar a sus casas por los días festivos. Se negaron y permanecieron allí, y es porque sienten esta tarea como algo que es parte de sus vidas, una idea con la cual están plenamente identificados.
«Son jóvenes instructores de arte, creadores locales, aficionados, los cuales se han pronunciado incluso por permanecer hasta un año de servicio en los campamentos. Les explicaba que eso es algo muy lindo, pero lo principal es que pueda transmitirse lo que han aprendido y sentido en todo este tiempo, en los distintos centros y tipos de enseñanza donde trabajan.
«Cuando concebimos el proyecto, por la Isla de la Juventud, lo hicimos con la idea de dar la mayor utilidad a toda esta fuerza en cada territorio. Imaginamos que no sería tan fácil, porque tal vez algunos de ellos ni siquiera se habían quedado fuera de casa tanto tiempo, alejados de sus familiares. Pero para mi sorpresa, en Gibara, como en otros lugares, nadie se quiere ir».
—¿Por qué solo la punta de una estrella?
—Porque esto es apenas una muestra de lo que está sucediendo en cada uno de los lugares, de oriente a occidente. Ya no solo es la Isla de la Juventud. Se fundaron campamentos de la brigada Martha Machado en Santiago de Cuba, Holguín, Las Tunas, Camagüey, Villa Clara y Pinar del Río. Queremos llegar a dos en cada territorio del país, en dependencia de las posibilidades y las experiencias, para ser más eficaces.
«Nuestro propósito debe ser darle utilidad a todo ese verdadero ejército de creadores con el cual contamos, y de hecho durante los últimos cuatro meses un gran número de artistas ha pasado por estas instalaciones, en condiciones casi de campaña, buscando formas nuevas de acompañar y apoyar al pueblo en su vida diaria y descubriendo nuevas formas de trabajar. Es algo que ya no tiene que ver con los ciclones; es más que eso.
«Contamos con grandes potencialidades: en cada una de las provincias existen una academia de artes plásticas, escuelas de instructores de arte, casas de cultura e instituciones culturales de todo tipo. Es una gran fuerza que a veces no se le da el uso debido ni tampoco se llegan a materializar algunos de los sueños para los cuales fue concebida. Esta es una oportunidad».
—¿Cuáles conceptos consideras que se han reafirmado?
—Pienso que es errado seguir pensando que aportar arte en un territorio es un problema, sobre todo por los cuantiosos aseguramientos materiales que necesariamente se deben tener en cuenta.
«Si nos ponemos a pensar, en Cuba una gran mayoría de nosotros estuvo alguna vez becado y ha comido arroz con lenteja, lejos de los suyos. Tampoco está a espaldas de nuestras vidas el desprendimiento y la decisión de crear sin muchos recursos, y es algo que debemos continuar transmitiendo a las nuevas generaciones.
«Si seguimos graduando estudiantes cada cinco años y no los utilizamos adecuadamente, es como una aberración si no tienen la utilidad necesaria para la población. Es un gasto innecesario. Se pueden graduar, pero no tienen repercusión real en la calidad de vida cotidiana del pueblo.
«Si estos proyectos e ideas se pueden sostener en el tiempo es porque pueden ser utilizados para beneficio de la gente. No los quisiéramos, pero los ciclones en Cuba están a la vuelta de cada junio. Vamos a estar construyendo casas durante años y hay que buscar las formas de acompañar a la gente en cada lugar, el tiempo que sea necesario, porque además contamos con el talento en todos los lugares».
«La Isla de la Juventud fue como un experimento. Convoqué a Formel y enseguida respondió. Él mismo nos decía: “Yo también he viajado en una guagua de La Habana hasta Santiago de Cuba y me he quedado a dormir en un parque, porque se rompió el transporte; y he tocado con guitarra porque no llegaron a tiempo los instrumentos”.
«Es porque así somos y nos hemos educado; es parte de nuestra propia vida. Entonces no podemos ser diferentes, si queremos que nuestros hijos tengan la oportunidad de mantener en el tiempo tantas cosas bellas que la Revolución ha creado para nosotros. Si queremos que esas escuelas permanezcan y aumenten su matrícula, hace falta activar métodos de trabajo que sean sobre todo útiles, que no generan casi ningún gasto y sí mucho beneficio.
«Los recursos para hacer la cultura salen del dinero generado por el pueblo trabajador, de los que “pinchan” duro todos los días; por eso necesitan nuestro respaldo.
«Necesitamos que nuestros muchachos aprendan que las cosas no salen de la nada. Hay conocimientos que uno cree poseer, pero a veces solo se conocen en teoría. Puede haber una idea maravillosa, pero es nada si se pierde en el tiempo, si no perdura. Hay que multiplicar alegrías y maravillas. Es un deber, porque somos ante todo un país pobre materialmente».
—¿Cómo valora la población el trabajo de la Brigada?
—Es de admirar, no solamente cuando disfrutan, sino que nos apoyan y se sienten parte de todo cuanto hacemos. En Gibara me comentaron sobre cómo, a diferencia de otros eventos culturales, este trabajo no se quedaba en el centro histórico. El campamento está en el mismo corazón del barrio del Güirito, donde está la gente más necesitada. Ya estamos pensando en cómo, para las Romerías de Mayo, o en el Festival de Cine Pobre, poder llegar a más lugares y personas, que participen más artistas.
—¿Kcho, el pintor, ha tenido que abandonar proyectos personales durante este tiempo?
—Alguien llegó a preguntarme si estaba tirando al fondo de un pozo lo que había hecho antes, y le respondí que no. Si usas el arte de una forma individualista, como algo personal, puede que sí, pero no se trata de eso. El arte es un don, y además de alegría, da motivación para acompañar a los demás, de guiar a la gente; y si se logra multiplicar lo que creas, entonces llega a ser una obra maravillosa. Esa es la verdadera satisfacción del artista, no otra.
«Llegamos a Santa Cruz del Sur al otro día de pasar el ciclón Paloma. Pero ya teníamos la experiencia de la Isla de la Juventud, donde habíamos conocido a gente que perdió hasta la memoria familiar, desde una foto de quince hasta toda pertenencia material.
«Cómo podíamos pensar entonces que si llegaba un pintor, un humorista, un titiritero, un músico... se podía hacer olvidar una desgracia, aunque sea por un momento. Pero debe ser un proceso diario. Es posible convertir un pueblo devastado en un jardín de flores. Es real, lo hemos vivido.
«Por eso no me preocupa; porque me siento útil y eso es algo muy difícil en la vida. De hecho los que participamos tuvimos que aplazar proyectos. Lo hizo hasta Michel Enríquez, tercera base del equipo Cuba, en medio de la Serie Nacional de Béisbol. Se sumó a la Brigada y al mismo tiempo se buscó un bate y un guante y entrenó junto a la gente en Camagüey, en Las Tunas, y está dando “palos”».
—¿Nuevas ideas?
—Prefiero dedicarme a las ideas colectivas. Preparamos una exposición para homenajear a la Décima Bienal de La Habana, en marzo, a la cual hemos invitado a un grupo de figuras importantes de la escena artística de China, Rusia, Sudáfrica, Japón, Alemania y Venezuela. Ya habrá tiempo para los proyectos personales. Ahora no hay nada más importante que acompañar a los que nos necesitan. De eso se desprende también mucha energía y es lo que verdaderamente transforma a la gente.