Las elecciones norteamericanas están, como decimos en Cuba, al doblar de la esquina. ¿Quién ganará, Obama o McCain? Eso no lo aseguraría ni el mismísimo oráculo de Delfos. ¡Cualquier cosa puede suceder en Yankilandia! Según la revista Muy Interesante, son los primeros comicios cuyos candidatos no nacieron en territorio continental de Estados Unidos, pues Obama lo hizo en Honolulu, Hawai, y McCain en la base naval estadounidense de Coco Solo, en el Canal de Panamá.
En el Monte Rushmore, en Dakota del Sur, se tallaron bustos de 18 metros de los presidentes estadounidenses George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln. Los sufragios en el país del Norte generan un variado surtido de datos y curiosidades. Les propongo algunas, glosadas de una excelente recopilación que hizo en el año 2005 el periodista panameño Alex Osorio para el diario centroamericano La Prensa. Veamos.
Desde el 30 de abril de 1789, en que George Washington salió vencedor en las elecciones, hasta hoy en que (des)gobierna por segunda vez George W. Bush, en Estados Unidos han sido investidos 43 presidentes. La edad promedio al asumir el cargo es de 55,2 años. El más joven de todos fue John F. Kennedy, quien, al ocuparlo en 1961, tenía 43 años con siete meses y 22 días, aunque en 1901 Theodore Roosevelt lo ejerció a los 42 años con diez meses y 19 días. Solo que no fue electo en las urnas, pues sustituyó en su calidad de vicepresidente a William McKinley, ultimado por un asesino. A Teddy —el hombre de la política de El gran garrote— lo reeligieron en 1904 con casi 46 años. Los otros más jóvenes fueron William Clinton (46) y el general Ulises Grant (47).
Si de veteranía se trata, Ronald Reagan clasifica como el de mayor edad de todos los presidentes norteamericanos, pues tomó las riendas de su país con 69 años, 11 meses y 14 días en 1981. William Harrison lo hizo en 1841 con 68 almanaques a cuestas, mientras que James Buchanan (1857) y Andrew Johnson (1865) tenían cumplidos los 66 cuando ascendieron al poder.
A juzgar por lo que reflejan las estadísticas oficiales, el promedio de vida de los presidentes norteamericanos —sin incluir a Bill Clinton, Jimmy Carter y George Bush padre, que continúan vivos— es de 70,2 años. Los que fallecieron con más edad fueron Gerald Ford (94 años y cinco meses); Ronald Reagan (93 y cuatro meses); John Adams (90 y ocho meses); Herbert Hoover (90 y dos meses); y Harry Truman (88 y siete meses).
El presidente que murió más joven fue John F. Kennedy, asesinado en Texas, en 1963, con 46 años y seis meses de edad. Otros siete fallecieron en el desempeño del cargo: tres asesinados (Lincoln en 1865, Garfield en 1881 y McKinley en 1901) y cuatro de muerte natural (Harrison en 1841, Taylor en 1850, Harding en 1923 y Roosevelt en 1945). Este último figura como el que ocupó el sillón presidencial durante más tiempo —1933 hasta 1945— y fue elegido consecutivamente en 1932, 1936, 1940 y 1944. Desde 1951 una enmienda constitucional establece que solo se puede ser reelecto una vez. El más breve —apenas un mes— correspondió a William Harrison, muerto en 1841.
Un total de 17 presidentes norteamericanos resultaron reelegidos al culminar su primer período de mandato, pero solo 11 completaron dos o más sucesivos. Los últimos fueron Eisenhower (presidente entre 1953-1961), Reagan (1981-1989) y Clinton (1993-2001). Antes de llegar a la Oficina Oval, 11 desempeñaron la vicepresidencia, pero solamente cuatro conquistaron la máxima magistratura mientras ocupaban el segundo puesto de sus administraciones con el presidente vivo.
Los estados norteamericanos que más presidentes han aportado son Virginia (7), Ohio (6), Massachussets (4) y Nueva York (4). De estos cuatro estados proviene la mitad de los presidentes. De los estados del oeste solo ha llegado a la presidencia Richard Nixon (California). Diez mandatarios fallecieron en el estado de Nueva York y siete en Washington. Les siguen Virginia (4) y Massachusetts y Tennessee (3 cada uno).
Otra curiosidad: la llamada «Maldición de Tippecanoe» persiguió a los presidentes de Estados Unidos desde 1840 hasta 1960. «Aseguraba» que los elegidos en un año terminado en cero morirían durante su mandato. La autoría se le imputa a un indio cuya tribu fue derrotada en 1811 por tropas norteamericanas en la batalla de Tippecanoe. Comenzó a tener efecto el 4 de marzo de 1841 con William H. Harrison, elegido en 1840, quien, casualmente, había liderado aquel combate.
Se asegura que fue aquel un día frío y lluvioso. Harrison pronunció durante dos largas horas al aire libre y sin abrigo su discurso de toma de posesión, considerado por la prensa norteamericana como el más extenso en la historia de Estados Unidos. El frío y la lluvia le provocaron una grave neumonía y falleció un mes después.
Además del presidente Harrison, la «maldición» se llevó al otro mundo mientras eran inquilinos de la Casa Blanca a Abraham Lincoln (elegido en 1860: asesinado), James Garfield (elegido en 1880: asesinado), William McKinley (elegido en 1900: asesinado), Warren Harding (elegido en 1920: infarto), Franklin D. Roosevelt (elegido en 1940: trombosis) y John F. Kennedy (elegido en 1960: asesinado).
Los presidentes afectados fueron electos en las urnas cada dos décadas, por lo que el desconcertante rosario de muertes también se conoce como «la maldición de los 20 años». La elección de Ronald Reagan en 1980 no fue seguida por su muerte, pues cumplió sus dos períodos presidenciales, aunque sobrevivió a un intento de asesinato. Al igual que sus homólogos fallecidos en el cargo, Reagan fue sucedido por su segundo al mando George Bush, primer vicepresidente titular en 152 años en asumir la presidencia por una razón diferente a la muerte o a la renuncia del presidente.
De no haberse interrumpido la «maldición» que salvó a Reagan, el siguiente mandatario electo 20 años después —o sea, en el 2000— fue nada menos que George W. Bush, a quien le quedan solo algunos días de poder y quien es considerado el asesino más grande de la historia.