La Ley de Distribución Socialista, aquello que aprendimos al dedillo como «de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo», ha sido una noble aspiración de Cuba. Y como principio figura hasta en nuestra Carta Magna y el Código del Trabajo. Pero, lamentablemente, su aplicación integral en la esfera de la producción y los servicios ha sido muy accidentada, al punto de sufrir no pocos retrocesos, por múltiples causales y no solo el igualitarismo, en distintas etapas de la Revolución.
Ahora, en medio de la sabia revisión de cuanto hacemos, la puesta en vigor de la Resolución 9 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que uniforma, fortalece, flexibiliza y descentraliza los sistemas de pago por resultados, abre mayores perspectivas —no solo en los colectivos enrolados en el Perfeccionamiento Empresarial, para que quienes más y mejor laboren reciban más, en tanto ese rigor se exprese en una mayor productividad y eficiencia económicas.
El pago por resultados no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para lograr mayores incrementos de la productividad, la eficiencia y la calidad, afirmó Carlos Mateu Pereira. Foto: Franklin Reyes La Resolución 9 ha generado muchas expectativas desde que se promulgó. Y como solo el trabajo pleno y eficaz nos salvará, es que Juventud Rebelde dialogó con Carlos Mateu Pereira, viceministro de Trabajo y Seguridad Social, para que desentrañe a nuestros lectores las implicaciones de la misma.
—En su consideración, ¿en qué supera este sistema a los anteriores —y no siempre felices— intentos de aplicar el pago por los resultados?
—Un problema esencial es que el pago por resultados no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para lograr mayores incrementos de la productividad, la eficiencia y la calidad. En muchas ocasiones ocurría que se le entendía como un fin en sí mismo y no un medio. El sistema de pago por los resultados busca que el salario se incremente, pero a partir de un resultado.
«Lo otro es que en anteriores aplicaciones se utilizó en muchos lugares un indicador general para todos los trabajadores de una entidad; podía ser la utilidad, el plan de ventas... Y por ese indicador global se medía y se le pagaba a todos: desde el director de la empresa hasta un operario. Se hacía muy difícil medir realmente un desempeño que propugnara una diferenciación, en base al esfuerzo realizado por cada quien. El trabajador no identificaba el incremento salarial con su esfuerzo. No se imaginaba cuanto podía recibir».
—¿Eso quiere decir que en una misma empresa, los más esforzados no pagarán justo por los menos..., y que se diferenciarán también las formas de pago de acuerdo con cada actividad?
—Positivo. En una empresa podrán existir cuantos sistemas de pago sean necesarios de acuerdo con las actividades que allí se realizan. Y el trabajador, con su labor, podrá influir en los resultados que se obtengan y recibir su tratamiento diferenciado por ello. Él identifica con el sistema de pago el esfuerzo y el resultado individual; aunque para el personal directivo y de control se establece que se pague por indicadores generales, de eficiencia global.
«La variante más elocuente es el destajo, que podría generalizarse dondequiera que pueda aplicarse. Con el destajo, usted puede pagar por las unidades a realizar en una unidad de tiempo. Los tabacos que hace un tabaquero, las mesas que puede atender un gastronómico en su jornada, la cantidad de huevos que ponen las gallinas de una nave atendida por una obrera avícola...».
—¿Quiénes están consideradas en la resolución?
—Las empresas productivas y de servicios también. Incluso es posible que excepcionalmente una unidad presupuestada aplique un sistema; lo que sí tiene que fundamentar la propuesta con resultados demostrables.
—¿Quién hace el estudio y propone el sistema de pago?
—La propia empresa.
—¿Quién lo aprueba?
—El propio organismo, Ministerio o Consejo de la Administración al cual pertenezca en el caso de las subordinadas territorialmente. Y en el caso del pago a destajo, lo aprueba el Grupo empresarial, la Unión o la dirección de una empresa independiente, subordinada centralmente. Antes era el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social el que aprobaba los reglamentos ramales a cada uno de los organismos.
«En el caso de las empresas en perfeccionamiento se mantiene el principio de que el Director General lo aprueba».
—La empresa lo estudia y propone de acuerdo con sus propias realidades, y el nivel de aprobación está más cerca. Eso implica descentralizar. E implica también un desafío para los directivos, para su capacidad de análisis e iniciativa, y para luego seguirle el paso a los sistemas. Porque hemos estado acostumbrados a que todo venga de arriba...
—Efectivamente. Pero nos ayudará el hecho de que el Grupo Ejecutivo del Perfeccionamiento Empresarial está a punto de terminar una metodología con ejemplos, formas de cálculo, que les sirva a las organizaciones en los ajustes de los sistemas que ya tengan o de los nuevos que conciban. Vamos a emitir esa metodología para que llegue a todos los centros a principios de julio, de manera que ya en agosto 31 puedan estar concluidas las propuestas de sistemas de pago.
—Las experiencias de sistemas de pago por resultados en Cuba no han estado exentas de la gravitación de las incertidumbres en que ha operado nuestra economía en cuanto a abastecimientos e insumos, el comercio exterior, el barco que no ha llegado o el contrato que se cayó. ¿En qué medida puede convertirse en un boomerang para el sistema?
—Creo que en el momento en que estamos, esta política de incremento de la productividad, el perfeccionamiento de los sistemas de pago y demás, está acorde también con el hecho de que sin haber salido del período especial, hoy tenemos mejores condiciones productivas y de aseguramiento que permitan realmente estabilizar estas herramientas. Hoy las condiciones son otras, y la legislación de los sistemas de pago permite, en el caso de una interrupción, dar un tratamiento salarial en ese plazo.
—Otro elemento atractivo es que en estos sistemas de pago no habrá esos techos o límites que desestimulan el rendimiento en un punto y se viran como un enemigo de la productividad...
—En el caso del pago a destajo y por indicador directo, no habrá límites para el pago a los directos a la producción o los servicios, siempre sobre la base de los resultados.
—Usted ha estado hablándome de cantidades, números... Pero, ¿y lo cualitativo? Podría suceder que alguien rinda elevado, sea muy productivo, pero chapucero...
—Siempre en el destajo lo que usted paga es la producción con calidad. Si se hace sin calidad no se paga.
«Los sistemas de pago tienen dos indicadores: el indicador formador y el condicionante. Siempre se orienta que la calidad sea condicionante. Y en el Reglamento aparece quien certifica cada indicador».
—¿Y si irrumpen las tragedias que exceden a la voluntad del colectivo? Se fue la luz, no hay agua, el distribuidor no ha situado la materia prima...
—Lo dice la palabra: pago por resultados. Si no los hay, no se paga en esos casos. Esta herramienta también palanquea y es un elemento presionador para quienes tienen que gestionar, porque muchas veces es falta de gestión o previsión, y no precisamente causales objetivas.
—Eso me sugiere que la instrumentación de estos sistemas implicará un mayor control de lo que gravite sobre ellos por parte de los directivos y del colectivo, un papel muy activo de los trabajadores y su sindicato cuando se afecten por irregularidades injustificables...
—Todo este proceso no puede concebirse sin una participación muy activa de los trabajadores, que ya la tuvimos en los activos de productividad, un verdadero entrenamiento. Pero además, la Resolución establece que los resultados de los sistemas de pago se analicen trimestralmente en los consejos de dirección. Y en la discusión del Plan de la Economía de cada año tendrá enriquecimiento y análisis, en el cual no podrán faltar los criterios de los trabajadores.
—Hay sectores y actividades que por sus características, inmedibles en rendimiento, no podrán acogerse a esta Resolución. ¿Qué posibilidades habría para ellos?
—Estamos planteando que en el momento en que se autorice un incremento salarial a sectores como los que señalas, va a ser algo estimulante poder pagar la complejidad y responsabilidad del trabajo en esas actividades. Y no me cabe duda de que habrá un tratamiento adecuado a la importancia de esas esferas, que no caerá del cielo, sino de la propia productividad y eficiencia que generen estos sistemas de pago.
Al final del diálogo con el viceministro, vislumbré que la Resolución 9 no será una varita mágica para resolver todas las ansiedades salariales, pero sí podría convertirse en una herramienta eficaz para estimular el trabajo y la calidad, esos surtidores que tanto necesitamos para seguir adelante y generar más riquezas. En la medida en que sepamos utilizar esta palanca correctamente, sin distorsiones ni temores; en la medida en que premiemos a los que hagan más y bien, iremos poniendo las cosas en su sitio para reivindicar esa Ley de Distribución Socialista que aún es una asignatura pendiente.