(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)
Queridos compañeros venezolanos, cubanos, santiagueras y santiagueros:
Creo que hoy hemos tenido el privilegio, a pesar del intenso día que hemos vivido, emocionante día que hemos vivido en la cuna de la Revolución, en la Ciudad Héroe de Santiago de Cuba, hemos tenido el privilegio, repito, de oír esta magnífica, podría decir, conferencia magistral (El presidente Chávez dice: “Una avalancha”). Más que magistral, es una avalancha, como él dice. Yo creo que ha sido un honor real para nosotros, y cuando igual que anoche dije en la refinería: “¿Qué tiempo le damos a Chávez para hablar?” Y el público dijo que todo el que quisiera, y así lo repetí hoy, hoy hubiéramos estado dispuestos a oírlo hasta mañana.
Como les decía hace un momento, quiero mostrarle el fusil de Fidel.
Yo creo que esta visita del compañero Chávez y su delegación ha sido realmente histórica; todas lo han sido, desde el primer día que llegó a Cuba, acabado de salir de la prisión, que Fidel lo fue a recibir; con esa visión larga que tiene Fidel lo fue a recibir al aeropuerto. Creo que una de las niñas dijo: “Allá abajo está Fidel.” ¿Fue en esa ocasión? (El presidente Chávez le dice que sí.) Él no se lo esperaba, que Fidel fuera a recibirlo. Yo no lo conocía en aquel momento, pero seguí su discurso, su conferencia, que dio una magnífica en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, en la universidad de la colina.
Hugo Chávez.- Se apareció Fidel allá también.
General de Ejército Raúl Castro.- Que no estaba previsto, se te apareció.
Hugo Chávez.- No, no, y Fidel parecía exactamente como cuando uno presentaba un examen y tenía un observador, un maestro ahí, pero muy severo. Fidel estaba en primera fila mirándome así (Risas), con esta mirada (Hace gesto). Yo sentí la mirada evaluadora y dije: “Este hombre viene aquí a ver qué es lo que yo soy” (Risas).
General de Ejército Raúl Castro.- Y parece que tuvo una buena visión. Queda mucho por hacer todavía.
Yo creo que a esa anécdota que se conoce, que el día 18, hace cuatro días, se cumplieron 51 años, cuando después del desastre de Alegría de Pío el 5 de diciembre de ese año 1956, donde fuimos sorprendidos y destruido nuestro destacamento de guerrilleros, que acababa de desembarcar tres días antes, 13 días después nos unimos en la montaña —eso era en el llano, cerca de la costa, de donde ni siquiera se veían las montañas de la zona occidental de la Sierra Maestra—, y cuando en un lugar conocido por Cinco Palmas de Vicana, los campesinos nos unieron a los dos grupos, Fidel con dos fusiles —ese es uno de ellos (Señala)—, porque uno de los tres compañeros había perdido el fusil, y un pequeño grupo que llegó conmigo, con cinco fusiles, después del abrazo inicial me separó y me preguntó: “¿Cuántos fusiles traes?” Digo: “Cinco”, me comunicó inmediatamente: “Y dos que tengo yo, siete. ¡Ahora sí ganamos la guerra!” (Risas y aplausos).
Yo no me atreví a escribir en el diario lo que pensé (Risas), porque, realmente, se lo dije después de la guerra: “Yo pensé que te habías vuelto loco” (Risas).
Un día en el Parlamento me preguntó: “No me vengas a decir que tú no tenías fe en el triunfo.” Digo: “Sí, yo tenía fe en el triunfo, pero no de nosotros” (Risas). Siete fusiles contra unos 80 000 que podía tener Batista, contando el ejército, la marina, la aviación, unidades represivas que tenían unas cuantas, etcétera.
Entonces, el Moncada es parecido al 4 de Febrero. ¿Qué pretendimos? Como ya dijo alguien, un clásico del marxismo: “Tomar el cielo por asalto”, como trataron de hacer los comuneros de París en 1871.
El Moncada fue tratar de tomar el cielo por asalto, y el 4 de Febrero fue tratar de tomar el cielo por asalto: un fracaso, no político, porque no lo fue el 4 de Febrero ni lo fue el 26 de Julio. Políticamente tiene su importancia y se desprendió del 26 de Julio la famosa La Historia me absolverá, que tuvo la virtud de reclutar a miles de cubanos, entre muchos de ellos a Frank País y a muchos santiagueros, algunos muertos en la lucha, y tuvo la virtud también de reclutar al Che Guevara antes de conocer a Fidel; porque yo conocí al Che cuando nos liberaron. Los cubanos que regresaron en aquel momento del exilio me dieron los datos de él para que lo ubicara (El presidente Chávez pregunta si están en México). Estando él en México, porque lo habían expulsado de Guatemala cuando derrocaron a Arbenz en 1954, con la invasión de Castillo Armas, que ya estábamos preso.
El Che, cuando lo conocí, dice —porque el 26 de Julio originalmente era de mucha heterogeneidad ideológica: todos contra Batista, pero unos pensaban de una forma y otros de otra—: “Menos fulano, mengano y zutano, que son gente progresista y se expresan y piensan dentro del espíritu de lo que decía Fidel en La Historia me absolverá, los demás no.”
Por eso, una semana después llega Fidel y en la avenida Insurgente, donde yo tenía un cuartico, al frente había un pequeño restaurante y ahí nos reunimos los tres, estuvimos toda la madrugada hablando y el Che, entonces, se une a nosotros. Ya éramos tres, y en la futura expedición, puso una condición: que si quedaba vivo, había que ayudarlo a ir a su país a hacer lo mismo. Por eso hubo que cumplirlo (Aplausos).
Por eso, creo que es en el discurso de la despedida del Che, en la Plaza de la Revolución, que Fidel cuenta esa anécdota y concluye diciendo: “El Che y Raúl fueron los dos primeros que se inscribieron para lo que después sería el futuro desembarco del Granma.”
Otro revés, después de tanto sacrificio, bueno, el Moncada: recoger, comprar armas, con escasez de dinero, con persecución, y fracasa, militarmente hablando, como dije.
El desembarco del Granma: tantas ilusiones, tanto esfuerzo y a los tres días del desembarco, de que el segundo jefe de la expedición, Juan Manuel Márquez —quien murió unos días después, o lo asesinaron a él solo, bastante destruido físicamente ya—, dijo: “Esto, en vez de un desembarco, es un naufragio”, otro revés.
Encontrarnos en la Sierra Maestra y decir: “Ahora sí con siete fusiles ganamos la guerra.” Empezamos a levantar presión y entonces en nuestras filas capturan a un guía de confianza, el de más confianza, después de dos combates victoriosos, La Plata, el 17 de enero de 1957. Un poco rápido Fidel quería hacer algo para demostrarle a la opinión pública que existíamos, no como decía Batista que ya estábamos aniquilados y que Fidel no había venido, que se había quedado en México. Cinco días después nos caen atrás tropas élites de paracaidistas, en los Llanos del Infierno, al oeste del Pico Turquino —que hoy observé y seguramente ustedes también le pasaron cerca, antes de aterrizar en Santiago—, se les produjeron cinco bajas a paracaidistas y nosotros ni un arañazo, y les ocupamos el primer fusil Garand, que lo ocupó el Che. En ese combate, igual que en todos los demás, como decíamos, el primer disparo fue por ese fusil.
Entonces, capturan a ese guía de confianza, de triste recordación —que los hijos se los criamos después, fueron hasta oficiales de las fuerzas armadas, un par de mellizos que tenía— cayó prisionero, lo llevaron a un campamento donde estaban todos los barcos en la costa, en un lugar al que le dicen El Macho, casi en los límites de la provincia de Santiago de Cuba con Granma, en el sur de la Sierra Maestra, le muestran varias compañías del Ejército, y nosotros seríamos 17 ó 18 guerrilleros; y, además, lo presionaron.
Él pudo haber aceptado y después escaparse, como hicieron otros y no informaban; incluso, algunos se aparecieron con veneno que les dio el enemigo, que aceptaron, pero se presentaron a Fidel: “Jefe, mire, esto es para usted, creo que esto es un veneno.” Como hizo Gilberto Cardero, que está vivo y llegó a comandante, cruzó conmigo en 1958 de la Sierra Maestra al Segundo Frente. A ese un pariente cercano enfermo se le estaba muriendo, se le autorizó y lo capturan; no lo torturaron, pero lo tallaron —como decimos nosotros— para que matara a Fidel. Él dijo: “Sí. ¿Y cómo?” Dice: “Bueno, mira, llévate este veneno.” Un día va él vestido de civil, con una columna, en camiones del ejército hacia la Sierra, cayeron en una emboscada que el Che les hizo. Fidel se exhibió en un aserrío —ya estoy al terminar, mis conferencias son más pequeñas que las de Chávez— llamado Pino del Agua, Fidel se exhibió allí y siguió como rumbo a Santiago, hacia el este y dejó al Che emboscado, con un refuerzo de la columna de Fidel, porque dijo: “Ahora creen que yo fui para acá y van a subir”, y así fue. Iba uno con una camisa blanca, que siempre le tirábamos a ese primero, que eran los guías, por suerte no se le mató, se le hicieron varias bajas, y como cinco o seis días después se nos aparece Gilberto Cardero, ripiado y arañado por dondequiera, y sacó un pomito chiquito: “Mire, Fidel, esto es para usted”, era un veneno. Y se salvó de milagro, porque se tiró de cabeza del camión cuando empezó el combate.
Bien, es decir, que tuvimos fracaso tras fracaso, pero éramos persistentes. Y, además, si nos ponemos a ver la historia, y el presidente Chávez sabe bastante de historia, ¿verdad?, toda revolución de verdad —que no han sido muchas en el mundo, hablo de revoluciones de verdad—, no existe ninguna sin que haya tenido muchos reveses, un revés y otro revés; lo que hay es que persistir, analizar los problemas y seguir hacia delante (Aplausos).
Este fusil más la historia que ustedes conocen, la resume. Miren eso, ¡qué joya! (Aplausos.) Como ustedes ven, tiene dos gatillos, 30.06, belga, él mismo lo afinó, lo aceró.
Hugo Chávez.- ¿Dónde lo consiguieron?
General de Ejército Raúl Castro.- ¿Este? En armerías, porque este es un fusil de cacería también; en armerías, en México. Era para tiro de precisión, y Fidel era de los que partía un plato de canto a 700 metros, en Los Gamitos. Pero para eso hace falta mucha... Si uno lo carga y dispara con el primer gatillo, tiene que hacer un esfuerzo, y cualquier movimiento lo hace fallar (manipula el fusil); pero si lo carga y le da al segundo gatillo, aquí solo —doble pelo, creo que lo llaman— es rozar. Miren esto, ¡cómo lo cuidaba él! Solo dejó de usarlo los últimos días de la guerra, cuando ya triunfante el proceso contra el dictador Pérez Jiménez, el contralmirante Wolfgang Larrazábal, que ocupaba la presidencia provisional en ese momento, creo que nos mandó unos 200 Garand y un Fal, que ya el Ejército Nacional Venezolano contaba con este fusil belga, automático y semiautomático del mismo calibre, pero un gran fusil el Fal —con ese fue a Venezuela—, y fue solo cuando dejó de usarlo. Toma (Le ofrece a Chávez) (Aplausos).
Yo creo que con el fusil de Fidel en el lado derecho y el machete de Maceo en el izquierdo, Chávez es invencible (Aplausos) (El presidente Chávez le dice: “Y el escapulario de Maisanta aquí”). Y el escapulario de Maisanta. Igual que nuestro pueblo, que hoy nos dio una magnífica demostración de solidaridad, patriotismo, como señalaba Lage en sus palabras. Yo le decía al presidente Chávez, que trataba a veces de aguantarlo por la espalda, porque se emocionaba y soltaba las dos manos, saludaba aquí, saludaba acá: “¿Tú crees que el imperialismo pueda derrotar a este pueblo?”, en este caso representando al pueblo cubano. ¡No puede! Ese pueblo que fue ahí, que hasta estuve criticando al Partido y al Gobierno, que en algunos lugares los movilizaron demasiado temprano, sobre todo entre Versalles y la salida al aeropuerto —retiro la crítica por como se portó el pueblo (Aplausos)— en su afán de asegurar todo. Esa alegría ni con un soldado con bayoneta detrás de cada uno de los ciudadanos se puede lograr. ¡Y miren que tenemos problemas de todo tipo! Si lo sabré yo que ya tengo recogidas millones de opiniones después del discurso del 26 de Julio.
Pero ese es un pueblo revolucionario: con qué alegría, cómo lloraban, cómo le tiraban las mujeres besos a Chávez, sobre todo las de edad madura (Risas), él mismo lo decía, él mismo lo decía; las jóvenes se fijaron más en mí (Risas y aplausos).
Mira al viejo general que fue profesor tuyo, le pregunté la edad hoy en el aeropuerto y se quedó sorprendido, yo soy más viejo que él (Aplausos).
Bueno, creo que vamos a devolverle a Fidel su fusil, se lo cuidamos aquí en Santiago de Cuba. Es un símbolo no solo de nuestras fuerzas armadas, sino de nuestro pueblo.
¿Entonces despedimos a Chávez ya? (Aplausos). Lo invitamos a que vuelva el día que él escoja, cuando ya empecemos a materializar, en la parte que les toca a los santiagueros, los acuerdos que hoy firmamos.
¡Viva Chávez!
¡Viva Fidel!