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Hacer la rueda de la historia

Al perder memoria de hechos el espíritu tiende a naufragar y la conciencia enseguida se extravía. Los debates y análisis de las organizaciones de base son más amplios para el conocimiento de esta materia

Autor:

Juventud Rebelde

Bayamo.— La frase se ha repetido tanto que a estas alturas quizá muchos la vean como una simple «muela»: «Tenemos que usar mejor la historia».

Sin embargo, esa sentencia que parece desgastada nos sigue advirtiendo sobre un peligro poco comprendido por algunos: al perder la memoria de los hechos el espíritu tiende a naufragar y la conciencia enseguida se extravía.

Por regla, quienes ignoran la historia terminan huérfanos de cultura, se convierten en esclavos de los objetos materiales o de las «boberías» de la vida y llegan a venderse como «marionetas baratas».

Traigo estas ideas discutibles a colación después de escuchar las intervenciones de los participantes en la asamblea de balance de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) de Bayamo —tierra de tanta tradición—, en la que precisamente se machacó la frase del principio.

¿Nos olvidamos de la historia? A veces, se reconocía implícitamente en la reunión. Cuando decenas de muchachos de cuna humilde se lanzan hacia el mundo de la pacotilla y del dinero fácil es porque de seguro le echaron polvo, con repulsión, al origen de sus antepasados y se decidieron a vivir el «ahora» con demasiado pragmatismo.

Sucede que la historia no está solo en la obra de los grandes héroes. Late más cercana de lo que a veces se cree.

En la misma asamblea el delegado César Alberto Reyes decía esta verdad: algunos jóvenes no saben nada de historia, aunque hayan recibido clases en las escuelas. Y también desconocen el pasado de su localidad.

Mientras, el presidente de la Asociación Hermanos Saíz en Granma, Dayron Fonseca Escobar, fue más lejos: «Hay profesionales con un título bien grande, que conocen mucho de su especialidad, pero al final tienen una cultura por el piso. No leen libros de otros temas, no leen periódicos...».

Quizá por eso Delmis Estrada Reyes, estudiante del Instituto Preuniversitario Vocacional Silberto Álvarez, exponía brillantemente en otras palabras que una de las variantes del Plan Bush para imponernos la llamada «transición» radica en matarnos nuestra historia poco a poco, o de un golpe. De modo que estamos hablando de un tema mayor, estratégico.

Y subrayaba ella que defender la Patria va más allá de tomar los fusiles ante una agresión: es también tener el espíritu de aquellos universitarios que en otro tiempo estuvieron prestos a empuñar las armas para derrocar a los gobiernos pro yanquis.

Aunque en esta cuerda bien cabe preguntar: ¿Y quien no tenga ese referente del pretérito? ¿Podrá tener ese espíritu combativo?

Surge entonces, ante la probable situación de desmemoria, otra interrogante: ¿Qué hacer para que se prenda la historia?

No parece fácil encontrar una respuesta. Pero no todo se les puede dejar a los profesores de esa asignatura.

Hay disímiles vías... Una de estas —no siempre bien usada— palpita en la marca que puedan dejar los debates y análisis de las organizaciones de base. Estoy hablando en escenarios más amplios que las reuniones.

Sin embargo, en algunas, ocasionalmente la historia se sigue viendo como «muela» y no como un poderoso misil.

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