Las películas de mayor duración del mundo, los niños actores más importantes del cine norteamericano, la reconstrucción del rostro de dos actores a los que fue necesario sustituir por haber fallecido en pleno rodaje y el sistema de cine con perfume, son algunas de las curiosidades del Séptimo arte que aparecen en el Diccionario de Cine, del periodista cubano Rodolfo Santovenia, publicado por Arte y Literatura.
Entre los filmes más largos figuran Avaricia (Gredd, 1923), de Erich Von Stroheim, de nueve horas; La guerra y la paz (Voyna i mir, 1967), de Serguei Bondarchuk, de siete horas; Novecento (1976) de Bernardo Bertolucci, de cinco horas; Cleopatra (1963), de Joseph L. Mankiewicz, de cuatro horas; Lawrence de Arabia (1962), de David Lean, y Lo que el viento se llevó (1939), de Víctor Fleming, las dos de más de tres horas.
Pero la campeona de todas es la cinta inglesa de 1970, estrenada en Londres: La película más larga y sin sentido del mundo (The Longest Most Meaningless Movie in the World), de 48 horas de duración y que después se redujo solo a 90 minutos.
Entre los niños actores estrellas más sobresalientes figuran Jackie Coogan, en The Kid, (El Chicuelo, 1920, de Charles Chaplin); Jean-Pierre Leaud en Los cuatrocientos golpes (Les Quatre cents coups, 1959, de Francois Truffaut); Tatum O’Neal, en Luna de papel (Paper Moon, 1973, de Meter Bogdanovich); Ana Torrent, en Cría cuervos (1975, de Carlos Saura) y Macaulay Culkin, en Solo en casa (Home Alone, 1990, de Chris Columbus).
Sin embargo, la campeona como Baby Star fue la vedete cinematográfica de menos de cinco años de edad, la famosa Shirley Temple, que inició su carrera a los tres y en 1934 recibió un Oscar singular: una estatuilla en miniatura.
El trucaje o efecto especial para la reconstrucción de rostros a dos actores fallecidos en medio del rodaje, fue en los filmes de Alex Proyas, The Crow (El Cuervo, en 1994) y Wagon East, de Meter Markle, en el propio año. Se hizo un audaz trabajo de maquillaje sobre la cara cubierta de dos dobles, para superar los fatales destinos de los actores Brandon Lee y Jonh Candy.
No obstante lo anterior, lo más asombroso fue el caso del cine con perfume o Aromarama, un sistema de filmes o cine oloroso, patentado en 1958 por Charles Weiss. No por haberse hecho una sola película perfumada —Detrás de la gran muralla —(The Great Wall of China)—, con 72 olores diferentes, estrenada el 2 de diciembre de 1959, en el Mayfair Theatre, de Nueva York, deja de ser una curiosidad cinematógráfica.
Hubo otros sistemas similares, el Odorama y el Smell O’Vision, desarrollado este último por el profesor Haus Lambe y patentado por el magnate Mike Told. El único filme con esta última técnica fue El perfume del misterio (Scent of Mystery) de Jack Cardiff, estrenado el 12 de enero de 1960, en el Cinestage, de Chicago.
Amén de los colores y de algo que parecía relieve, así como del sonido estereofónico, la cinta ofrecía la delicia del olfato.
La trama se desarrollaba en España y se aspiraba la gran fragancia de las rosas en plena floración o mezclada con el personalísimo perfume de la protagonista, Elizabeth Taylor, quien hacía una breve aparición en pantalla. Los efluvios tenían una muy precisa función en el filme, pues se trataba de la historia de un desconcertante delito seguido a través del perfume de una mujer y del olor a tabaco de un hombre.