Foto: Jean Pierre Isla La basura, ese residuo cotidiano de nuestras vidas, es hoy un dolor de cabeza para cualquier país. Cuba no es la excepción. Según diversos estudios, cada poblador genera 0,5 kilogramos de desperdicios sólidos diarios, cifra que en la capital se eleva a 0,7 Kg, y «botarlos» correctamente es un dilema.
Se trata no solo de evitar la aglomeración innecesaria en las calles, ante la falta de equipos para su recogida e incluso de contenedores donde verterla, lo cual genera incontables focos de vectores. Hay que impedir, además, que los basureros se conviertan en una fuente más de contaminación.
El país, afirma el viceministro de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, José Antonio Díaz Duque, ha aprobado recientemente un plan nacional para tratar de revertir esta situación, fundamentalmente en las capitales de provincia, donde es más aguda.
Ciudad de La Habana, Santiago de Cuba y Villa Clara, los mayores productores de desperdicios, están en la mira. La idea es resolver la recogida y también el tratamiento final de los residuos, que contienen sustancias nocivas para la salud humana, los ecosistemas y el medio ambiente.
A esto se agrega que algunas industrias, violando lo dispuesto por la Ley de Medio Ambiente, aprobada en 1997, vierten sus desperdicios contaminantes sin procesarlos, condenando a personas, plantas y animales a contraer enfermedades.
Desgraciadamente, nuestro paso por la vida, que puede dejar muchas huellas positivas, genera también marcas negativas.
Una colilla de cigarro, por ejemplo, tarda hasta cinco años en degradarse. Una bolsa plástica unos 20 ó 30 años; una lata de aluminio entre dos y cinco siglos; una botella de vidrio más de un millón de años, y una plástica puede durar mientras exista nuestro planeta.
Solo cuando entendamos que aunque el Sol se apague algún día, todavía estará enterrado el plástico que hoy botamos, comprenderemos que sin dudas la solución está en reciclar, aunque para eso falte mucha infraestructura, y sobre todo conciencia del mal irreversible que enfrentamos.