El 18 de junio dejó de latir el corazón de Vilma Espín. Fuente de amor y solidaridad sin limites, a todos nos deja un ejemplo insuperable de lealtad, firmeza, sacrificio y modestia.
Nacida en familia acomodada, pronto descubrió la causa de los desposeídos, y la abrazó para nunca abandonarla. En un país sojuzgado por la más brutal tiranía y sometido al dominio extranjero, se entregó apasionadamente a la pelea por la libertad y la independencia.
Vivió los peligros del combate, y la angustia y el dolor de la clandestinidad, donde sobresalió su valor y su imbatible optimismo. Una muchacha que, en aquella sociedad atrasada, que aplastaba y relegaba a las mujeres, fue capaz de empinarse sobre muchos hombres y convertirse en heroína verdadera. Heroína de la patria, desde la más temprana juventud.
Déborah, Alicia, Mónica, Mariela; Vilma es el rostro de la mujer cubana, la hermosa síntesis de su larga lucha por la emancipación. A ellas devolvió la esperanza y la sonrisa. Las educó y las condujo a derrotar prejuicios y ataduras seculares.
Aportó a la construcción de nuestro socialismo el trabajo infatigable y el espíritu creador de un pensamiento profundamente revolucionario.
Contribuyó sin cansancio al desarrollo de nuestra sociedad, y se empeñó como pocos por hacerla más justa, más libre, más culta, más revolucionaria, en la que nadie sea marginado, ni discriminado. Martiana raigal, consagró su vida a conquistar toda la justicia. Las cubanas y los cubanos sabremos perseverar en esa lucha, en la que Vilma estará con nosotros a la vanguardia, siempre.