La Universidad siempre ha sido una cuna de revolucionarios «Era verdad. Era un niño. Su estatura apenas pasaba del codo de un hombre regular. Sus ojos miraban entre espantados y curiosos aquella ropa rudísima con que le habían vestido, aquellos hierros extraños que habían ceñido sus pies... Doce años tenía Lino Figueredo, y el Gobierno español lo condenaba a diez años de presidio».
Quien esto escribió, se espantó por la situación de un niño que con solo 12 años fue condenado a prisión, por el «delito» de tener padres que luchaban contra la Metrópoli. José Martí tenía 17 años cuando sufrió los grilletes y el trabajo forzado, acusado también por causa de la libertad.
No sería el único sufrimiento. Poco tiempo después, 32 estudiantes de Medicina eran arrestados con un pretexto banal. Ocho irían al cadalso, en un crimen tan horrendo que hizo que un honorable oficial español quebrara su espada de militar para siempre. Otros sufrirían prisión o destierro, entre ellos Fermín Valdés Domínguez, procesado antes por ser coautor de la carta que arrojó a Martí a las canteras de San Lázaro.
Mientras en la manigua cubana el machete intentaba asegurar la tan anhelada independencia de España, en la emigración, los mayores recolectaban dinero, armas y alistaban expediciones, y los más pequeños se organizaban en clubes patrióticos. En la Guerra de los Diez Años, con el Club Patriótico La Juvenil, integrado por 85 niños, o en la contienda del 95, cuando se crearon el Club Infantil, el Hijas de la Patria, el Emilio Núñez y Las Dos Banderas, encontramos las primeras evidencias de organizaciones juveniles o infantiles cubanas.
Aunque hay ejemplos de heroicidad muy conocidos, como el de Panchito Gómez Toro, hijo del Generalísimo, quien prefirió morir al lado de Maceo antes que abandonar su cuerpo inerme, pudieran contarse innumerables historias sobre niños y jóvenes que sirvieron de mensajeros, soldados, laborantes, guías y colaboradores de los insurrectos, a pesar de que los nombres de muchos de estos protagonistas permanecen en el anonimato.
Las nuevas generaciones, desde entonces, han estado siempre ligadas a cada proceso vivido a lo largo de nuestra historia, ya sea desde la manigua mambisa, las protestas antimachadistas, las luchas contra la corrupción y el entreguismo de los gobiernos de turno o en las sierras y llanos antibatistianos.
PIONEROS DE LOS PIONEROSManifestaciones estudiantiles en la seudorepública La mañana del 29 de septiembre de 1933 amaneció algo despejada. No habría problemas, la autorización del subsecretario de Gobernación estaba garantizada.
En Reina 403, local de la Liga Antimperialista, las personas concentradas comenzaron a prepararse para marchar hasta el Parque de la Fraternidad.
Más de cuatro años después de su muerte, se recibían en duelo solemne las cenizas de Mella. La furia de las balas sorprendió a todos. Azoteas, balcones, columnas y calles se convirtieron en un volcán de metralla. En la confusión, un disparo atravesó la cabeza de Paquito. Solo tenía catorce años.
La Liga de los Pioneros ya tenía un mártir. Dos niños jugaban tranquilamente en la calle a la quimbumbia. Mientras discutían sobre el juego, uno de ellos mantenía los ojos bien abiertos. El chirrido de las gomas de un auto al doblar la esquina suspendió el juego. Separado del resto, entre los pasillos de Cayo Hueso un pequeño se desperdigó del grupo. Su misión: alertar sobre el peligro. Nadie podía sospechar que esos niños, o los que transitaban con revistas de muñequitos bajo el brazo, pudieran estar vigilando una importante reunión, trasladando un mensaje urgente o llevando armas de un lugar a otro. Todos eran miembros de la Liga de los Pioneros.
Finalizada la contienda libertaria con el escamoteo de la verdadera autodeterminación por las maniobras norteamericanas, las dificultades económicas y la falta de un sistema nacional de educación, se unían a la explotación a que eran sometidos quienes desde chicos debían trabajar para buscar el sustento diario. Discriminados por su edad, sexo, raza, tenían que soportar los abusos y menores salarios, a pesar de trabajar como adultos, por lo cual eran frecuentes las protestas ante tamaña injusticia.
Muestra de lo anterior lo constituyó la Huelga de los Aprendices, a principios de siglo, quienes, junto a demandas salariales, también reclamaban mejores condiciones de trabajo y reducción de la jornada laboral. No obstante, este movimiento, al igual que otros siguientes, fracasó por la falta de unión. Entre las primeras organizaciones juveniles cubanas de que se tienen noticias, están la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), creada en 1922, y la Liga de la Juventud Comunista (LJC), fundada en 1928, a instancias del Partido Comunista, que contó entre sus promotores a Julio Antonio Mella, quien también había organizado la FEU.
En el contexto de la lucha antimachadista, en el primer pleno de la LJC celebrado en 1931, se decidió formar la Liga de los Pioneros. Con antecedentes cercanos en la Unión Cultural Hebrea, la cual intentó agrupar a los niños en sociedades, supuestamente para practicar deportes, pero en las cuales además se les formaba en ideales progresistas.
La agrupación pioneril venía a contrarrestar los intentos de aglutinar a los niños en otras organizaciones como los Boy Scouts, Sea Scouts o ABC infantil, que nada tenían que ver con la verdadera situación de la mayoría de la niñez. Surgida inicialmente entre los hijos de obreros, en los barrios cercanos al Muelle de Luz y en Cayo Hueso, rápidamente los grupos se extendieron a Regla, Santiago de las Vegas, Güines, San Antonio de los Baños y otras provincias del país.
La Liga de los Pioneros pronto situó en el centro de las protestas infantiles temas tan candentes como el robo del desayuno escolar, la depauperada situación de las escuelas públicas e incluso se tienen noticias de manifestaciones protagonizadas por niños el Día de Reyes, para protestar por las desigualdades sociales.
En sus publicaciones, El Pionero, Estrella Roja, Alerta y Mundo Infantil, colaboraron destacadas personalidades entre las que se encuentran Rubén Martínez Villena, Mirta Aguirre y Pablo de la Torriente Brau.
A pesar de que esta organización constituyó un importante paso en la historia del movimiento pioneril, la constante persecución a que eran sometidos sus miembros, las difíciles condiciones en que se desarrollaban, el carácter algo esquemático y sectario que adoptaron en ocasiones algunos de sus dirigentes y otros elementos, determinaron que a mediados de 1935 se decidiera disolver la Liga.
UNA CARGA...La mayor ofensa impune que recibió en toda su vida Gerardo Machado, se la hizo el joven Rubén Martínez Villena, en el propio despacho del mandatario: lo bautizó para la historia como el Asno con Garras. No solo fueron universitarios los destacados en la batalla que llevó al derrocamiento del machadato, muchos estudiantes de la enseñanza media y secundaria, o simples obreros y desempleados se sumaron a las fuerzas que combatieron al tirano.
«Si desembarcan, tírenles, que yo respondo», fue la respuesta ante el aviso de que los marines yanquis de Guantánamo se disponían a hollar las playas cubanas. Y tenía con qué. Alzado en Oriente, figura temida hasta por sus perseguidores, un bisoño farmacéutico se convirtió en el ministro de Gobernación del efímero Gobierno de los Cien Días.
Antonio Guiteras Holmes fue un obstáculo para las maniobras proimperialistas del futuro dictador Fulgencio Batista. La Joven Cuba, organizada por él, constituyó uno de los capítulos más radicales en la historia juvenil, que no por gusto Batista se ensañó en la persecución de este líder, asesinándolo cuando se disponía a salir del país para organizar una expedición y continuar la lucha.
A silletazos terminaron las discusiones entre los ortodoxos cuando todos se preguntaban qué hacer, después que el madrugonazo del 10 de marzo de 1952 inmovilizó al país con la noticia de un cuartelazo anunciado. Los estudiantes universitarios fueron más rápidos en pedir armas al presidente Prío que la propia guardia del mandatario. En 1948, años antes, se consolidaba la creación del Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo), de cuyo seno surgió la Juventud Ortodoxa.
La misma, junto a la Juventud Socialista, jugaría un importante papel en los acontecimientos inmediatos al golpe de Estado batistiano. Antorchas con clavos en el mango distinguieron a un grupo de jóvenes en la primera Marcha de las Antorchas, efectuada el 27 de enero de 1953.
Era la Generación del Centenario. Muchos de sus miembros provenían del seno de la Juventud Ortodoxa, cuyo programa tuvo un carácter tan radical que nunca fue aprobado por completo por los dirigentes del partido.
Un abogado de solo 26 años, Fidel, comandó el asalto al Moncada; 25 años tenía José A. Echeverría cuando su voz se escuchó por última vez llamando al combate por los micrófonos de Radio Reloj, poco antes de iluminar con su sangre el sendero de la victoria; 22 tenía Frank País, el alma de la Revolución en Oriente, al ser segada su vida por los esbirros.