SANTA CLARA.— La expresión ocupa titulares en la prensa nacional, la repiten una y otra vez locutores o conductores de programas de la radio y la televisión y hasta los más ilustres periódicos sin el menor asombro, aunque asombra: «La Feria Internacional del Libro llegó al occidente cubano».
Lo afirman luego de que el evento concluye en el complejo Morro-Cabaña, de Ciudad de La Habana, para especificar que comienza la gran fiesta en ciudades de las provincias de Pinar del Río, La Habana, Isla de la Juventud y Matanzas.
Los organizadores del evento son los autores de la «nueva división geográfica» cada vez que hay ferias del libro, que se populariza gracias a los medios de comunicación, los cuales difunden el desliz debido a las tantísimas informaciones que cada día se divulgan.
Resulta que ahora al complejo Morro-Cabaña, y a la mismísima Ciudad de La Habana, los excluyen del occidente del país. ¿Y dónde están, entonces, ubicados geográficamente?
Valdría la pena preguntarnos por qué introducir ese invento asociado a lo que bien se califica como la celebración del saber, porque inexactitud, al fin y al cabo, resta —aunque parezca exiguo el patinazo— al desvirtuar la realidad.
El facilismo lingüístico aflora para establecer una diferencia territorial entre el hecho ferial estrictamente de Ciudad de La Habana y del resto del país. Se hace pese a existir otras formas a mano, sin necesidad de imponer una caprichosa fórmula, alejada totalmente de la realidad. A no ser que se pretenda dar crédito a aquel chiste popular de que La Habana es La Habana, y lo demás, «áreas verdes».
Lo más correcto sería decir que la Feria del Libro comenzó en el resto del occidente. O concluyó la Feria en la sede principal y se extenderá ahora a las provincias de La Habana, Pinar del Río... ¿No cree usted? A fin de evitar un gazapo.