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Exhiben pertenencias de los ocho estudiantes de Medicina

Son las únicas que se conservan de esos jóvenes fusilados el 27 de noviembre de 1871

Autor:

Juventud Rebelde

Los restos y pertenencias pueden verse en la Fragua Martiana. Foto: Roberto Suárez LAS únicas pertenencias personales que se conservan de los ocho estudiantes de Medicina fusilados el 27 de noviembre de 1871, hace 135 años, se exhiben en la Sala uno del Museo Fragua Martiana, en Ciudad de La Habana.

Son estas, un mechón de pelo de Alonso Álvarez de la Campa, de 16 años, nacido en La Habana el 24 de julio de 1855, el más joven de todos; un molar del maxilar superior de Carlos Verdugo y Martínez, de 17 años, nacido en Matanzas el 15 de enero de 1854, y un canino o colmillo de Juan Pascual Rodríguez y Pérez, nacido en La Habana el 24 de junio de 1850, el único que sobrepasaba los 21 años.

Además, dos broches, una medalla de la Virgen de la Merced y una piedra pequeña de la antigua mina de El Cobre, en Santiago de Cuba, objetos que no se sabe a cuál de ellos perteneció.

Por último una conmovedora nota de despedida que Eladio González Toledo, de 19 años, nacido en Quivicán, La Habana, redactó en la capilla de la Cárcel Nacional, horas antes de ser fusilado, para su compañero de aula Teodoro de la Cerra y Dieppa:

«Cerra: un pañuelo que tiene Domínguez cógetelo en prueba de amistad y dale este que te incluyo. Mira a ver si mi cadáver puede ser recogido. Eladio González».

El texto fue donado a la Fragua Martiana, el 4 de abril de 1965, por el nieto de Teodoro, doctor José Francisco Márquez y de la Cerra.

El licenciado en Historia Regino Sánchez Landrián, museólogo-especialista de la Fragua y profesor de la Universidad de La Habana, explicó que según investigó el desaparecido Luis Felipe Le Roy y Gálvez en ese centro de altos estudios, la exhumación ósea de los estudiantes se efectuó 16 años después, a principios de 1887.

Para ello se creó una comisión integrada por Valdés Domínguez (presidente), Guillermo del Cristo (secretario) y Miguel Franca Mazorra (tesorero). Se sumaron José de Marcos Llerena, Pascual Rodríguez Valdés y Ángel Eduardo Laborde Sotomayor, padres de tres de los jóvenes ejecutados.

Contaron con el consentimiento, enviado desde Matanzas, de Justo Verdugo, hermano de Carlos Verdugo, uno de los ejecutados, quien, para colmo, no estaba en La Habana cuando los detuvieron.

La exhumación se hizo ante los integrantes de la Comisión, el médico del cementerio y el celador, Claudio Suárez, testigo este del enterramiento.

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