Foto: Calixto N. Llanes. «Yo convivo con mi novio en la beca porque lo considero necesario para nuestra relación», dice una estudiante de Comunicación Social de la Universidad de La Habana, residente en la beca capitalina Mario Escalona (12 y Malecón).
Ella revela además que como en su cuarto ya vivían otras parejas pensó que no había ningún problema en llevar a la suya. No le agrada mucho compartir su intimidad con sus compañeras de cuarto, pero reconoce que no tiene otra alternativa.
A pesar de que sus padres pondrían el grito en el cielo si se enteraran, esta joven defiende su posición: «La convivencia afianza nuestra relación de pareja; me parece lo más idóneo después de tres meses de noviazgo».
Otra de sus compañeras de cuarto dice no tener ni «gatico ni perrito», aunque tampoco le molesta vivir con otras parejas. «Cada cual disfruta de su sexualidad como le plazca —responde desinhibida— a mí no me molesta. Ellos son los más perjudicados, porque está en juego su intimidad».
Disyuntivas como estas no solo se encuentran en 12 y Malecón. En las becas del país hay historias similares. Los jóvenes disfrutan la edad de las grandes libertades, de la independencia anhelada y se prueban tomando sus propias decisiones en todos los órdenes de la vida.
El amor se escurre por cada ventana de las residencias estudiantiles y deja rastros, a pesar de la existencia de un reglamento que prohíbe convivir en un mismo cuarto a estudiantes de diferentes sexos.
La Resolución 38 de 2000, incluida en el Reglamento Disciplinario de las residencias estudiantiles, prohíbe a los becarios permanecer fuera de su ubicación, con las consiguientes molestias al resto del colectivo. Quienes incurran en tal indisciplina pueden ser sancionados y quedar sin derecho a beca durante un semestre o un curso entero. En casos extremos, podrían hasta perder su condición de residentes por dos años.
CONVIVENCIA EN NÚMEROSUna encuesta realizada en becas de la Universidad de La Habana y la Universidad Central Marta Abreu, de Las Villas, arrojó que el 90 por ciento de los jóvenes con parejas dentro de la residencia, conviven juntos en el mismo cuarto. La mayoría no se siente a gusto en colectivo.
A casi todos los no comprometidos les resulta indiferente este tipo de convivencia. Alegan que sobrellevarla depende del respeto y la consideración que demuestren los visitantes ocasionales o permanentes. Pero, ¿hasta qué punto podrían preservarse tales virtudes en un colectivo donde interactúan personas de diferentes sexos?
Leidy Díaz, estudiante de la Universidad Central de Las Villas, apenas puede concentrarse en la lectura de su libro. Las abundantes frases de amor y los besos que se prodigan sus compañeros no se lo permiten.
«No veo por qué tengo que estar cohibiéndome en mi cuarto. El colmo es que me digan: ‘Vístete, que ahora viene mi novio’.
«Cuando viven personas del sexo opuesto en tu cuarto, ya no es igual. No puedes vestirte como quieres, ni hacer lo que quieres», dice, molesta.
A Yosbel, estudiante de la misma universidad, le resulta engorroso escuchar a sus compañeros de cuarto haciendo el amor. Lo considera una falta de moral.
EL DICHO Y EL HECHOLos jóvenes encuestados coinciden en que semejante práctica entraña una pérdida de intimidad, tanto en las parejas como en quienes se ven obligados a esa forzada convivencia. Aunque muchos la justifican como única opción para intimar, ante la inexistencia de lugares apropiados y asequibles a sus economías universitarias.
Celso Suárez Chacón, jefe del Departamento de Justicia del Ministerio de Educación Superior (MES), se atiene a lo legislado: «La convivencia de parejas en la beca está prohibida en el reglamento. Las residencias son centros de formación de valores. Generalmente en las becas estudiantiles del país no hay condiciones para la convivencia en pareja, y el resultado final es la promiscuidad».
El funcionario admite que en algunos alojamientos existen condiciones para facilitar la vida a las parejas, en otros no las hay. «Por lo tanto —precisa— el reglamento del Ministerio de Educación Superior es el mismo para todas las residencias del país».
No obstante, muchas parejas de becados no parecen dispuestas a supeditar sus relaciones a los dictados de una disciplina institucional. «Ya estamos crecidos para regulaciones en el amor», argumentan.
A pesar de la rigurosidad del reglamento, algunos directivos buscan alternativas para permitir la convivencia de parejas en la beca, sin incurrir en la promiscuidad.
René Martínez Novo, jefe de Beca de la Residencia Estudiantil Ramón Paz Borroto, de Ciencias Médicas, en Ciudad de La Habana, explica: «En esta residencia conviven 505 estudiantes y tenemos 48 cuartos individuales para los de quinto y sexto años que están próximos a la prueba estatal y requieren de mayor tranquilidad para estudiar. También trato de ubicar en estos cuartos especiales a los casados, documento mediante que testifique la unión legal».
Martínez Novo precisa que para las capacidades restantes se prioriza a las parejas que llevan mucho tiempo de noviazgo. «No tolero la promiscuidad ni la falta de respeto, ni concibo que una muchacha esté durmiendo en un cuarto de varones y viceversa», acota.
La residencia estudiantil Mario Escalona, de la capital, presenta condiciones similares, pero no se utilizan de la misma manera.
Miguel Medina, director de Residencias Estudiantiles de la Universidad de La Habana, reconoce que los cuartos individuales pudieran redundar en mejores condiciones de vida para las parejas y el resto de los alumnos, pero como el reglamento no permite la convivencia de personas de sexo diferente en un mismo dormitorio, no se puede hacer nada al respecto.
Los encuestados identificaron a la cantidad de personas que habitan en un cuarto, como el principal problema para la convivencia de parejas en la beca.
En la residencia del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría (ISPJAE), los becados se quejan de las reducidas dimensiones de las habitaciones. Mientras que en la Universidad Central de Las Villas el gran inconveniente es el baño colectivo para cada cuarto. Todos reconocen que esas dificultades se agravan cuando deben compartir su intimidad con personas ajenas a su círculo de convivencia.
A Humberto Socarrás Díaz se le hace imposible controlar el asunto de las parejas en una beca tan grande como la CUJAE. «La residencia tiene como único fin el estudio y no el desarrollo de las relaciones amorosas de sus habitantes. Aquí yo priorizo las condiciones de vida: la tecnología, la iluminación. También les oferto campismos a los estudiantes, para su esparcimiento y recreo sano».
ATEMPERAR LA PASIÓN«El joven tiene que probar, si ha encontrado a alguien que él cree satisface sus necesidades espirituales de afecto. En ese caso, puede que se entiendan mejor si conviven juntos. Esta es la edad propicia para la creación de vínculos no necesariamente de carácter definitivo», nos comenta Lourdes Ibarra Mustelier, doctora en Ciencias Psicológicas y profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana.
«La relación de pareja requiere de una intimidad para que se produzca», añade la especialista, quien precisa que tanto las relaciones coitales como el intento de caricias no son expresiones que se deban socializar, pues pueden hacer sentir incómoda a la pareja.
«La pareja se puede reprimir, afectando así la convivencia. Los que no son novios no tienen por qué presenciar las relaciones de sus compañeros de cuarto. Deben existir normas», apuntó la doctora.
Suárez Chacón nos comenta que este es un tópico recurrente en los congresos de la FEU.
El tema de la convivencia de parejas en las residencias estudiantiles es susceptible de enfoques tan diversos como variados son los problemas que la originan.
La necesidad de intimar de los estudiantes, la imposibilidad de hacerlo en las universidades y la inexistencia de facilidades fuera de ese ámbito, parecen tener el mismo impacto que la falta de recato de algunas parejas en el manejo de su intimidad.
Mientras, a pesar de regulaciones, insuficiencias, tolerancias e incomprensiones, el amor sigue becado.
Escrito por estudiantes de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de la Habana