Tiempo extra
El deporte universitario ha sido un fenómeno que durante siglos, y a lo largo de diferentes épocas de la historia de Cuba, ha dado a los alumnos de ese nivel de enseñanza la posibilidad de soñarse campeones más allá de las aulas.
Desde la fundación de la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana, allá por 1728, fue regular la práctica física entre sus estudiantes, quienes pretendían así seguir al pie de la letra aquella máxima de mens sana in corpore sano.
Muchísimos años después, exactamente a comienzos de la pasada centuria, la Universidad de La Habana (UH) se mudaría a su actual sede de la colina de Aróstegui, en el Vedado capitalino. Entonces, junto a los nuevos edificios, se alzó un grupo de estudiantes y profesores entusiastas que sembraron la semilla de aquello que en 1922 se convertiría en la Comisión Atlética Universitaria, de la que Julio Antonio Mella fuera primer secretario ejecutivo.
De la mano del propio Mella, por ese tiempo empezó a expandirse el catálogo de deportes que se practicaban en la UH y en el curso 1922-1923 fue la primera edición de la justa universitaria, que en 1967 sería rebautizada como Juegos Caribe.
Con el triunfo revolucionario de 1959 y la creación del Inder se generó un crecimiento exponencial del movimiento deportivo en la Mayor de las Antillas.
Luego de seis décadas de ese boom que inició en los 60 y tuvo su ápice en la olimpiada de Barcelona 1992, a día de hoy las universidades cubanas siguen siendo una fuente enorme de talento, entusiasmo, competitividad y disfrute sano.
Más allá de los Caribe, tenemos los juegos «13 de marzo» que organiza la Cujae, los Palenques y Cimarrones del Fajardo, y otros tantos que en cada año calendario tiene lugar en diferentes centros de altos estudios del archipiélago.
Tristemente, durante los últimos dos años el mundo se vio forzado a entrar en una suerte de animación suspendida que llevó a la suspensión de todo tipo de eventos, incluidas las fiestas del músculo estudiantil, esas que constituyen una parte esencial de la experiencia universitaria para la gran mayoría.
No obstante, en tiempos recientes basta con recorrer un poco las redes sociales para saber que la alegría, la pasión y la entrega están de vuelta en las canchas y otros espacios de las instituciones educativas del nivel superior.
Hoy, en sitios como el estadio Juan Abrantes la yerba alta ha mermado notablemente gracias a las ganas de futbolistas, peloteros, corredores y otros tantos apasionados de diferentes facultades que llegan con la idea de sacar a ese histórico lugar del letargo que vivió últimamente.
Mientras, los estudiantes del Instituto Superior de Relaciones Internacionales disputan su liga beisbolera en el diamante de la Unidad Provincial de Patrullas del Minint y ya organizan la siguiente versión de los Juegos Dignidad.
Los ejemplos que hemos traído a colación son solo unos pocos que demuestran cómo, a pesar de todas las dificultades que conocemos, el vigor de los universitarios cubanos amantes del deporte mantiene vivos los deseos de competir y sudar la camiseta, aunque no sea más que por el sueño de pertenecer a algo más grande que ellos mismos.