Tiempo extra
Engañar para conseguir un premio, cualquiera que este sea, es una costumbre tristemente repetida a lo largo de la historia humana. Desde el caballo de Troya, hasta el más inocente forro del juego de dominó, cortar camino hacia la victoria no ha sido una opción bien vista casi nunca.
La práctica deportiva también ha estado marcada desde su génesis por el fenómeno de los tramposos. Incluso cuando en la Grecia antigua obligaban a los atletas a sostener un pedazo de carne de un animal sacrificado ante una estatua del todopoderoso Zeus, los «listos» se las arreglaban para tentar a su suerte.
Resulta que los supuestamente honorables hombres del mundo clásico solían consumir «pociones» a base de miel y jalea, e igualmente introducían en su sistema hongos alucinógenos y semillas de sésamo, todo ello para potenciar sus resultados.
Siglos más tarde, después de la Primera Guerra Mundial, el tema del consumo de sustancias ilegales comenzó a ser tomado más en serio. De esa época proviene el término doping, que tiene su origen en la palabra dop, con la cual se conocía a una bebida revitalizante usada por los zulús y otras tribus africanas colonizadas por los holandeses.
Claro que no solo el dopaje ha sido la vía para «meter línea» en citas importantes.
En las Olimpiadas de Los Ángeles 1984, la boricua Madeline de Jesús, lesionada tras participar en el salto largo, hizo que su melliza Margaret tomara su lugar en las clasificatorias del relevo 4x400.
Ocho años antes, en Montreal 1976, el esgrimista soviético Boris Onischenko fue descubierto con un arma trucada, en la cual bastaba presionar un botón oculto para aparentar que había tocado a su oponente.
De regreso al tema del uso de ingredientes prohibidos para incrementar las posibilidades de victoria, tenemos casos penosos como el de la corredora estadounidense Marion Jones, su esposo, el velocista Tim Montgomery, y los laboratorios Balco.
A día de hoy, es normal en Cuba escuchar a muchos hablar sobre testosterona, aceite de maní, y otros trucos que les permitan lucir un cuerpo ¿mejor? ¿Por qué en vez de optar por la ruta más fácil en apariencia, no se opta por el esfuerzo y el sacrificio? Al final, sea cual sea el resultado, sabrá mejor si se jugó limpio con ambos: el contrario y uno mismo.