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Caras del tatami

Recién finalizada —en uno y otro sexo— la edición 2018 del Campeonato Nacional de Judo de Primera Categoría, sería positivo compartir una serie de ideas que se quedaron en el tintero entre tantas proyecciones, técnicas de inmovilización y saludos marciales.

Primero que todo, habría que decir que se trató de un evento satisfactorio en muchos sentidos, sobre todo desde la arista deportiva, pues además de presentar en el panorama algunas figuras jóvenes con perspectivas cercanas, tributó a que (casi) todos los integrantes de los equipos nacionales se foguearan camino al evento más importante del año: los Juegos Centroamericanos y del Caribe.

También fue una excelente noticia tanto para periodistas como aficionados, el regreso a planos estelares de varios judocas de renombre, como es el caso del cienfueguero José Armenteros y la capitalina Ónix Cortés, e incluso, del villaclareño Asley González, quien pese a no haber ganado el título, se vio bastante recuperado de las lesiones sufridas en los últimos tiempos.

No obstante los aciertos del evento, también hay que señalar algunos hechos y situaciones que fueron en contra de que el resultado final fuera mucho mejor.

Encabezan esa lista negativa los judoguis, vestimenta reglamentaria de los atletas, quienes se supone que deben vestirlos de colores diferentes —azul y blanco— con el objetivo de diferenciarse durante su enfrentamiento.

Si bien son conocidas las limitaciones materiales en varias provincias, ello no justifica que en tantos casos hubiera que presenciar combates donde ambos contendientes iban ataviados con el mismo color. Y peores fueron los casos en que, a pesar de ser diferentes los uniformes, los lados estaban cruzados, o sea, que el azul iba de blanco y viceversa.

Otro factor que conspiró contra tan mencionado espectáculo deportivo, fue un tema de organización, tan básico como el fluido eléctrico en la sala Ramón Fonst, ausente en parte de las jornadas del torneo masculino.

Y como consecuencia se impone hacernos algunas preguntas: ¿No conocía la Empresa Eléctrica que habría actividad en esa céntrica instalación? De no ser así, ¿por qué se no hicieron con antelación las coordinaciones?

Expreso lo anterior, porque hubo un contraste negativo entre la buena afluencia de personas cada día en la Polivalente, y el hecho de que en ocasiones ese mismo público no pudiera identificar el nombre ni la provincia de los atletas que peleaban sobre el tatami.

Vuelvo a hacer hincapié en la unión entre espectáculo y deporte, dos elementos que a mi entender no deberían estar desvinculados jamás. Esa sigue siendo hoy día, a pesar de los avances que se han hecho, una de las tareas sin resolver de nuestro movimiento deportivo. Y ni siquiera se trata de «tirar la casa por la ventana», sino de que en estos escenarios se haga lo correcto para que ambos, la afición y los protagonistas, terminen satisfechos.

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