La tecla del duende
A los que pensábamos en estirar un poquitín más este 2017, malas noticias: se acabó. Así que, a soñar y emprender en el nuevo almanaque, que siempre, en la terquedad de la esperanza, tiene que ser mejor. Junto al tiempo que despedimos, también dijo adiós hace unos días la periodista y narradora argentina Ana María Radaelli, cubanizada por militancia y afecto. De su libro de crónicas Destino Cuba son las líneas que hoy les regalo. Con este fragmento va el abrazo de cierre de año. En 2018, amémonos. Lo demás, viene solo.
Ocurrió en San Carlos de Bariloche, punto minúsculo en la vasta geografía de la Patagonia argentina, una diminuta ciudad acurrucada entre lagos y bosques, pegadita a la cordillera andina. De manera fortuita había entrado yo a una hostería, buscando protegerme de una intensa nevada. «Mi unicornio azul ayer se me perdió/ pastando lo dejé y de- sapareció... Las flores que dejó no me han querido hablar...». En un principio no reaccioné, lo confieso. Después, bueno, la sorpresa y la emoción me dejaron perpleja, sin creer lo que oía y veía: guitarra en mano, un grupo de jóvenes arrimados al calor de la inmensa chimenea crepitante de leños olorosos, entonaba con dulzura las estrofas del Unicornio, ese que se le perdió a Silvio Rodríguez y que evidentemente ya andaba trotando por las riberas de los lagos australes, pa-seando tranquilamente por los senderos perfumados de los bosques de alerces y cohíues y ñires y arrayanes.
La escena, hay que reconocerlo, era bastante irreal para alguien como yo que andaba volviendo después de tantos años de ausencia, y mi lejanía del cielo siempre azul y ese mar opalescente de la Isla se me antojaba un sueño. O puro delirio. «Mi unicornio y yo hicimos amistad/ un poco con amor, un poco con verdad...». Por eso, desde entonces, no puedo imaginar al unicornio azul de Silvio —el que «con su cuerno de añil pescaba una canción», pues «saberla compartir era su vocación»—, con su trotecito menudo y alegre, en otros parajes que no sean aquellos que me dieron tan inesperada y cálida bienvenida a pesar del crudo invierno y esa nieve que ya había olvidado.
Sentada ahora en la salita de su casa, adonde he llegado para hacerle una entrevista, enseguida Silvio saca a relucir el tema de Argentina. Y es que todavía le dura la emoción, a él también...
Siempre habrá un suceso, grande o pequeño, que alerte y convoque, que despierte una emoción punzante, o una buena bronca que haga vibrar hasta la fibra más honda... y me ponga, de nuevo y siempre, a escribir. (A.M.R.)