La tecla del duende
Cuando lean estas líneas andaré por Sancti Spíritus, en el 5to. Festival Toda luz y toda mía, que cada año festeja la maravilla de la décima. Entre los regalos del encuentro estará el volumen Desde la gleba y el libro, manojo de espinelas de Ildefonso Díaz Ibarra «Tico». Aquí les va un sorbo...
Parábola del Bosque. Por este bosque camino,/ muchas amalgamas reto/ y, como insomne amuleto,/ la más fresca rama empino./ ¿Quién puede ocultar el trino/ del ave en mi caminata?/ ¿Qué algarabía insensata/ puede bloquear mis anhelos/ cuando cientos de arroyuelos/ me regalan su sonata?
Por lo intrincado y lo extenso/ del bosque, nunca he temido./ De su fragancia nutrido,/ hago todo lo que pienso./ Jaurías de olvido venzo/ como un poeta merece./ Todo ante mi vista crece/ cuando, en un cendal de hojas,/ partido en linternas rojas/ el nuevo día amanece.// Mi vista, alerta, escudriña/ todo. Nunca he claudicado/ porque peso demasiado/ para el ave de rapiña./ Siempre algún astro me guiña/ en señal de aprobación,/ y, sin alucinación,/ a la terneza me abrazo/ porque no es eterno el paso/ de uno que otro nubarrón.// Cuando más avanzo y miro,/ menos las dudas me frenan/ y mis sentidos se llenan/ para el romance que aspiro./ No hay quietud; es ley el giro/ desde pechos ancestrales./ Si en épocas invernales/ llega la transformación,/ descubro, por mi intuición,/ dónde están los manantiales.
Sueño del pez en la orilla. Del brazo de la marea/ se cae el pez en la orilla,/ y entre la arena y la arcilla/ da saltos, se bambolea./ En sus escamas platea/ el mensaje de la altura./ La mar se marcha en la dura/ sacudida. Ahora el pez/ se agobia y, en la estrechez,/ no nada, pero fulgura.// Yace en un charco muy pobre/ hecho un recluso inocente,/ y evoca, en credo ferviente,/ la mar, que no fue salobre./ Batalla. Espera que obre/ en tiempo en sus espirales./ Sueña líquidos cendales/ de un mundo que ya no ve/ y se pregunta por qué/ existen los vendavales.// Respira apenas. Resiste/ dentro de un sorbo de agua./ Se eterniza el sol. La fragua/ del sol con furia lo embiste./ Se cansa, ya solo existe/ una añoranza sombría./ Linfa y expansión ansía/ y aún bendice sus aletas,/ que las ha hecho obsoletas/ la oquedad semivacía.// Audaz se bebe el calor/ que lo engrandece y lo mata,/ con la luz, que le retrata/ un sueño de vencedor./ Oyendo cómo el rumor/ de las olas merma y crece/ espera, mientras fenece,/ que la marea inestable/ lo devuelva al insondable/ mundo que le pertenece.