La tecla del duende
Los cronistas, esos delirantes imprescindibles, se encontraron como cada año en la bella ciudad cienfueguera. Y allí se cayeron a cronicazos, que es su mejor manera de repartir el cariño. El colega santiaguero Reinaldo Cedeño Pineda casi «nos mata» a todos cuando leyó la joya dedicada a la poetisa Teresa Melo. En el blog de Cedeño, La Isla y la espina, abundan estos abrazos…
Venceremos. Así se llamaba el periódico donde un día me estrené, se llama. En el oriente del oriente: Guantánamo. Sostener su nombre era difícil. El período especial mordía con saña.
Una hamburguesa era la bendición; cuatro ruedas, una excentricidad; un bombillo encendido, la noticia. No son metáforas.
Vivía en la casa del río. Vivía en una casa habitada por fantasmas. Vivía como podía. Tampoco son metáforas.
Me fui al parque Martí con las cuatro heridas de mi zapato. A los veintitrés años se estrechaban los caminos. Muchos amigos, como los dioses antiguos, habían caminado sobre las aguas.
Sostenía un libro de poesía en las manos, un libro breve. Conocía a la autora de La Escalera, en el Museo del Carnaval, en la calle Heredia. A ella y a otros insomnes a los que no quise abordar nunca. ¿Me detuvieron la cordura, los años, la ignorancia?
Abrí la página al azar, con desgano. Cuento con moraleja era el título:
Los locos encontraron cerrada la puerta del jardín/ Los cuerdos también la encontraron cerrada/ Los cuerdos/ Se tendieron allí/ sin llaves/ y sus cuerpos se llenaron de hormigas/ y hojas secas/ Los locos/ —los locos?/ rieron/ mirando con fijeza/ y pasaron todos a través de la puerta.
Era un mensaje en clave. Mi escala para volver.
A los veintitrés años pude cruzar la puerta, de manos de Teresa Melo.
Rory: Todavía tengo razones para amarte. Cristina
Luisito: Te amo porque haces de cada momento algo imposible de olvidar. Anailis
Mi militar: No hay motivos para estar lejos mientras nuestros corazones latan por una misma razón: nuestro Amor. Tu profesora
Miguel A.: No quiero embriagarte con palabras bonitas, sino hacerte saber que mi vida lleva tu nombre. Yose
Dulcinea: Todos los rincones me derriten hacia tu corazón. Gracias por tu amor incondicional. Tu Chocolate
Midelis: El amor duele más cuando la otra persona no tiene la menor idea de cómo nos sentimos. Renesito
Cuando el poder del amor sobrepase el amor al poder, el mundo conocerá la paz. Jimi Hendrix