Los que soñamos por la oreja
Una de las fuentes más estables que poseo en materia de música, proviene de mi buena amiga argentina Marianella Godachevich, empedernida melómana y que es una respetable conocedora en cuanto a jazz y rock de vanguardia se refiere. Hace poco ella me hizo llegar varios discos de la escena propositiva y experimental de su país, fonogramas registrados en años recientes y de muy difícil acceso por estos lares.
Del grupo de CDs que recibí, uno de los que mayor impacto ha causado en mí es el titulado El rey de las palabras, y que está acreditado a la formación nombrada Trío Desatanudos. Con una alineación en la que aparecen Fernando Caballero a la batería, el guitarrista y compositor Darío Iscaro y Gustavo Lorenzatti desde el contrabajo y también aportando piezas para el repertorio del ensemble, en una primera audición, su propuesta pudiera enmarcarse en lo que la crítica cataloga como power jazz.
Ya en una segunda escucha, uno se da cuenta de que en lo hecho por esta tríada de músicos procedentes de Córdoba, Argentina, hay una búsqueda orgánica por disímiles géneros y estilos, con lo que sin la menor dificultad se mueven por los terrenos del jazz, la música contemporánea y el rock psicodélico, a fin de armar un lenguaje propio que no responde a etiquetas convencionales de las que proliferan por doquier. En tal sentido, el álbum El rey de las palabras deja claro que el objetivo de sus protagonistas ha sido explorar los distintos sonidos que proponen instrumentos como el contrabajo, la guitarra y la batería, en un proceso de hibridación en el que por momentos la agrupación parece querer encontrar todas las variantes y combinaciones posibles de esos tres elementos, siempre a la caza de climas sonoros, sensaciones y estados anímicos.
Con una historia que abarca alrededor de 12 años de bregar en conciertos y festivales, tanto en su país natal como en otros escenarios de América Latina, no es hasta el 2011 cuando Trío Desatanudos tiene la posibilidad de poner en circulación un primer disco, que sale al mercado a través del sello Edén. Contentivo de 12 temas, en el fonograma hay altas dosis de libre improvisación, apoyada en el sabio empleo de procesadores de efectos y texturas electrónicas con la utilización de variados loops.
El corte que abre la grabación es la pieza denominada El disparo, una de mis favoritas de todo el material. Esta composición, en la que oídos atentos podrán escuchar los ecos del tango, pone de manifiesto que en la actualidad lo local en cuanto a creación artística, no puede ser visto simplemente como el nostálgico refugio de la pureza de una cultura originaria que intenta ser preservada de las contaminaciones de signos que exacerban los tráficos de la globalización, sino percibido como lo hace la teórica y crítica cultural chilena Nelly Richard, para quien «otra forma de entender lo local —ya no como la derivación natural de una territorialidad de origen— puede plantearse como una localización táctica y una diferencia situada: lo local como marca y posicionamiento crítico, que rescata la especificidad del contexto, pero a través de las fisuras y los descalces que se producen entre lo globalizante y lo microdiferenciado».
Otro tema altamente recomendable del fonograma es Dinámico, el clásico ejemplo de una pieza concebida en los códigos del jazz rock y donde Darío Iscaro, Gustavo Lorenzatti y Fernando Caballero se explayan a sus anchas, para dar vida a un fluido diálogo entre guitarra, contrabajo y batería. Por su parte, Santa Cruz, Dense y Distrita son cortes que irradian energía a raudales, mientras que Corazón herido, puede verse como una suerte de tributo al bolero.
Igualmente, me parece imprescindible mencionar las versiones que acometen en el disco, a saber, Entrave, original de Henri Texier, e Invitation, compuesta por el dueto de Kaper y Washington. Así pues, El rey de las palabras es de esa clase de fonogramas que lo motivan a uno a escucharlo una y otra vez, en virtud de lo llamativo del trabajo, en el que las posibilidades técnicas y expresivas de los componentes del Trío Desatanudos al tocar se ponen en función de transmitirnos mucho sentimiento.