Los que soñamos por la oreja
En el segundo semestre del año 2009, desde estas mismas páginas, comenté en términos elogiosos la puesta en el mercado del que constituyó el debut fonográfico del cuarteto Chickenfoot. Aquel material, realizado por un proyecto surgido tras una jam session, fue todo un éxito de ventas y de críticas. Ello no era sorpresa para nadie. Un simple análisis de las trayectorias musicales de Joe Satriani, Sammy Hagar, Michael Anthony y Chad Smith, deja claro que de una unión entre semejantes personalidades, inevitablemente algo llamativo ha de salir como resultado.
La gran preocupación ante supergrupos como Chickenfoot siempre es el tiempo que durarán juntos, pues como dije en mi escrito de hace algo más de dos años, estas individualidades privilegiadas en lo artístico, con frecuencia suelen ser víctimas de la soberbia y de egos exacerbados, que a la postre dan al traste con la idea inicial. Por suerte, aún ese momento no ha llegado y ellos han seguido el camino del buen rock y de la diversión al tocar, como se comprueba al escuchar su segunda producción discográfica, el CD titulado Chickenfoot III.
Desde que hace unos meses el álbum viese la luz, en numerosos foros en Internet y redes sociales se ha debatido acerca de las razones de por qué III y no segundo, como se supone que debía ser. Aunque ello no es asunto que me interese en lo más mínimo, mi opinión es que tal decisión responde a una inteligente operación de marketing, a sabiendas de que con semejante acción generarían numerosos comentarios en el ciberespacio y eso, en un mundo en que la música cada vez resulta más industria que arte, es segura publicidad, y además gratis.
Pero vayamos al disco. Last temptation es el corte que abre la grabación. Se trata de una pieza concebida a partir de los códigos del hard rock clásico. Así, encontramos un riff poderoso y un estribillo pegadizo, de los que conectan rápido con la fanaticada. La fuerza del tema hace que este sea uno de mis favoritos en el fonograma y creo que representativo del sonido Chickenfoot, o sea, una guitarra impecable, una voz imponente y un ritmo que atrapa.
Sigue a continuación Alright alright, como es de esperar también de alto nivel pero que, a decir verdad, no me parece que aporte algo diferente al esquema ya conocido desde el primer álbum de la banda. Por su parte, Different devil posee un aire más lento e incorpora algunos elementos acústicos, cercanos a la estética sonora del lenguaje pop. Aquí Sammy Hagar da lecciones de lo que es ser un excelente vocalista.
Llegan entonces tres piezas que personalmente me generan cierto grado de contradicción. Me refiero a Up next, Lighten up y Come closer, las dos últimas, trabajadas en los medios tiempos. Digo que tales temas me despiertan una sensación de ambigüedad al valorarlos porque, por una parte, si los comparo con los incluidos en la ópera prima de la agrupación, los considero menos logrados musicalmente, pero por otra, creo que representan una evolución o al menos un cambio en lo que uno espera de la línea estilística del cuarteto estadounidense. Esa apuesta por no estancarse y reinventarse, de por sí sola es laudatoria, aunque no haya cuajado del todo.
Three and a half letters es lo que se dice un corte correcto y entretenido, de los que demuestran que el grupo se toma en serio lo que andan haciendo. En el caso de Big foot, seleccionado como primer sencillo de Chickenfoot III y del cual se editó un videoclip, tiene los méritos que presupone ser interpretado por músicos de este nivel, pero no lo hallo a la altura de Last temptation, Dubai blues y mucho menos de Something going wrong, para mí entre lo mejor del CD, en especial por la sorpresa del inicio en una cuerda aproximada al country.
Concluye la producción fonográfica con un bonus track, No change, de perfil progresista y combativo en su texto. Así, aunque el disco no aporta mucho en comparación con el anterior de Chickenfoot y por momentos siento que falta pasión, a quien le guste el hard rock lo va a disfrutar. A fin de cuenta, los integrantes de la banda corroboran aquello de que ¡el que es bueno es bueno... y punto!