Los que soñamos por la oreja
En los últimos meses tengo destinadas las tardes de miércoles a encontrarme con viejas y nuevas amistades, que ya nos hemos vuelto habituales al pequeño patio de la EGREM, en San Miguel 410, entre Campanario y Lealtad, municipio de Centro Habana. Ese día, los amantes de la trova nos regocijamos con el hecho de que, aunque sea por unas pocas horas, en esta ciudad haya un espacio que remede el legado cultural de antiguos rincones de «bohemia intelectual» y que han sido parte de nuestras más auténticas tradiciones pero que, vaya uno a saber por qué, en un momento dado se les condenó a desaparecer.
El pasado 23 de septiembre, Trovando nos propuso celebrarle el 86 cumpleaños a Adriano Rodríguez, quien sin la menor duda es una de las grandes voces de la música cubana. Vale decir que desde hace cuatro o cinco años, el colectivo de la revista El Caimán Barbudo (organizador de la tertulia de los miércoles) ha venido celebrándole su onomástico a Adriano, a veces con apoyo institucional y en otras a manera de festejo entre amigos reunidos en uno de los parques de Alamar, con el objetivo de rendir tributo a alguien que con su quehacer mucho le ha aportado a la cultura nacional.
Un breve repaso por la biografía de Adriano Rodríguez permite conocer que su voz ilustró conferencias de Fernando Ortiz. Igualmente, en La Habana de los años 40 y 50, él integró los shows de los principales cabaret de la época. Asimismo, hay que resaltar que durante su trayectoria artística, hizo dúos con sobresalientes voces de nuestra música popular, como Merceditas Valdés, Carlos Embale, Paulina Álvarez y Barbarito Diez, entre otros.
En 1962, fundó y dirigió el Grupo de Trovadores Cubanos, junto a Dominica Verges, Guarionex Garay y los guitarristas Ismael y Octavio Sánchez («Cotán»), quienes por más de una década llevaron a todos los escenarios del país las obras antológicas del repertorio trovadoresco y grabaron un histórico disco con las canciones de Sindo Garay, con el visto bueno del propio autor.
La versatilidad interpretativa de Adriano lo ha enrolado en disímiles experiencias musicales, que van desde trabajos con el Coro Nacional, a actuar en la escena Lírica, a grabar con Pablo Milanés en el mítico disco Años y con Silvio Rodríguez en el álbum Érase que se era, hasta involucrarse con Edesio Alejandro en una muy vanguardista propuesta sonora o con jóvenes trovadores en el CD La voz del Diablo Ilustrado.
Para una figura con semejante historial, donde la condición trovadoresca se impone por encima de sus otras maneras de proyectarse, nada mejor que celebrarle el cumpleaños con una tremenda descarga, en la que se escucharon muchos temas de ayer, de hoy y de siempre. Antes de cantar, Adriano expresó unas palabras que lo retratan tal cual es y que por ello, reproduzco a continuación: «No me detuve nunca a escuchar elogios, sino que dediqué todo mi amor a la música cubana. Ahora recibo a cambio estas muestras de afecto. Es más de lo que puedo pedir».
Acompañado por la guitarra y la voz de Pepe Ordaz, Adriano nos deleitó con sus interpretaciones de clásicos de la trova tradicional, entre los que estuvieron Perla marina, Ella y yo o Germania, piezas en las que demostró que a sus 86 años conserva la voz en plena forma y que para suerte suya y de nosotros, hasta ahora él no ha sido víctima de ese mal contemporáneo que es el Alzheimer.
A partir de su intervención, se sucedieron las actuaciones de Pepe Ordaz, Fidel Díaz, Rolando Berrío, Sadiel Madrazo, Pipo Carrazana, Ihosvany Bernal, Silvio Alejandro, Samuel Águila, Ray Fernández y Juan Carlos Pérez, que le dedicaron al homenajeado composiciones propias o una que otra versión de una pieza de la tradición, pero asumida desde el personal estilo de cada quien.
El colofón de la jornada fue uno de esos momentos memorables que se producen en las descargas y que uno lamenta no queden registrados para la posteridad. Como una muestra de que más allá de generaciones y estilos la trova es una sola, Diego Cano y Adriano Rodríguez unieron sus voces para cantar a capella una memorable Longina, que por su nivel interpretativo, empaste y afinación habría impactado al mismísimo Corona. ¡Nada mejor para el final de fiesta!