Las tres del domingo
Aunque no es buena en el dibujo, un día la brasileña Helena Fernandes tatuó a su novio y los amigos encontraron tal obra natural y diferente, así que le confiaron un pedazo de su piel. La muchacha montó un estudio y empezó a cobrar por las chapucerías que eterniza en cuerpos ajenos. «Si quisieran algo muy bien hecho, buscarían a otro artista del tatuaje. La calidad no es mi fuerte», reconoce Helena, consciente de que su trabajo «es malo, pero como la gente piensa que es gracioso, me sigue pidiendo que lo haga».