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Ya asoma el fantasma. Por más que quisieron contenerlo, que lo soslayaron a comienzos de las mismísimas primarias electorales de los demócratas, el tema racial va colándose en encuestas, análisis y comentarios de la prensa estadounidense.
Una carrera difícil para Obama que necesita apoyo multirracial. Foto: AP En aquella etapa en que Hillary Clinton y Barack Obama se disputaban la preferencia del electorado demócrata en la porfía por ver cuál de los dos pondría su nombre en la boleta del martes 4 de noviembre, aunque no se quería exteriorizar el asunto, la senadora de Nueva York y ex primera Dama con aspiración a ser la primera mujer en manejar la Casa grande, describió al núcleo de sus seguidores como «norteamericanos de trabajo duro, norteamericanos blancos» y esos fueron los que le dieron entonces las primarias de dos estados claves por el número de votos que aportan: Pennsylvania y Ohio.
Es verdad que no le fue suficiente, pero el asunto quedó flotando en el ambiente... La consigna de «Cambio», enarbolada por Obama apareció multiplicada en los brazos levantados sobre las cabezas de una audiencia multirracial que le acompaña en materiales fílmicos y fotográficos. ¿Pero ese entusiasmo de las multitudes en los actos públicos tendrá igual colorido el día decisivo?
Definido ya el candidato del Partido Demócrata, que por vez primera para las dos mayores agrupaciones políticas, las únicas que hacen contar en su particular «democracia», trae a un afroamericano a la palestra, el titular de una información de la AP abría la interrogante: Las encuestas muestran la diferencia entre blancos y negros sobre la discriminación racial.
«Desde el nacimiento de la nación, los estadounidenses discutieron la raza y lo evitaron, organizaron los vecindarios y los movimientos políticos alrededor de ella, y la usaron para dividir y herir a la gente incluso cuando las relaciones han mejorado dramáticamente desde los días de la esclavitud, de la Reconstrucción y la segregación legal. Y ahora, cuando puede ser un año histórico para un candidato presidencial negro, una nueva encuesta de Associated Press-Yahoo News, realizada por la Universidad Stanford, muestra justamente como una amplia diferencia permanece entre los blancos y los negros», dijo la introducción del análisis de la agencia noticiosa.
Sin ambages ni sutilezas, reconocieron que una sustancial porción de los norteamericanos blancos «todavía albergan sentimientos negativos hacia los negros. Muestra que los blancos y los negros discrepan tremendamente sobre cuánto prejuicio racial existe, a quién debe culpársele y cuánta influencia tienen los negros en la política».
Apunta algo más sustancioso todavía, dice que Barack Obama estaría más adelantado en su paso hacia la presidencia «si él fuera blanco»...
¿Acaso la trama es solo parte de maneras de pensar y conciencia? Si así fuera, con la rica experiencia en manipulación que ha desarrollado el sistema de propaganda estadounidense, quizá se podría con anuncios revertir los sentimientos, pero por si eso pudiera suceder, aquellos interesados en mantener un status quo del poder blanco, anglosajón, cristiano y hasta masculino, ya emplean mañas y marañas de también larga data y efectividad, a pesar de la supuesta igualdad alcanzada por la población negra tras dura y hasta ensangrentada lucha por sus derechos civiles.
En el último número de New York Review Books (Volumen 55, número 14, del 25 de septiembre de 2008), la publicación literaria del afamado diario The New York Times, el profesor de ciencias política del Queen Collage, Andrew Hacker, publica un artículo titulado «Obama: El precio de ser negro», en el que afirma: «Los obstáculos para obtener que los negros voten siempre han sido formidables, pero este año habrán barreras —algunas nuevas, algunas de larga presencia— que las campañas previas nunca tuvieron que enfrentar».
El estudio del académico es enjundioso en el análisis de las trabas, que van desde tener que presentar un documento de identificación con fotografía —en el caso de Estados Unidos serían el pasaporte y la licencia de conducción, y es notable la cantidad de ciudadanos que carecen de esos papeles oficiales—, hasta la pérdida del derecho al voto por haber tenido en su vida alguna transgresión de la ley con pena de cárcel.
Aunque estas no sean impedimentas determinadas especialmente para un grupo racial dado, se sabe que las minorías —negros, hispanos u otros— están entrampados en esas circunstancias, y por supuesto, también los pobres o de menos recursos económicos —sea cual sea su origen étnico—, lo que les margina «legalmente» de participar en el gran espectáculo de la democracia.
El asunto tienen muchas más aristas, pero con el botón de muestra basta para ponernos a pensar cuando muchos se preguntan ¿quién ganará las elecciones el 4 de noviembre?
Por supuesto, también se recuerda que Bush el padre perdió las elecciones para un segundo término en la Casa Blanca cuando le dijeron, «es la economía, estúpido», y la economía hoy por hoy está mucho más deteriorada y el chivo expiatorio debiera ser el candidato republicano. Por eso el especial interés de John McCain en desmarcarse de la administración y hasta del Partido Republicano.
Simplemente, impredecible...