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Entrenamiento con proyectil de uranio empobrecido. Foto: Defenselink Las protuberancias que sobresalen casi una pulgada en el pecho de Tony Ciarfello no han sido clasificadas por los médicos, pero le recuerdan los bultos rosados que comenzaron a notar hace años en los peces del riachuelo donde solía pescar desde su infancia. La corriente pasaba junto al terreno donde jugaba pelota con sus amigos de Colonie, un suburbio de la ciudad de Albany, la capital del estado de New York. Allí, en el patio —sin ni siquiera una cerca mediante— donde hace medio siglo producía una planta de armamentos, la National Lead (NL) Industries.
Hace 23 años que el centro cerró, pero nadie se preocupó entonces en lo más mínimo, porque creyeron firmemente en lo que le dijeron a los trabajadores que fabricaban los proyectiles y a los residentes de Colonie: el uranio empobrecido (DU o depleted uranium) no era peligroso.
Aquel era el cuento, la ficción, la mentira.
Un reportaje reciente del diario británico The Observer, dice que Ciarfello, quien tiene 57 años pero luce mucho más viejo, padece de un aneurisma cerebral causado probablemente por un tumor, se siente constantemente fatigado, padece de un problema cardiaco y ha sufrido durante años de terribles dolores en los huesos de sus piernas. Todos esos males le impidieron seguir trabajando desde hace ya algunos años.
El tema sale a relucir porque en el próximo número de la publicación científica Science of the Total Environment, se publicarán los resultados de tres años de estudio en Colonie de un equipo de la Universidad de Leicester. Dirigido por el profesor Randall Parrish, el grupo encontró y sustenta para la ciencia lo que ya se ha dicho muchas otras veces: la radioactividad por DU puede permanecer durante millones de años en el terreno contaminado, por tanto es imposible de erradicar, y por supuesto penetra por igual en el cuerpo humano. Las pruebas realizadas en algunos antiguos trabajadores de National Lead Industries lo muestran en su orina. El estudio se hará ahora con mayor profundidad: muchos más individuos en la indagación que pesquisará pulmones, sistema linfático, hígado y huesos, donde también encontraron la presencia radioactiva.
El negocio NL ni siquiera tiene que rendir cuentas, pues en 1984, dice The Observer, fue comprada por el gobierno de Estados Unidos en un ridículo trato de diez dólares y la firma estaba exenta de pagar por la limpieza del lugar, que concluyó este verano, fue supervisada por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU. y reportó 190 millones de dólares para los contratistas que demolieron los edificios de la factoría, removieron más de 150 000 toneladas de suelo y escoria contaminado, cavaron hasta 40 pies de profundidad y supuestamente desvistieron a un santo para vestir a otro: llevaron los desechos radioactivos a las Montañas Rocosas, a dos mil millas de distancia...
Sin embargo, Parrish y su equipo encontraron alta concentración de DU en Colonie.
Allí está desde 1958 en que se abrió la planta y estará por los siglos de los siglos... mientras en los años subsiguientes le han crecido «ciudades hermanas» con el apellido DU en Basora y otros lugares de Iraq durante la guerra del Golfo de 1991, en la Yugoslavia desmembrada (Bosnia y Kosovo), en el Afganistán «liberado de la opresión talibán», y nuevamente se extiende en los proyectiles comunes de los vehículos blindados y naves aéreas de las fuerzas armadas de Estados Unidos y de Gran Bretaña que desde marzo de 2003 atacaron con especial bestialidad al país mesopotámico.
Otro crimen de guerra se expande y toma sus víctimas por igual en los territorios «enemigos», que en sus propias tropas y patios traseros, donde lo fabricaron (Utah, Colorado, New Mexico...), donde lo probaron (Vieques y Hawai), donde lo enterraron...