Frente al espejo
«Esa es la triste realidad del día a día, la inobservancia de las leyes más elementales que sustentan la convivencia social y el respeto al derecho del otro; más sobre todo, que parece quedar en terreno de nadie el requerir su cumplimiento (¿A dónde vamos a parar?, Ana María Domínguez Cruz, 19 de septiembre). En mi caso había vecinos que instalaban bafles en el portal desde la mañana hasta cualquier hora de la madrugada. Era tal la algarabía que a unos 50 metros no podía ver la televisión cómodamente porque solo escuchaba el bajo ensordecedor. Yo sí llame a las autoridades en tres ocasiones y en todas se demoraron lo suficiente como para no cumplir a cabalidad con su encomienda social. El derecho a la tranquilidad abarca desde personas mayores de edad que no tienden a presentar querella ante esos abusadores, personas que no desean problemas personales que son el punto de ignición al reclamar derechos establecidos por leyes. Se tiende hasta a temer reclamar porque si se presenta una reacción violenta en una discusión se puede salir de víctima a victimario, ya que bien sabemos de la “inteligencia natural” de los que viven para transgredir el orden. La solución directa comienza por la sanción a estos casos como en cualquier lugar de este mundo, luego la contribución ciudadana a la denuncia de estos casos y que no ocurran frente a los encargados del orden y que no tenga que mediar una denuncia para cumplir con lo que es su trabajo». (Carlos)