Frente al espejo
«En momentos en que no pocos creen que el amor ha ido perdiendo fuerzas y protagonismo en la vida del ser humano, este artículo, o crónica, es una hermosa evocación a ese sentimiento tan universal y también a tu padre, quien —como bien dices— te enseñó a vivir sin escasez de bondad y amor (¿Te he dicho que te quiero?, José Luis Estrada Betancourt, 22 de noviembre). A casi todos nos pasa tratándose de seres tan queridos como lo son nuestros progenitores. Si el amor que nos dedicaron fue intenso, queda impregnado en nuestra vida para siempre, pero la felicidad, que durante años genera ese ambiente, nos mantiene alejados de una inexorable realidad: el «deceso», que en algún momento nos arrebata y aleja para siempre del ser querido, circunstancia frente a la que nunca nos resignamos, a pesar de ser un proceso natural e inevitable.
«A mi juicio, en cualquier etapa de la vida de una persona, la pérdida de sus progenitores resulta un acontecimiento doloroso, triste. Sin embargo, es mayor el dolor cuando hemos vivido a su lado por muchos años, cuando, junto a ellos, hemos alcanzado la adultez y año tras año vemos cómo los invade la senescencia. Es entonces cuando realmente calibramos el infinito valor que tienen para nuestra vida los padres». (Nelson Leyva)