Frente al espejo
Los lectores recibieron con tristeza el reportaje Libros al cementerio (Zenia Regalado, 14 de noviembre), la historia de miles de volúmenes que se perdieron por el deterioro del inmueble donde estuvo la biblioteca municipal de San Juan y Martínez, en Pinar del Río.
Sobre el tema recibimos la siguiente carta:
Cro. Rogelio Polanco Fuentes
Director de Juventud Rebelde
«Ante todo quisiéramos felicitar al periódico y a la periodista por haberle dado un espacio a un tema que es de profunda preocupación en la comunidad de bibliotecarios y, en general, en todo nuestro pueblo. Quisiéramos profundizar en el tema objeto del artículo.
«No me cabe la menor duda que nunca como hoy nuestro país realiza el más gigantesco trabajo por la promoción de la lectura, la ampliación de los soportes en los cuales se ofrecen información cultural, científica y de recreación. Nuestras editoriales, como lo demuestran las Feria del Libro, y nuestras instituciones culturales, inmersas en la campaña a favor de la lectura a pesar de las dificultades que aún afrontamos, se entregan a la hermosa obra de contribuir al desarrollo de un pueblo culto y lector. No obstante ciertos lunares aparecen en el conjunto de la obra creadora.
Algo que es necesario recordar«Una de las obras más importante de la Revolución Cubana fue la creación de la Red de Bibliotecas Públicas de nuestro país. Fue en 1960 que comenzó a estructurarse este importante sistema nacional. Respondía a una idea expresada por Fidel en La Historia me Absolverá, cuando señaló que a nuestro pueblo no se le iba a decir cree sino lee. Ese principio estuvo avalado por la Campaña Nacional de Alfabetización (1961), por el surgimiento del Sistema Nacional de Becas, por las campañas por el sexto y noveno grado, por las Facultades Obrero-Campesinas y por otras iniciativas en esta dirección.
«Tales empeños requerían que la Biblioteca Pública estuviera presente en todo el país para que existiera una base de igualdad en el acceso al libro y a la información y en el desarrollo del conocimiento y de la cultura sin exclusiones. Para 1963 se contaba con 27 bibliotecas públicas; entre 1976 y 1980 su número se incrementó hasta cerca de 200; en la actualidad este sistema consta de 403 instituciones distribuidas por el país, pues uno de sus objetivos es llevar el libro a cualquier lugar del territorio nacional por difícil que pueda ser ese propósito.
«Pese a lo duro que fue el período especial para el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas, nuestros bibliotecarios, a veces en muy difíciles condiciones, en otras desoídos y, en no pocos casos, no tenidos en cuenta, brindaron una de las más hermosas demostraciones de trabajo cotidiano y lleno de convicción revolucionaria de que las bibliotecas constituyen uno de los símbolos que honra su comunidad. En los últimos años se han iniciado acciones para tratar de eliminar los daños causados por el período especial y por el abandono que, en no pocas ocasiones, han tenido algunas bibliotecas.
«Unas pocas cifras pueden dar una idea de la envergadura del trabajo realizado. En el último año, se brindaron 12 083 176 servicios bibliotecarios a 7 827 223 usuarios. En el verano se llevaron a cabo 13 309 actividades de promoción de la lectura con una cifra de 347 601 participantes.
Una opinión crítica y una crítica situación«Si pudiéramos hablar de modestos logros en el sistema de bibliotecas públicas, tendríamos que hacer referencia a esos héroes anónimos y cotidianos que día a día preservan las bibliotecas y tratan de salvar lo que a veces la situación real no permite. Y en lo real incluyo lo objetivo y lo subjetivo pero, en honor a la verdad, con un inexplicable peso de lo segundo. Son numerosos los problemas que afrontan las bibliotecas públicas. No solo pudiéramos mencionar la de San Juan y Martínez; tendríamos que hacer referencia a la crisis de las bibliotecas de Nuevitas, Placetas, San Nicolás de Bari, Batabanó y, para no ir muy lejos, las de Centro Habana, el Cerro, Alamar y Playa, en Ciudad de La Habana. Pudiéramos continuar la lista con problemas que realmente limitan el funcionamiento y la calidad de los servicios en casi cien bibliotecas públicas cuyas condiciones exigen esfuerzos realmente significativos de sus profesionales y trabajadores. En el almacén de libros de Centro Habana pudiéramos hablar de la pérdida de unos cuantos miles de ellos.
«La Subdirección Metodológica de la Biblioteca Nacional José Martí, cuya función es rectorar metodológicamente el sistema, ha llamado insistentemente la atención a los organismos encargados, provinciales o municipales, acerca de necesidades impostergables de mantenimiento y reparación de las bibliotecas. Más aún, se han notificado hasta los más mínimos detalles con suficiente tiempo de antelación para evitar las catástrofes. El problema no es solo que los libros vayan al cementerio, último eslabón de la cadena depredadora. Es también muy grave el deterioro paulatino de los inmuebles, el mantenimiento durante un largo período de bibliotecas que se han visto obligadas a cerrar sus puertas, de colecciones de libros y documentos que salen de la circulación como fondo de préstamos, consultas y en ocasiones relacionados con el patrimonio de los territorios donde estas instituciones están enclavadas. Situación que incide en la no satisfacción de las necesidades de información y esparcimiento de quienes requieren y demandan de estos servicios. Es esta una realidad que se hace acreedora de la crítica sistemática de profesores, investigadores, bibliotecarios y público en general.
«El país ha tenido que determinar prioridades, es una política que todos comprendemos, pero en este tema, la indolencia no ha estado ajena en más de un caso. No en todos los territorios se ha tenido igual comprensión de la necesidad de atención a un Sistema que es determinante en la protección de la memoria histórica. No faltan casos de bibliotecas con toda una tradición, cuya reparación parece no terminar nunca, como la Gener y del Monte, orgullo de la intelectualidad matancera y de toda Cuba.
«No podemos olvidar que con el triunfo de la Revolución, en enero de 1959, una de las primeras decisiones fue colocar, en los edificios patrimoniales de las principales ciudades del país, las bibliotecas públicas. Era el sello de un proceso que colocaba al hombre como pensador, creador y actor del desarrollo y transformación de su comunidad.
«Hoy el país está inmerso en un profundo y costoso proceso de recuperación de su memoria histórica y su patrimonio bibliográfico y documental. Se trabaja no solo en esta recuperación sino en la modernización, informatización y desarrollo de la biblioteca pública tal y como la necesitará el siglo XXI. El reto es grande pero para lograrlo es necesaria la contribución no solo de los bibliotecarios sino de todos y cada uno de los ciudadanos de nuestro país. Desde cada integrante de la comunidad hasta sus representantes y dirigentes.
«La biblioteca, como institución y como sistema, atesora para las generaciones futuras lo que hicimos, lo que estamos haciendo, lo que debemos hacer. La biblioteca pública es el testigo activo del presente y testimoniante veraz en el futuro.
«Bienvenida la crítica porque ella contribuye a transformar la realidad del quehacer bibliotecario del país, como expresión de una cultura interiorizada y de una conciencia demostrada». (Eduardo Torres Cuevas, director de la Biblioteca Nacional José Martí)