Frente al espejo
En la edición del 4 de febrero publicamos el comentario Mi niña y David Beckham, de Julio Martínez Molina.
Como quizá algunos no pudieron leerlo, les doy un resumen de lo allí abordado. A partir del ejemplo de los montajes fotográficos con Beckham, Beyoncé y otros artistas, comunes hoy en ciertos catálogos, se analizó la manera en que el mal gusto y la mercantilización han ido ganando terreno —abierta o sutilmente, en dependencia de la agudeza de cada cual— en la práctica de la fotografía, reduciendo los márgenes para comprenderla como hecho artístico.
A propósito del tema, varios lectores nos escribieron y esta misma sección ya dio a conocer algunas impresiones. Como pensamos que el tema no está agotado, regresamos a él y nos preguntamos: ¿Es normal lo que está sucediendo? ¿Fue exagerada la opinión de JR? ¿Qué piensan otros lectores?
Hoy queremos publicar el criterio del lector Fernando Sánchez. No coincide en todos los puntos con la opinión que expresamos desde aquí, pero lo consideramos de un valor extraordinario por su objetividad y profundidad argumentativa.
«Estimado Julio: Me interesó mucho el tema de tu artículo, muy oportuno si tomamos en cuenta que la relativa abundancia de cámaras fotográficas digitales, computadoras e impresoras digitales operadas por Photoservice (no sé por qué el nombre en inglés) ha elevado al rango de “fotógrafos” a muchos que lo único que saben de fotos es apretar el obturador y llevarla a imprimir.
«No los culpo en su totalidad. El peor ignorante es quien no se da cuenta de su ignorancia. Desconocen el modo en que funciona una cámara y los elementos esenciales de ese oficio. Piensan entonces que acceder a una cámara de muchos píxeles ya los convirtió en fotógrafos. Que sería como suponer que un bisturí convirtiera a alguien en cirujano.
«Hasta aquí caerían esos “fotógrafos” en el desconocimiento de sus propias limitaciones. E incapaces por tanto de superarse y beber en la fuente de la historia y la experiencia de un oficio que tantos excelentes cultivadores tiene en nuestro país y el resto del mundo. Con el riesgo de quedarse ignorantes para siempre, si no cambian su postura.
«Está la otra parte. La de los receptores. Ellos aceptan esa cursilería y pagan por ella. Sin estos no existirían aquellos, porque quebrarían.
«Y esto es lo que significa para muchos la fotografía digital, un modo de hacer dinero fácil en estos tiempos de limitaciones económicas. A costa de la ingenuidad de muchas personas, deslumbradas ante el oropel de un producto novedoso, que se exhibe con tanto orgullo como el pantalón a la cadera, el depilado corporal o el arete masculino, solo con la autentificación que les concede ser el último grito de la moda.
«¿Qué hacer? Pues no botar el sofá cómplice del adulterio, sino educar, convencer, persuadir, mediante los recursos en nuestras manos, como la escuela, medios de comunicación masiva, etc. Con énfasis similar al que lo hacemos en otros campos.
«Preparar a las personas para que —en estos tiempos de tanta artesanía barata (figuras de yeso incluidas), tiendas de divisas que nos enseñan a vestir como marcianos, bancos de videos de mal gusto y películas egoístas y violentas, de tanta bisutería seudoartística, en fin...— posean los conocimientos y los recursos estéticos para percibir y aceptar lo genuino.
«De manera que cuando alguien venga a ofrecernos como buena una foto digital de mal gusto, tengamos el conocimiento para desenmascarar al seudofotógrafo y acudir a los genuinos que también existen en estos tiempos.
«Lo que no podemos es arremeter contra la fotografía digital, como causante de todos los males. ¿Arremeteríamos contra los automóviles porque causan polución y accidentes, y porque algunos que los manejan son malos choferes, para volver a la tracción con caballos?
«Lo malo de cualquier adelanto científico no está en él mismo sino en el modo en que se manipula y para qué se le usa. Y este es el caso de la foto digital, un paso de gigantes frente a su predecesora la película fotográfica. Por muchísimas razones, que van desde economía hasta la nitidez de la imagen, pasando por la rapidez en el procesamiento y en su transmisión por el mundo.
«La foto siempre se ha manipulado, mediante tratamiento del negativo, mediante montajes escenográficos, con el maquillaje de las personas, con el retoque de las imágenes. ¿O es que tomar una foto en blanco y negro, virarla en sepia y colorearla al óleo no es manipularla?
«Igual que el psicólogo puede manipular la mente de una persona y convertirla, si quisiera, en asesina. Pero eso no hace indigna a la Psicología, porque frente a ello están los buenos psicólogos, apertrechados de la ética y capaces de usar sus conocimientos para el bien.
«Porque la foto, en definitiva, no es una copia de la realidad, sino una recreación de ella; si no cualquiera fuera fotógrafo solamente estando en el lugar y el momento adecuados con una cámara en la mano. Y no hubiera los Korda y los Doisneau que usted menciona.
«Por cierto, de haber existido la fotografía digital en sus tiempos, estoy seguro de que ellos también la habrían utilizado, aliviándose de cargas, preocupaciones y sofocos, y ganando en fidelidad de la imagen y rapidez en su llegada al público. No hacerlo sería de arcaicos y de tontos.
«Así que no tema y hágales una buena foto de quince a sus hijos con algún fotógrafo de los tantos excelentes que hay.
«Piense que el son y el danzón fueron en su época ritmos marginales y ahora nos identifican en el mundo. Y cuando mire la Gioconda disfrute el hecho artístico y no piense en las pinturas que se usaban en la época, porque de vivir en estos tiempos Da Vinci tal vez habría pintado ese cuadro en una computadora.
«Imagine cuánto se habría ahorrado en la preparación de sus pinturas artesanalmente, probando con materiales diversos, mezclándolos de diferentes maneras para lograr una textura o un tono adecuados. En la computadora bastaría con aplicar unos números y ya estaría. Y por eso el pintor no sería menos grande.
«No se desanime y siga publicando trabajos sobre el tema, que le apoyo con las dos manos. Hacen falta otros para enfrentar esa epidemia de la mala fotografía (y aquí podría incluirse el video), que se nos ha venido encima.
«A esos vectores, los malos fotógrafos, también hay que eliminarles los criaderos, para evitar así la posibilidad de que ese mal se multiplique y caiga con nuevos bríos sobre nosotros mismos».